23 - Furia.

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Mi cara estaba hundida tan profundamente en el barro, que no sé cómo podía respirar. Llevaba casi un mes con Erixi, ella se había instalado en el apartamento. Aseguraba que no sabían dónde estábamos, decidí creerla. Pero opinaba que para entrenar era mejor ir a un lugar más apartado de miradas ajenas, en eso le daba la razón. Así que íbamos a un bosque a las afueras de la ciudad.

Fui levantándome patéticamente del suelo, cada uno de mis músculos y huesos se quejaba por tal acción. Dios yo no voy a poder aguantar este ritmo mucho mas o creo que me romperé. Necesito un respiro, pero esta Diosa no sabe lo que es eso. Si por lo menos cada vez que no estamos peleando, intentara no seducirme... Toda esta situación me agota, no tengo ni un segundo para respirar, siempre alerta. ¡Ah y qué no se me olvide lo peor de todo, no estoy avanzando en alcanzar un mayor nivel en mis poderes!

— ¿Pero tú que eres una Guardiana o una niña que no para de lloriquear? ¿Así es como quieres recuperar a tu Marcus?

Con estas palabras Erixi agotó mi paciencia y exploté.

— ¿Y tú que eres, eh?, una Diosa perra que no sabe mantener las manos en su sitio, que no hace más que joder a la gente con toda la mierda que tiene para echar encima. Ahora me vas a escuchar tú, porque ya no te aguanto más. Yo amo a Marcus así que aleja tus malditas manos de mí, porque por muy Diosa que seas no te lo voy a permitir. El único motivo de que este aquí contigo no es otro que recuperar a Marcus, por lo que hazme un puto favor, a mí y al mundo, y cállate.

Oh Dios mío... ¿Qué acababa de hacer? Yo no soy así, pero había perdido la calma.

— ¡Por fin! Llevo desde que empezamos intentando sacar toda esa pasión, esa furia de tu interior, pero niña me lo has puesto complicado. —Me quedé perpleja ante lo que acababa de escuchar. ¿Me había estado provocando todo este tiempo?

— ¿Para qué lo has hecho?

De verdad que esta Diosa va a conseguir volverme loca. Mi pecho subía y bajaba a un ritmo frenético mientras aguardaba la respuesta de Erixi.

—Sin una motivación lo suficiente fuerte no podrías sacar todo lo que llevas dentro en tan poco tiempo. Ya pensaba que no lo lograría. —La Diosa puso cara de satisfacción. —Menos mal que no me he dado por vencida.

Desde la semana anterior en la que Erixi me había hecho explotar, las emociones dentro de mí bullían sin cesar ni un solo segundo. Un dolor insoportable me recorría por todo mi ser, nada podía calmarlo, nada. Este comenzaba en mi corazón y de allí se iba extendiendo por el resto de mi cuerpo, haciendo que cada movimiento se me hiciese insoportable.

Había estado silenciando el dolor por la pérdida de Marcus, callando lo que mi corazón gritaba. Le amaba. Había llegado a sentir por ese hombre algo que jamás pensé que fuera posible. Al reprimir esa parte de mí, no estaba dando todo lo que podía. Por ello Erixi había estado sacándome de mis casillas hasta que exploté. Diosa chiflada.

—No es bueno que te pases todo el día frente a la ventana, Dana. —Una mano se posó sobre mi hombro, mientras me susurraba esas palabras roncas en mi oído. Subí una mano hasta la que descansaba en mi hombro, era grande y fuerte, al igual que su dueño. —Te echo de menos, Marcus... —Sentía la calidez de su cuerpo tras de mí, pero en cuanto me giré, él ya no estaba ahí... En ese mismo instante una pequeña brisa me sacudió, con ella viajaban unas palabras: Pues ven a por mí, te estoy esperando.

En cuanto las escuché, algo dentro de mí se accionó. Llevaba días pasándome esto, pero era la primera vez que él me hablaba. No podía esperar más, tenía que liberarlo de su cautiverio cuanto antes. Solo de pensar en los horrores que Ángel le tiene que estar haciendo pasar, se me encogía el corazón.

Erixi y yo nos habíamos pasado días planeando una forma adecuada de irrumpir en el campamento de los Malditos. Sabia donde estaba situado y cuál era mi objetivo. Si la Diosa no venia conmigo, no iba a impedírmelo a mí. Ya no podía esperar más, y Marcus tampoco.

— ¿A dónde te crees que vas, Guardiana? —Dijo Erixi al verme coger las armas del baúl.

—A liberar a Marcus.

Mientras decía aquello, me até a cada muslo un cinturón con una daga. Llevaba puesto un mono negro que facilitaba todos mis movimientos, cortesía de Erixi. Me recogí el pelo en una coleta para que no me estorbara en la visión.

—No vas a poder sola, todavía te falta adiestramiento. Voy contigo.

Chasqueo sus dedos y se vistió con lo que parecía su armadura de guerra. Estaba desgastada pero aun así se veía imponente. La formaba un top de metal y encima de este había una cota de malla ajustada a su pecho con total perfección. En la parte de abajo llevaba una falda, también de cota de malla, que dejaba todos sus muslos al descubierto, pero que en la zona del centro se alargaba hasta más de mirad de muslo. Agarrada a su cinto dormía su espada esperando por la sangre de sus víctimas.

—Interesante conjunto Diosa, ¿Pero de verdad te protege?

—Nadie se acerca a mí a no ser que yo lo permita. No tienes nada de que temer, Guardiana. Son mis enemigos los que tienen que tener miedo de mi ira y mi mortífera espada, con ella he despellejado y degollado a incontables hombres... pero solo hay uno que me interesa, y su nombre está grabado a fuego en la hoja de mi espada, esperando a ser borrado con su sangre de Maldito.

—Ángel. —Todavía no sabía cuál era su historia, pero viendo el odio y la ira en los ojos de Erixi intuía que no había acabado muy bien.

—Sí, maldigo el día en que mis hermanos y hermanas permitieron a ese ser siquiera respirar.


La Última Guardiana. (Dioses Y Guardianas 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora