16 - Fénix.

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Todo el tiempo que había transcurrido allí arriba, el cual no tenía ni idea de cuánto había sido, era muy frustrante porque además de no poder soltarme. Tampoco podía gritar debido a la mordaza.

«Bastardo.», pensé furiosa.

Llevaba una hora simplemente meditando el asunto de cómo escapar y así poder patearle el culo por tenerme aquí encerrada. Las horas restantes me las había pasado con la rabia saliendo de cada uno de mis poros, sin embargo así no lograba nada productivo. Por lo que me he intentado calmar y razonar. Tenía una maquinación en marcha, esperaba que funcionase.

Toqueteé la cuerda que me ataba las muñecas. Solo llegaba a rozarla pero tenía que valer de esta forma ya que no tenía ningún otro plan. Intenté hacer que una chispa saliese de mis dedos y así quemar la cuerda, soltándome. Me concentré todo lo que pude hasta que noté ese calor ya familiar para mí.

Una vez con las manos libres arranqué la mordaza y volé hasta el suelo con extremo cuidado, ya que las cuerdas se clavaban en mi piel como cuchillas. Cuando ya estuve sentada en el suelo repetí el proceso de quemar las cuerdas en mis pies.

¡Dios, que bien sentaba la libertad de moverse como uno quiere!

Me tumbé en el suelo acolchado de la sala como una estrella de mar. Ah, dulce, dulce libertad. Entonces me acordé de Marcus y eso me hizo frotarme las muñecas.

Había pasado unas cuantas horas ahí arriba pero en verdad no me sentía tan mal. Este entrenamiento, aun siendo una verdadera tortura, ha puesto a prueba mis límites y mi capacidad de razonamiento. Si no hubiera sido Marcus el que me hubiese «secuestrado» no creo que me dieran tantas facilidades para escapar. Siendo realistas una vez pasado el cabreo con él, me percaté de cómo debía de actuar. Me lo había puesto fácil. Solo que mi rabia no me dejaba ver.

Levanté el culo del suelo para dirigirme a mi habitación a descansar, y lo pensé mejor.

Abrí la puerta sin llamar, no había nadie, tan solo la oscura habitación de Marcus. Empecé a quitarme la ropa hasta quedarme en ropa interior. Una cosa interesante es que durante mi breve encierro aprendí a recoger mis alas. Aunque también tuve que descubrir como desplegarlas, sino aun seguiría ahí, o en el suelo sin brazos.

Corrí las sabanas de la cama para meterme dentro y disfrutar del sueño. Debí de pasar bastante tiempo boca abajo en la sala de entrenamiento. La ropa de cama estaba toda impoluta... o tal vez Marcus con su magia de brujo lo haya secado todo.

¡Abracadabra, seca esta cama!

A veces mis pensamientos eran demasiado estúpidos. Me reí de mi misma mientras abrazaba la almohada, agotada por el esfuerzo anterior.

Sentí movimientos sobre mi cuerpo y solo se me ocurrió gruñir y darme la vuelta sobre el colchón para seguir durmiendo.

—Dana despierta. —Susurró Marcus.

— ¿Mmm? —Gemí como respuesta.

—Venga preciosa, despierta. —Continuó él insistente.

— ¿Qué ocurre? —Cuestioné sin ganas de que al no hacerle caso me tirase otro cubo de agua helada.

—Tenemos que hablar sobre temas importantes, ya has descansado lo suficiente.

Me incorporé en la cama mientras suspiraba, preparándome mentalmente para lo que tuviésemos que hablar. Él estaba sentado en el borde y me miraba de una forma que no sabía cómo interpretar. ¿Sería ternura? Estaba toda despeinada, un desastre, pero él había descubierto que era todo un caballero. Se notaba que venía de otra época.

La Última Guardiana. (Dioses Y Guardianas 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora