11 - Sangriento.

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Todo estaba repleto de sangre. El olor era fétido y nauseabundo. Los cadáveres estaban amontonados por todas partes. Casi todos ellos en un avanzado estado de putrefacción. Eran inocentes, no se merecían este trágico destino. No podía creer el sufrimiento infligido por los Malditos fugados de su prisión acuática unos pocos días atrás. El caos reinaba sobre esta pobre aldea destruida.

—Guardiana Dafne. —Me llamó la líder, Astrid.

Me acerqué hasta donde ella se encontraba examinando unos cuerpos cercenados. Cuando llegué se levantó.

—Dígame, Madre.

— ¿Cuál es el informe? —Cuestionó con semblante serio.

—Todos están muertos aquí. —Respondí enfurecida y triste. —Madre, tenemos que volver a encerrar a estos Malditos. Si logran ir más lejos, causaran un terrible dolor por allá donde su camino cruce y eso no se puede permitir.

—Lo sé, Dafne. —Colocó su mano en mi hombro, intentando calmar mi furia. —Estamos creando partidas de caza. A pesar de ello temo que ya no soy de utilidad, soy demasiado mayor.

La Madre Astrid era la líder de las Guardianas del Bosque y también fue como una madre de verdad para mí. Se la veía cansada. Ella ya tenía bastantes más de 500 años. Sin embargo no creía que ella fuese mayor, la anterior Madre de las Guardianas del Bosque lo había sido mucho más. Algo la había derrumbado emocionalmente.

—Dafne, veo en ti una gran Guardiana y una gran líder. —Comenzó ella. —Eres justo lo que necesitamos ahora. Se avecinan tiempos difíciles, llenos de duras pruebas a superar de mil maneras, cada una más terrible que la anterior.

—Lo dices como si te fueras a algún lado... —La realidad de sus palabras me golpearon con fuerza. — ¡No puedes pensar en ello!

Mis gritos fueron aplacados por un ruido a nuestras espaldas. Las dos nos giramos al mismo tiempo, preparadas para la batalla.

El supuesto atacante era una niñita de unos dos años. Tenía unos grandes ojos marrones, estos estaban llenos de un dolor ensordecedor. Sus preciosos bucles castaños estaban llenos de sangre, así como el resto de ella. Esa criaturita había sobrevivido a esta catástrofe, ¿Cómo?

— ¿Mami? —Preguntó angustiada la pequeña.

—Criatura, ¿Dónde estabas escondida? —Ella señalo el bosque. «Por todos los Dioses». — ¿Cómo te llamas, Preciosa?

—Fl...or. —Gimió la niña asustada. Le costaba hablar debido a los hipitos que daba por sus lágrimas ensangrentadas.

Un terrible sentimiento de culpa se atascó en mi pecho. Culpa al saber que tendría que haber podido evitar que toda la gente inocente de la aldea hubiese sido atacada. Una niña había quedado huérfana...

—Escúchame criatura, te vamos a llevar a un sitio nuevo y bonito, con otras niñitas como tú. —Le dije a la niña tratando de calmarla.

En ese mismo instante había decidido adoptarla como una de mis protegidas. La ayudaría a ser una buena Guardiana como la Madre Astrid había hecho conmigo.

—Guardiana Dafne. —Me llamó Astrid con voz suave.

—Madre. —Contesté esperando su parecer.

—La vas a adoptar ¿Cierto?

—Ella tiene el Don en su interior, como muchas niñas, lo puedo ver tan claro en su aura... —Suspiré.

—Será tu pupila entonces. —Declaró ella.

—Perfecto, Madre, le enseñare todo lo que tiene que aprender. Como tú hiciste conmigo.

La Última Guardiana. (Dioses Y Guardianas 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora