El odio me estaba consumiendo. No podía dejar de pensar en todo lo que había ocurrido desde que conocí a Marcus, cada momento lleno de risas y caricias, pese a los momentos más amargos le quería... Lograría traerlo de vuelta y acabar con todos los Malditos de la tierra.
Lo primero que hice fue ir a dar un baño al pequeño dogo impregnado de sangre, no quería pensar en que fuera de Marcus... Una vez limpio lo sequé con una toalla y fui con él en brazos hasta el sofá, sentándome sobre él. Allí conté las horas hasta el anochecer, ya no quedaba mucho, seguramente aparecería en cualquier momento.
— ¿Qué desastre ha ocurrido aquí? —Preguntó la Diosa con el semblante oscurecido.
Agarró la nota de la pared con rabia y la estrujó entre sus dedos.
La Diosa no se veía igual que cuando la conocí. Su cabello estaba como en la visión que había tenido horas antes, largo y voluptuoso, de un rojo intenso con algún matiz anaranjado. No portaba ningún piercing, y los tatuajes habían desaparecido. Llevaba un vestido verde ajustado, haciendo juego con sus ojos, una chaqueta de cuero negra y unas botas de estilo militar del mismo color.
Su aura era mucho más intensa, resplandecía poder por todas partes.
—El otro aspecto solo era una cáscara para infiltrarme en el mundo humano.
—Ahora sí que pareces una Diosa. —Comenté. — Necesito ese poder que me ofreces para acabar con Ángel y rescatar a Marcus.
Me levanté para ir hasta donde estaba ella.
—Yo no te puedo dar nada, Guardiana, tiene que salir de ti. Solo puedo ayudarte a explorar tu interior.
—Bien... ¿Cuándo comenzamos?
—Ya mismo, Guardiana.
En el momento que esas palabras escaparon de sus labios, volví a sentir ese velo negro cubrir mi mente.
Cuando abrí los ojos estábamos en la cima de alguna montaña, el aire era muy fuerte allí arriba, te impulsaba hacia la pendiente. Una vez en el borde miré al suelo, estábamos a una muy elevada altura, menos mal que tenía mis alas, sino estaría muerta de miedo. Las fui a desplegar para otorgarme más seguridad, pero no pude, ellas no me respondían. ¿Qué les pasaba? Intente crear una bola de fuego, pero me fue imposible también.
Esa Diosa me había dejado sin poderes aquí arriba. ¿Dónde estaba, a todo esto?
—Estoy aquí. —Dijo con voz cantarina tras de mí.
— ¿Podrías no darme estos sustos al borde de una elevada altura?, te lo agradecería enormemente.
— ¿Hacer qué? –Volvió a decir con esa voz.
Me estaban entrando ganas de darle un buen golpe en ese rostro de Diosa, a ver qué tal le quedaba un ojo morado.
—Eres muy irritante. —Espeté.
No tenía tiempo para juegos.
— ¿Qué tal si nos ponemos cómodas, Guardiana? —Comentó ella.
Chasqueo sus dedos y nos cambió de vestuario a las dos. Ella se puso una malla metálica y encima una coraza que le apretaba los pechos, hacia que se le salieran por la parte de arriba, a esto le acompañaba una falda corta de metal, con unas sandalias de cuero negro, todo lo que llevaba puesto era de ese color. A mí por otra parte me había puesto un top de cuero, con unos pantalones. Claramente todo era muy ajustado y de color negro, para rematar el conjunto no podían faltar las botas hasta las rodillas, por lo menos no eran de tacón.
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La Última Guardiana. (Dioses Y Guardianas 1)
FantasyElla estaba sola. Ella estaba en peligro. Su primer instinto: Matar. Ese fue el momento que les cambio la vida de una forma que jamás se hubieran ni imaginado. Dana era una joven alegre y despreocupada en la vida. Marcus tenía un objetivo: Dana. Nad...