27 - Curativo.

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Habían pasado dos meses desde que Marcus volvió de su cautiverio. Cada día que pasaba éramos más felices, aprovechábamos cada momento para demostrarnos todo el amor que nos profesábamos el uno al otro. Marcus me habló sobre mi madre, me contó historias de ella como guardiana. Siobhan, mi madre, no había sido muy fuerte, según Marcus su deber en la vida era el de concebirme. Ella era una delicada flor, frágil. Por lo que Marcus me contaba ella y yo éramos muy similares en aspecto físico pero no nos parecíamos en nada en el carácter.

Ahora nos encontrábamos en la sala de entrenamiento, luchando cuerpo a cuerpo, sin armas. Era nuestra rutina diaria, después de entrenar iríamos a la ducha... pensar en lo que ocurriría más tarde me distrajo por lo que Marcus aprovechó y me golpeó en el estomago con su antebrazo, yo me doblé de dolor. Preocupado por si me había hecho demasiado daño se acercó a mí. Cuando lo tenía rozando su mano en mi espalda, con la pierna más cercana a él le barrí tirándolo al suelo y con un ágil movimiento coloqué el codo en su cuello inmovilizándolo.

—He ganado.

—Eso no es justo, has hecho trampa. –Gruñó Marcus enfadado.

—No se puede tener compasión de tu enemigo, en una lucha real estarías muerto. —Le conteste repitiendo palabras que habían salido de su boca meses antes.

Entonces me eché a reír cual loca desquiciada, aparté el codo de su cuello. Levanté el culo del suelo y le tendí una mano para ayudarlo a levantarse. Él se vengó cargándome en brazos por sorpresa, me llevó hasta la ducha de nuestra habitación. Conectó el agua haciendo que nos empapásemos por completo. No se oía otra cosa que no fuera nuestra respiración entrecortada debido a los múltiples besos, ninguno de los dos nos saciábamos nunca el uno del otro, no teníamos fin.

Una vez ya limpios y relajados... Marcus nos transportó a los dos al apartamento de la ciudad. Para entrenar íbamos a la casa del bosque para estar más tranquilos y a nuestras anchas, allí nadie nos molestaba. Pero para el resto del día íbamos al apartamento. Thor nos esperaba siempre impaciente para que lo sacásemos a pasear por el parque.

Cuando nos aparecimos en el salón ya estaba esperando a oír los ladridos del dogo, cuando lo único que escuché fue silencio me tensé. Inmediatamente supe que algo no andaba bien.

Fui corriendo a la habitación, Marcus me pisaba los talones. Ahí estaba el dogo tumbado en el suelo de la habitación jadeando desesperado, se estaba ahogando en un charco de su propia sangre. A su lado estaba la figura de un vil ser, Dríane. Iba cubierta de sangre de los pies a la cabeza, en su boca es donde había más porcentaje del líquido rojo acumulado. Había desgarrado el cuello de mi pequeño Thor con sus repugnantes dientes.

Antes de poder siquiera racionalizar algo le lancé una bola de fuego azul a la Maldita, pero ella se desvaneció en el aire quedaron sus palabras susurradas: te estamos esperando, Guardiana.

Me derrumbé en el suelo de la habitación. Thor todavía seguía con vida, pero veía como esta se iba apagando poco a poco sin poder hacer nada por el pobre animal. Pasé las manos por el suave pelaje blanco salpicado de sangre del dogo, los dedos se me quedaban atascados en la sangre que se había secado. Las lágrimas surcaban mis mejillas sin parar. Marcus se colocó tras de mí, pero él no me tocaba.

A los minutos noté como el débil latido del perro iba cesando en su empeño de seguir adelante. Esto no quedaría así, Dríane lo pagaría. Pum.... Pum... Pum... Se había ido.

Pero nada más apagarse su corazón, mis palmas comenzaron a cosquillear, me las miré y de ellas irradiaba un ligero azul brillante, muy semejante al del fuego. Como si lo hubiera hecho mil veces, coloqué la palma de mano derecha en el cuello del animal, donde la Maldita lo había desgarrado, y la otra mano en el corazón. No pasó nada inmediatamente, pero cuando transcurrieron unos minutos, un gran jadeo sacudió la habitación.

Thor seguía con vida.

Yo no podía parar de llorar, abracé al perro con todo mi amor y dejé que él me lamiera el rostro. Nada más comprobar como volvía a la vida mi cabeza había decidido que no podía quedarse conmigo por más tiempo, lo llevaría a un centro de adopción o le buscaría alguna buena familia, allí estaría más seguro.

Marcus seguía detrás de mí, se había quedado inmovilizado en el sitio debido a la escena que acababa de presenciar, ni si quiera yo me la acababa de creer. Me giré y le miré a los ojos.

—No voy a permitir que Dríane, Ángel y su sequito de Malditos vivan por mucho más tiempo. Juro que voy a exterminar a cada Maldito y a cada ser que tenga sangre de esos miserables en sus pútridas venas.

Lo que Dana no sabía era que esas palabras se podían volver en su contra...


La Última Guardiana. (Dioses Y Guardianas 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora