30 - Fin.

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Surgió una tremenda luz que nos cegó a todos. Cuando esta cesó, un grupo de siete hermosas criaturas se había instalado a nuestro alrededor. Reconocí tres caras. Dos de ellas no me costó reconocerlas, eran Dafne y Flor, a la última la vi en una de mis visiones del pasado, se llamaba Astrid si bien recuerdo. Las otras Guardianas no las reconocí. No obstante, una captó mi atención, parecía la líder. Ella tenía un pelo rubio pálido, una tez morena, pero casi traslúcida, junto con unos grandes ojos rasgados de un arremolinante color plata fundido con pétalos violetas.

Todas alzaron los brazos y la tierra comenzó a retumbar, pero esta vez con más ímpetu. No solo pasó eso, sino que el cielo se oscureció en un segundo y una lluvia feroz nos cubrió, un viento huracanado se unió a la fiesta. Los elementos, la fuerza natural que hace poderosas a las Guardianas, la fuente de nuestro poder. Tierra, Agua, Aire y Fuego.

La Guardiana líder bajó un brazo, y me señaló. Al principio no lo comprendí, pero luego sí. Querían que me uniese a ellas, que el círculo se cerrase, el último elemento, Fuego. Purificador. Destructor. Ahora ella abrió su mano y esta comenzó a brillar, como a mí también me ocurría. Iba a alzar la mano para unirme a ella, pero entonces sentí un dolor tremendo instalándose en mi pecho, en mi corazón. Me quedé sin respiración cuando vi a Ángel con el corazón de Marcus en la mano, lo aplastó y con eso Marcus cayó al suelo. Él todavía seguía con vida, un inmortal no podía morir más que decapitado o por fuego azul.

Erixi se lanzó a por Ángel, pero Dríane se interpuso entre ellos y cayeron al barro. Las dos peleaban ferozmente. La Maldita salió disparada de una patada en el estómago que la Diosa le había propinado. Esas dos siguieron peleándose, mientras Ángel y yo teníamos nuestro particular duelo. Marcus se encontraba muy débil, hasta dentro de un gran período de tiempo no despertaría, tenía mucho que regenerar.

Desplegué mis alas después de haber saltado en el aire, las gotas de lluvia se clavaban duramente en mi rostro y el feroz viento no hacía muy fácil la tarea de mantenerse en el aire. Por suerte mis habilidades me permitían controlarlo con sencillez. Concentré una gran cantidad de poder en mis palmas y apunté a Ángel con ellas. Sabía que él no se quedaría quieto, pero no me imaginé que cogería el inerte cuerpo de Marcus y lo interpondría entre los dos, haciendo que se desintegrase de inmediato. Abrió sus ojos antes de que el fuego lo consumiera completamente, me miró fijamente y desapareció.

Fue entonces cuando el más horrible de los dolores se filtró dentro de mí, partiéndome en dos. Grité al cielo y todo se congeló, todos me miraron. Yo solo podía ver a Ángel.

—Únete a mí Dana. —Dijo el descaradamente. —Juntos acabaremos con tu dolor, eres mi hija, tu deber es estar junto a tu padre.

— ¿Como osas hablarme? —Grité furiosa. — ¡Cállate!

Él solo me miró con una gran sonrisa dibujada en sus labios. La ira me dominaba. Marcus, mi amor... estaba muerto. Yo lo había matado. Mi corazón sangraba de dolor, esta sería una herida que jamás se borraría. Estaba tan furiosa con el mundo, con Ángel... pero sobretodo conmigo misma. Este sentimiento me estaba corroyendo con gran dureza, me consumía. Sentía como el aire abandonaba mis pulmones, estaba descendiendo de las alturas. Con fuerza caí sobre el suelo embarrado, con mis manos en la garganta, arañándome por la falta de aire. Todo el cuerpo me ardía, pero no como cuando mi poder surgía. Era totalmente diferente.

—¿Qu...que... m..me pas...a? —Logré decir.

—Tu sangre Maldita está saliendo a la luz. —Se rió Ángel. —La ira te ha conseguido dominar de tal manera, que tu lado más oscuro ha logrado salir de la cárcel en la que tu madre lo había metido. Ya eres mía y juntos lo dominaremos todo, seremos los seres más poderosos. Tú, Dríane y yo, juntos, los tres como siempre debió ser.

Iba a contestarle, pero entonces una voz se instaló en mi mente. «Guardiana, no te rindas, tu luz es demasiado poderosa como para que justo ahora, después de todo lo que Marcus ha dado por ti, la destruyas. Sabes lo que tienes que hacer para estar en paz contigo misma.». Sabía de quien provenían aquellas sabias palabras, de la Guardiana líder, Fénix. De hecho, sabía perfectamente que era lo que tenía que hacer.

Alcé el rostro del barro y vi a lo lejos que Erixi estaba agarrada por cuatro Malditos, mientras Dríane le golpeaba en el rostro y el estómago con fuerza. Entonces la Maldita se acercó a decirle algo a la Diosa al oído y esta última se puso furiosa, le escupió la sangre de su boca a la cara de la primera. Erixi comenzó a dar golpes y a moverse como una autentica Diosa de la Lucha y la Guerra, consiguió coger su espada que estaba tirada a medio metro de ella y con destreza cercenó dos pares de cabezas de Maldito. Lo último que vi de ella fue cuando se dirigió a por Dríane y le clavó la espada en el corazón.

Cerré los ojos y contuve todo lo que pude el dolor de la sangre infectada que corría por mis venas, me ocasionaba. Una vez controlado logré levantarme, Ángel me miró atento. Yo simplemente extendí mi brazo, con la palma abierta y concentrando todo el poder que tenía en ella. Miré fijamente a la Guardiana líder que estaba situada tras Ángel, ella también tenía su mano extendida hacía mí. Un remolino comenzó a surgir en el cielo gris, brillaba cada vez con más intensidad.

—Dana no lo hagas, te arrepentirás. ¡Estarás sola para el resto de tu vida inmortal! —Dijo Ángel totalmente desesperado, sabía que era su fin.

Nos encontrábamos frente a frente la primera y la última Guardiana del Bosque, juntas en el fin de una era de magia, amor, traiciones, poder... Esta vez las cenizas no volverán a resurgir, el tiempo será olvidado y nadie sabrá nunca que ocurrió aquí, ni quienes eras las Hermanas del Bosque y los sacrificios que hicieron por la vida. Lentamente Fénix levantó sus brazos al cielo, uniéndose al resto de Guardianas. El círculo estaba cerrado, de cada una de las manos surgió un rayo de fuego azul, estos se unían entre sí, formando un círculo a mí alrededor. Ángel también se encontraba dentro del círculo de fuego. «Tú puedes, Dana, eres una de nosotras.». Entonces me uní a ellas y levanté los brazos al cielo, del gran remolino surgió un rayo que me golpeó de lleno. Este se esparció al resto de Guardianas, mis Hermanas. Al llegar a ellas fue como si una explosión de gran escala hubiese golpeado el lugar, nadie mortal ni inmortal podía haber sobrevivido a aquello. El poder de las Guardianas más poderosas que nunca han existido, se había unido para derrocar al poder oscuro de los Malditos.

El lugar se sumergió en la calma y el silencio, parecía que nunca hubiese habido una gran pelea de inmortales en aquel lugar. El final había llegado y no estaba triste, porque sabía que me reuniría con Marcus...


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Bueno pues este es el final, pero no me matéis.

Me da muchísima pena despedirme de estos personajes pero yo siento que la historia de Dana ha de terminar así.

Todavía queda el epilogo, en el aun os esperan algunas sorpresitas jejeje

Espero que os haya gustado la historia... Vuestros comentarios con la opinión sobre la historia me alegrarían muchísimo!!

Un beso!:D


La Última Guardiana. (Dioses Y Guardianas 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora