1- Frío

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Me desperté con un dolor sordo en la cabeza. Miré a mí alrededor, estaba en una habitación pequeña, sobre una cama grande con dosel. En la penumbra vislumbré un tocador, y un poco mas apartado, un pequeño armario.

Me levanté para observar todo con mayor detenimiento, pese a la escasa iluminación. Parecía antiguo, muy antiguo. ¿Dónde me encontraba? ¿Quién me tenía allí? Comencé a temblar aterrada ante la perspectiva de haber sido secuestrada... aquel hombre de mirada verde-plateada, el otro huyendo mientras dejaba un charco de sangre a su paso...

Fui al tocador, pasé la mano por la estructura y me miré en el espejo y fui consciente del cambio en mi apariencia. ¿Qué me ha sucedido? No recordaba cómo había llegado hasta aquí. ¿Durante cuánto tiempo me habrán tenido en este lugar? ¿Dónde estará la ropa que traía puesta?

Mi cabello se encontraba suelto, desordenado y con los bucles rozando la espalda, la cara lavada y un camisón blanco, de una tela fina, hasta debajo de las rodillas. El reflejo que me llegaba del otro lado se parecía a mí pero no era yo, tenía que ser imposible. Fui hacia el armario, lo abrí y ahí localicé las prendas extraídas de mi cuerpo, en un rincón dobladas. Me vestí rápidamente ya que hacía frío en la habitación.

¿Quién me había secuestrado? Volví a preguntarme. Los sucesos ocurridos antes de llegar a este lugar atacaron mi mente sin compasión. Solo podía pensar en ello y en como escapar. El frío de la habitación se sumergió bajo mi piel, haciéndola erizar.

Busqué una puerta y la encontré en una esquina, corrí a comprobar si estaba abierta. ¡Oh gracias a Dios, lo estaba! Salí de allí lo más rápido que pude, todo era antiguo, frío y oscuro, daba verdadera grima... Con esa última sensación me llegó una imagen a la cabeza, unos ojos verdes con matices plateados, vacíos, fríos y aterradores, como un presagio.

Me paré en seco en medio del pasillo en el cual me encontraba. Mi cuerpo comenzó a temblar. Volteé y ahí estaba el dueño de esos ojos, aun más aterrador que estos. Yo pienso que por instinto, o estupidez ― a veces son lo mismo― me eché a correr en dirección contraria a él, tratando de buscar una salida.

Giré la cabeza para comprobar cuanto le faltaba para alcanzarme, pero no estaba, eso comenzaba a irritarme un poco. Seguí corriendo cada vez lo más rápido posible, pero sin saber a dónde ir. Solo era un largo corredor con muchas puertas que no sabía a donde conducían. Al volver la vista al frente y ahí estaba él, tan enorme y terrorífico, cortándome el paso.

Temblé de miedo. ¿Qué querría de mí ese hombre?

La Última Guardiana. (Dioses Y Guardianas 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora