12 - Entrenamiento.

2.2K 207 8
                                    

Llevábamos un mes entrenando sin descanso. Había aprendido a patear culos inmortales. Marcus era muy buen profesor.

Una cosa que no había podido evitar era que cada vez mis sentimientos hacía él eran más fuertes. Su forma de sonreírme cada vez que me veía aparecer por las mañanas, lo paciente que era conmigo cuando entrenábamos, como me abrazaba y consolaba por las noches para que me pudiera dormir. Pero también estaba esa pasión bajo la piel que afloraba en el más mínimo roce...

—Buenos días, Dana. ¿Qué tal? —Saludó Marcus al llegar.

—Lista para patearte el culo. —Respondí brava con una sonrisa en mis labios. —Aunque me apetece más mordértelo. —murmure por lo bajo.

«Shh calla, Dana mala.» pensé.

No sabía que me pasaba últimamente, mis hormonas estaban completamente revolucionadas y excitadas las 24 horas del día. A veces era un poco frustrante tanto descontrol.

—Eso ya lo vernos, cariño. —Me guiñó un ojo, juguetón.

Mierda, ahora solo quería tirarme encima suyo y arrancarle la ropa. De verdad que no entiendo qué me pasa para pensar como una adolescente hormonada.

Me coloco en posición para atacar. Quedamos en que no usaríamos poderes, solo lucha física. Lo primero que hago es lanzarle un puñetazo al hombro. Él se inclina hacia atrás y lo esquiva con elegancia.

El juego ha comenzado.

Ahora me intenta dar un golpe en las costillas, pero doy una vuelta sobre mi misma en la que acabo agachándome. Sacó una de mis piernas bien estirada a ras de suelo y lo barro. Cae con un golpe sordo que ha tenido que doler lo suyo.

—Así me gusta, Dana. Saca ese lado salvaje. —Se carcajeó él.

Le puse el pie descalzo en el pecho mientras alzaba una ceja por su comentario.

— ¿Te rindes, campeón? —Dije con burla.

—Ni en tus sueños, preciosa.

Me agarró del muslo con una de sus grandes manos y me tiró con él al suelo acolchado de la sala. Se puso encima de mí, su respiración caliente estaba en mi cuello. Me habló al oído:

— ¿Te rindes tú? —Susurró en un jadeo.

—Jamás. —Gruñí en respuesta.

—Pues lo tienes complicado, cariño.

Me agarró de las manos y las subió encima de mi cabeza, las mantuvo sujetas allí mientras me miraba a los ojos. Eso era una batalla por ver quien tenía el poder, podía ver como él pensaba que me tenía a su merced. «Pobre iluso».

Enganché mis piernas a sus caderas y con un fuerte impulso lo coloqué de espaldas al suelo. Ahora yo estaba arriba, yo tenía el control. Me solté las manos de su agarre y las llevé a su duro pecho. Tenía la respiración agitada, su pelo estaba revuelto y sus ojos verde-plateados estaban cargados de deseo, estos portaban una invitación que no me pude negar a tomar.

Me incliné sobre él y lo besé. Fue salvaje y eléctrico, cada vez me sentía más llena de algo indescifrable en mi estómago. Me separé de Marcus.

—Gano yo. —Le susurré al oído.

Me levanté de encima de él despacio. Cuando ya estaba en pie, le tendí una mano para ayudarlo a levantarse. Aceptó mi mano, pero lo que hizo fue volver a tirarme al suelo con él.

—Marcus, estoy lista para hacer puré de Malditos y lo sabes. Pongámonos a ello ya.

—Dana...yo no pue...

Le tapé la boca con la mano, lo miré a sus enigmáticos ojos y le comuniqué con los míos que no aceptaría ningún no por respuesta.

—Está bien, planearemos un ataque. Pero primero necesitamos ayuda de alguien que haya trabajado con ellos y conozca su forma de organización.

—Cedric. —Supuse yo.

—Exacto.

—Vamos a hablar con él. —Dije con la adrenalina del momento recorriéndome el cuerpo entero.

—Primero una ducha, preciosa.

Me mira con cara de guasa, haciendo gestos como si oliera mal. Río hasta más no poder y le digo:

—Pues ya tardas en venir a la ducha. Conmigo. —Ya no se ríe como antes, esta serio.

—Vamos. —Responde.

— ¿A dónde?

—No querías una ducha conmigo, pues eso haremos.

—Marcus, era br...

Marcus me tapa la boca con su gran mano, como yo hace unos instantes, me coge en brazos y me dirige al baño, con él. Trago fuerte y cierro los ojos, no puedo evitarlo me ha puesto muy nerviosa.

—Tranquila Dana.

Acurruco la cabeza en su pecho, no puedo evitarlo. Cuando me deja en el suelo me doy cuenta de que no estamos en el baño. Estamos en su habitación.

— ¿Qué hacemos en tu habitación?

—Tengo un baño privado. Desnúdate mientras te preparo la bañera.

— ¿Qué me desnude? ¿Tú estás loco? —Jadeé entre horrorizada y muerta de ganas.

—Yo solo te preparo un baño tranquilo, sé que no has tenido mucho de eso desde que estás aquí. Siento si parecía otra cosa...

¿Había mal interpretado las intenciones de este grandullón? Mis locas hormonas me habían traicionado, no obstante creo que él quería ponerme nerviosa y lo había hecho aposta. Su sonrisa ladina me decía que así era.

—Vale...siendo así cómo me puedo negar, pero ¿cómo me voy a desnudar aquí? —Susurré pudorosamente coqueta.

—Tienes una bata en el armario.

Me dirigí al armario, pero allí solo había una de Marcus particularmente grande.

—Mmm, Marcus aquí solo está la tuya.

—Esa es, cógela Dana.

Saco la gran bata del armario y la deposito en la cama. Comienzo a quitarme las prendas sudorosas por el entrenamiento a la velocidad del rayo, no vaya a ser que Marcus salga antes de que me haya puesto su bata.

—Bien ya está listo, ¿Estás visible? —Dijo con voz fuerte desde el interior del baño.

—Sí, ya puedes salir.

Marcus lo hizo y me miró directamente al rostro. Se acercó a mí con grandes zancadas y me pasó el dorso de la mano por la mejilla. Yo me puse de puntillas y le di un beso en la en la comisura de los labios, una mera caricia de agradecimiento. Le susurré un gracias al oído y me metí al baño.


La Última Guardiana. (Dioses Y Guardianas 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora