26 - Pesadillas.

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—No pasa nada cariño, no es más que un arañazo. —Dijo mi mama mientras me curaba el corte que me había hecho con un cristal roto, a lo que llamaron al timbre. —Ahora vengo Dana, quédate quieta, ¿Vale cariño?

Asentí con la cabeza.

Como mi mama me había ordenado, me quedé en el sofá quieta, esperando a que regresase. De repente se empezaron a escuchar voces y de inmediato las reconocí. En cuanto cruzaron el umbral de la puerta del salón, salté del sofá y me tiré encima de mi tío Cedric.

— ¿Cómo esta mi pequeñaja? —Preguntó este mientras me levantaba por los aires y me daba vueltas. Yo no paraba de reírme a carcajada limpia, me sentía tan feliz... —Ya veo que estás bien.

Cuando me dejó en el suelo justo entraban en la habitación mi madre con tío Marcus. También me tiré encima de él, que me recibió con un gran abrazo.

—Oh que grande estas ya Dana, ¿Cuántos años tienes ya? –comencé a contarlos con los deditos hasta que llegue al dedo corazón. – ¡tes! –Todos se rieron suavemente.

—Cedric tenemos que hablar. —Le dijo mi madre a este con cara de preocupación. — ¿Qué ocurre Siobhan? —Aquí no, vamos a la cocina.

—No os preocupéis yo me llevo a Dana a dar un paseo al parque. ¿Quieres pequeña?

— ¡Sí! —Contesté entusiasta levantando los bracitos para que me cogiese en brazos. —Pues vamos a vestirnos ¿no? No querrás irte a la calle con la ropita de dormir ¿no pequeñaja?

Pero antes de poder hacer nada, mi mama gritó muy fuerte y se cayó al suelo. Cedric se agachó corriendo junto a ella y la levantó en sus brazos.

— ¡Siobhan! ¡Siobhan! —Le gritaba Cedric mientras la zarandeaba para despertarla.

— ¡Mami! —intentaba bajarme de los brazos de Marcus pero este me agarraba muy fuerte para que no me cayese al suelo. Entonces mama comenzó a despertarse de su desmayo.

—Ya están aquí. —Dijo ella. Sus palmas comenzaron a brillar un intenso remolino blanquinoso. Se puso en pie. Esa parecía mi mama pero a la vez no lo parecía. —Marcus ve a esconder a la niña y ven, te necesitamos. —Dijo con total seriedad mi mama.

— ¿Cuántos vienen Siobhan? —Pregunto Cedric. —Ángel y su endemoniada hija, Dríane.

No me dio tiempo a contemplar nada más de aquella escena, ya que Marcus me escondió en una habitación secreta que había en el cuarto de mami, nunca la había visto.

—No salgas de aquí hasta que no vengamos a por ti, ¿Me oyes? —Asentí.

Antes de desaparecer, Marcus se agachó y me dio un tierno beso en la frente. Luego cerro la pared que hacía de puerta, también parecía que movía un mueble delante de ella.

Estuve allí encerrada por lo que me parecieron horas. No paraba de oír golpes, parecía que un terremoto se hubiese instalado en la casa. Pero lo peor no llego hasta que no oí el grito que reconocí como el de mi mama. Lo más aterrador de esa situación era que nada más oír el grito, le siguió unas horribles carcajadas que se hacían eco por todos los rincones de la casa.

Pasó mucho más tiempo hasta que alguien vino a por mí. Fue Marcus el que apareció, abrió la pared y me sacó de allí dentro. Estaba todo cubierto de sangre, me manchó todo el camisón blanco que llevaba puesto. En todo este suceso no había parado de abrazar al peluche que había dentro de la habitación de la pared, aun lo llevaba conmigo.

Me zafé de los brazos de Marcus y me fui corriendo hasta el salón de la casa. Allí encontré la peor estampa de todas, las paredes llenas de sangre, los muebles destrozados y a mi mama clavada sobre la pared con una espada. De su espalda nacía un par de alas blancas, ahora cubiertas de sangre, su sangre.

Marcus llegó tras de mí en tan solo un segundo después de que contemplase todo aquello, pero ya era demasiado tarde. Lo había visto todo.

***

Estaba despertándome de la pesadilla que acababa de tener... mi madre, Siobhan. Hacía mucho tiempo que no pensaba en mi madre biológica. Creo que la pesadilla que acababa de tener no era producto de mi imaginación, sino un recuerdo reprimido. Siempre me había preguntado que le había pasado a mi madre, ya que fui criada desde los tres años en un hogar de acogida tras otro. La verdad ya no me sorprende nada. Noté un ligero movimiento a mi lado, Marcus. Me volví hacia él y le di un suave beso en los labios.

—Buenos días, preciosa. —Dijo Marcus con voz ronca. Yo me reí en respuesta y me acomodé en sus brazos, necesitaba su calor para recuperarme de la pesadilla.

—He soñado contigo... y con Cedric y Siobhan. –De repente su cuerpo se quedó rígido. Se colocó encima de mí para poder mirarme a los ojos.

— ¿Qué has soñado?

—Con la muerte de mi madre... —la visión comenzó a ponérseme borrosa debido a las lágrimas que luchaban por salir. —Sé que tú y Cedric os encargasteis de protegernos, pero Ángel y Dríane eran demasiado fuertes. Nunca más lo serán y yo vengaré a mi madre.

—No quiero recordar viejos tiempos... ese día fue cuando se llevaron a Cedric. —Dijo Marcus con la voz rota de dolor.

—Olvidemos el pasado, centrémonos en el ahora. –Nada mas pronunciar esas palabras, me elevé para besar a Marcus y olvidarnos del pasado con caricias.

— ¿Sabes una cosa, Dana? —Comentó este mirándome directamente a los ojos.

—Dime, Marcus.

El corazón no me cabía en el pecho debido a la intensidad de los latidos.

—Te amo Dana. —Bajó el rostro a mi cuello y depositó en él un dulce beso, una caricia de sus labios.

—Yo también te amo Marcus. —Los sentimientos rebosaban dentro de mí, no podía contenerme por más tiempo. —Y ahora bésame.


La Última Guardiana. (Dioses Y Guardianas 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora