Hoy había venido al gimnasio sin Marcus, tenía cosas que hacer. No sabía que sería tan importante como para dejar que viniera sola. Por un día estaba bien estar sin él y despejarme un poco.
Por este motivo, ahora me encontraba peleando contra Judith. Nos habíamos encontrado y al verme sin acompañante me había propuesto entrenar con ella.
Me agaché rápidamente ya que por poco me da una patada en el pecho. Sus movimientos eran increíblemente veloces, estaba sorprendida. Ella era humana y repartía que daba gusto. Nada que ver con cierto chulito.
— ¡Vaya, si que das caña! —Dije en un jadeo.
—No soy una aficionada, como cierto musculitos descerebrado. —Judith remarca lo que acaba de decir con un golpe de su codo en mi estomago.Me doblé sobre mí misma, y ella sin compasión alguna, agarró con su mano la parte trasera de mi cuello y con fuerza, casi sobrehumana, me lazó contra el suelo acolchado de la sala.
— ¿Cómo has hecho eso? Pocas personas son capaces de vencerme. —Susurré mientras me levantaba.
—Llevaba días esperando a encontrarte sin tu guardaespaldas. —hizo una mueca. —Es complicado, Guardiana, pero vas a tener que confiar.
La palabra Guardiana, hizo que me pusiera extremadamente alerta. ¿Quién narices era esa mujer? ¿Cómo sabía que era yo?
— ¿Qué buscas de mi? —Cuestioné a cambio.
—Mi nombre real es Erixi. —Suspiró, como cansada. —Ver el desconocimiento en tu mirada, es de lo más decepcionante. ¿Ese brujo no te ha enseñado nada? Soy la Diosa de la Lucha y la Guerra.
¡Una jodida Diosa! No podía ser verdad, pero claro, después de todo lo vivido...
— ¿Porque me has engañado? ¿Qué haces aquí? —Cuestioné intentando mantener el semblante sin mostrar mi confusión y nerviosismo.
—Me necesitas.
— ¿Eres una Diosa, realmente? —Pregunté aun incrédula, no parecía una.
—Lo soy. —Contestó rotunda. —Si fuera tú ya no me asombraría por nada, Guardiana. Eres buena en la lucha eso no te lo puedo negar, lo llevas en las venas. Sabes controlar tus poderes como si siempre los hubieras utilizado, pero... no estás preparada aun para vencer a Ángel. —La Diosa levantó la mano para hacerme callar. —Si no mira el espectáculo tan patético que tú y Marcus ofrecisteis. Ahora estoy yo para guiarte y ayudar a tus poderes a terminar de madurar. Marcus te ayudó en su momento pero ya no sirve, es una distracción más que otra cosa.
Debía de enfrentarme a esta situación de una forma correcta. Sabía que esta mujer, Diosa, tenía su parte de razón. No era tanto la pelea como mi poder el que necesitaba ser entrenado y con Marcus no lo estaba logrando.
— ¿Cómo se que lo que me dices es verdad y no es un truco de Ángel?
De repente un velo negro cayó sobre mí, no veía nada. Hasta que imágenes de luchas y guerras en la antigüedad vinieron a mí. En una de estas observé a una guerrera muy singular. Ella tenía el pelo largo y plateado bailando al viento, su piel morena y sobre ella ropa de cuero verde y metal cubriéndola, una armadura.
Su rostro era hermoso, fuera de lo común, sus ojos eran de un negro profundo. Luchaba con fuerza, con valor. Un hombre del bando enemigo llego por detrás y antes de que pudiera evitarlo le cortó la cabeza.
Un grito de horror escapo de mis labios, pero en el mismo instante apareció una mujer, ella era Erixi y si que parecía toda una Diosa de la guerra. La coraza negra que llevaba puesta hacía destacar su cabello largo y voluptuoso flotando a su alrededor, reflejándose en ella y creando la ilusión de chispas saliendo de la misma.
Se dirigió hasta el cuerpo de la guerrera decapitada, matando a todo el que se le cruzase.
Cuando llegó se agachó junto a ella y clavó su espada en el campo de batalla, las raíces salieron disparadas de la tierra y rodearon el cuerpo de la mujer. Poco a poco un intenso fuego azul cubrió todas las raíces que la envolvían. Cuando el fuego cesó solo quedaron cenizas y de ellas emergió una mano, levantando un viento huracanado. La batalla hacía tiempo había acabado, un mortal silencio reinaba el lugar. La mujer de pelo plateado terminó por salir y el viento se detuvo.
Erixi se acercó a ella y le dijo:
—Gracias a tu valentía en el campo de batalla te he otorgado un don. Ahora tú tienes el deber de proteger a todos los seres indefensos que habitan este mundo. Te nombro Fénix la Primera Guardiana del Bosque.
»Tranquila no estarás sola en esta dura lucha, más Hermanas se irán uniendo a ti en este viaje y tú serás a quien ellas deban respeto y a quien sigan como su líder.
Mi visión volvió a sumirse en una espesura negra y poco a poco regresé a donde me encontraba antes, en el gimnasio. Erixi estaba a mi lado, esperando a que yo reaccionase de alguna forma.
— ¿Eres nuestra creadora? —Cuestioné incrédula a la par que fascinada.
—Sí. Debes venir conmigo, ahora. Debes recibir el entrenamiento adecuado o jamás lograrás derrotar a esa escoria Maldita.
— ¿Qué me vaya contigo y Marcus? No puedo dejarle atrás, no puedo. —Susurré con la tristeza impregnando mi voz.
—Te doy hasta el amanecer de mañana. Despídete y luego te marcharás. Necesitas alejarte de los sentimientos que el brujo despierta en ti, te hacen más débil.
No pude evitar rememorar los últimos momentos en mi cabeza de camino al apartamento. Sabía en lo más profundo que ella tenía razón y si quería acabar con todo esto la necesitaba. Tal vez, después de que esta guerra acabará podría volver con él...
Cuando entré en el apartamento supe que algo no iba bien.
Encontré con que todo allí estaba destrozado. Había una nota pegada en una pared cerca de la entrada:
He capturado a tu preciado Marcus, entrégate y no le causare ningún daño irreparable. Ángel.
Un insoportable dolor se instaló en mi pecho, como si una mano de hierro me lo estuviese aprisionando. Escuché en ese momento unos lloros procedentes de la habitación, Thor. Lo encontré bajo la cama cubierto de sangre, parecía que no era de él.
Una rabia que hasta ese momento jamás había sentido se apoderó de mi tan fuerte... Juré en ese instante que mataría a ese pedazo de mierda llamado Ángel, aunque fuera lo último que hiciese en esta miserable vida.
Necesitabaa cierta Diosa.
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La Última Guardiana. (Dioses Y Guardianas 1)
FantasyElla estaba sola. Ella estaba en peligro. Su primer instinto: Matar. Ese fue el momento que les cambio la vida de una forma que jamás se hubieran ni imaginado. Dana era una joven alegre y despreocupada en la vida. Marcus tenía un objetivo: Dana. Nad...