18 - Nuevo.

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La parálisis abandonó mi cuerpo al poco de que la niebla que había inundado el claro se marchase. Me giré tan rápido como pude, no podía detener los temblores que recorrían mi cuerpo entero. Marcus miraba al frente sin ver realmente a ningún punto en concreto, se encontraba parado entre los árboles.

Dirigí mis pasos hacia él con rapidez y lo agarré de los hombros, desesperada por hacer que saliera del extraño trance en el que parecía estar sumido.

— ¡Marcus! —Grité suavemente.

En aquel instante su atención se focalizó enteramente en mi persona y su semblante cambió, al fin. Sus brazos me rodearon inmediatamente, con sus grandes manos recorriéndome la espalda. Se separó de mí y observó con detenimiento mi rostro en busca de algún daño. Observé en su mirada la desesperación por lo que me hubiera podido ocurrir y como lo mortificaba hasta lo más profundo.

Sus dedos acariciaron mis pómulos bañados en lágrimas. Sentía una angustia muy grande atorada en mi pecho.

—Dana tenemos que marcharnos del refugio cuanto antes, ha quedado bien demostrado que ya no es para nada seguro.

—Si... —Estaba totalmente de acuerdo con él. — ¿Sin embargo, tenemos que entregar a los dos Malditos?

—No queda otra... —Contestó con la resignación tiñendo su voz. —Tendremos que liberarles.

— ¿Dónde iremos? —Cuestioné mientras un sentimiento de impotencia me embargaba.

—A una ciudad grande, tal vez. Aun no lo he pensado demasiado. —Respondió quedamente.

De nuevo la vida golpeaba con fuerza, trayendo muchos cambios que asimilar de golpe. Cuando ya me estaba habituando a la nueva vida que se abría ante mí...

—Bien. —Dije resuelta a llevar el mando en esta ocasión. —Manos a la obra, se ha dicho.

Listos al fin, ya que tampoco es que tuviéramos demasiadas cosas que meter a una maleta, fuimos a las celdas del sótano. Cedric fue el primero, se merecía más consideración, al menos.

— ¿Qué hacéis aquí? ¿Ya puedo salir? —Preguntó sorprendido al vernos.

—Ángel te manda recuerdos. —Sisee furiosa.

La expresión de su rostro se ensombreció de golpe.

—Dana... ¿Puedo pedirte un favor? —Respondió con la mirada perdida.

—Depende. —Dije de vuelta.

—Mátame. Se clemente y déjame conseguir la paz.

— ¿¡Qué!? —Exclamé sorprendida por esa petición macabra.

Marcus a mi lado se tensó como la cuerda de un arco listo para disparar. Tuve que agarrarle del brazo para calmarle cuando iba a interrumpir la siguiente explicación de su antiguo amigo y maestro.

—No quiero vivir más, ya ha sido suficiente... Deseo volver con mi amada ya perdida hace mucho. —Se detuvo un instante, perdido en sus recuerdos. —Tampoco quiero que Ángel me siga usando para dañarte. —Miró a Marcus y después a mí. —Ya no eres una pequeña niña indefensa y sé que Marcus te protegerá.

—Pero... —Intentó hablar el último nombrado.

—Os lo estoy pidiendo convencido de lo que digo. La vida ha sido demasiado dura, ya no sirvo para ningún propósito más que dañar a las últimas personas que me importan en este mundo. Tú, Dana, eres la única capaz de hacerlo.

—Lo entiendo Cedric, pero no sé si podre...

—Por favor, Guardiana.

Cedric me miró a los ojos, estaba en calma, relajado, preparado para morir realmente.

La Última Guardiana. (Dioses Y Guardianas 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora