10 - Magia.

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No podía ser... ¿cómo mi vida ha podido dar este tremendo giro de acontecimientos? Una chica normal, con una vida simple y sencilla, todo de lo más corriente. No entendía como ha llegado a ocurrirme nada de esto, pero debía de afrontar los hechos con la fuerza necesaria y además no podía ser cobarde en esta vida, ni en ninguna. Nunca más.

Marcus nos miraba a mí y a Cedric intermitentemente, no salía de su asombro. No terminaba de fiarme de nada de lo que él pudiese inventarse. Todo había sido demasiado extraño y repentino. No le quitaría el ojo de encima y como se le ocurriese volver a ponerse agresivo... « ¿Qué harás? ¿Rascarle con tu uñitas? ¿Gritar?». Mi conciencia se reía burlona de mí.

—Dana. —Llamó mi atención Marcus y lo miré interrogante. —No te fíes de él.

—Tranquilo, no entraba en mis planes. —Dije con mis palabras desbordando confianza en mí misma.

Cedric nos miraba a ambos, sin saber cómo actuar.

—Tranquilos, no os dañaré, ¿Cómo podría? Marcus, eres como un hijo para mí, y Dana, te pareces tanto a ella... simplemente una idea inconcebible.

—Está bien, pero si quieres que confiemos en ti, déjanos ponerte en periodo de prueba. —Exigió Marcus.

—Me parece razonable, no esperaba menos de ti Marcus. —Respondió pacífico el Maldito.

***

Todavía seguía un poco aturdida y desencajada por todos los repentinos cambios en mi vida. Para intentar calmar mis nervios, el otro lado de la cama se hundió bajo el peso del cuerpo masculino de Marcus, que se tumbó a mi lado. Me abrazó mientras besaba con dulzura mi frente y me reconfortaba en absoluto silencio. Así estuvimos por lo que me parecieron horas...

—Dana... ¿Qué puedo hacer por ti? —Cuestionó.

—Tan solo abrázame y no dejes que pierda la cordura. Por favor. —Respondí con voz suplicante.

Marcus me abrazó más fuerte mientras me limpiaba las lágrimas con sus dedos. Entre sus fuertes y acogedores brazos, que parecían hechos para mí, me calmé. En ese mismo instante me percaté de algo... comenzaba a sentir cosas más allá de la atracción hacia Marcus... ya no lo podía negar más. Aunque pareciese extraño ya que él me secuestró, pero fue porque no me matasen. A parte, sentía una extraña conexión con este hombre que no era capaz de explicar.

— Marcus, ¿Qué pasa si la Última Guardiana muere?

—Si tú mueres, los Malditos conseguirán su venganza y ya no existirá nadie capaz de controlarlos porque su vida está ligada a la sangre ancestral que corre por tus venas. Eso te hace la única con el poder de acabar con ellos de una vez por todas.

—Pero puede que no hagan cosas malas, ¿no? —Comenté con un ápice de esperanza.

—Ellos atentaron contra la vida Dana y eso es un terrible delito. Si lo hicieron una vez, lo volverán a hacer. —Marcus se encogió de hombros. —Yo no puse las normas Dana.

—Pero ahora ellos también matan y hacen daño... ya son inmortales ¿qué cambio habría conmigo muerta? No entiendo este castigo que las Guardianas impusieron sobre ellos.

—No solo estaban condenados a vagar por el mundo, solos. Como ya te expliqué, las Guardianas los dejaban por siglos enterrados en el fondo marino, condenados una y otra vez a una muerte eterna.

— ¡Eso es horrible! No me extraña que ahora quieran venganza.

—No solo es venganza, una vez que ellos sean libres, podrán volver a usar la magia ponzoñosa del pasado. Ellos dañaran todo a su alrededor, creado sufrimiento a más no poder.

No podía permitir que nada de lo que Marcus me contaba llegase a suceder nunca. Una parte que hasta ahora estuvo inconsciente en mi interior clamaba por la extinción de todos y cada uno de esos malévolos seres.

— ¿Qué puedo hacer yo para detenerlos? —Cuestioné ahora más decidida.

—Primero comencemos con un poco de defensa personal. —Dijo él no muy convencido. —Necesitarás estar muy preparada para lo que se nos avecina, Dana. Quiero que seas consciente de la gravedad de la situación.

— ¿Quieres que yo me pegue con alguien? —Cuestioné. Jamás me había peleado con nadie. Sin embargo: —Estoy preparada para lo que sea que tenga que hacer, Marcus.

—La lucha y la magia fluyen por tus venas Dana, Última Guardiana del Bosque.

—Magia... ¿Hago magia? Sorprendente. —Susurré incrédula a pesar de todo lo que estaba conociendo en estos días.

No me lo podía creer, yo con poderes. Miré mis manos esperando por algo apareciendo en ellas, mas no ocurrió nada. A lo mejor podía volar. Cuando ese pensamiento llegó a mi mente chiflada comience a reírme como una loca, yo volando. Jamás. Eso sí que no. Marcus me miraba con cara de no enterarse de nada de lo que ocurría conmigo. Creo que parece que estoy como una autentica regadera.

— ¿Dana? —Preguntó él.

—Ya está, ya está... ¡Ay, madre mía! Solo necesitaba asimilar datos. —Inspiro, espiro, inspiro, espiro. Bien ya estoy otra vez más cuerda. —Bien, pues ilumíname Marcus. ¿Qué es lo que puedo hacer?

—Eso lo tendremos que ir descubriendo. Lo que si tienes seguro son las habilidades base: agilidad, velocidad, fuerza y oído sobrehumano. Otra será la inmortalidad, salvo que te quemen en un tipo de fuego especial que muy pocos pueden conseguir.

—Oh vaya. ¡Increíble! —Susurré asombrada.

—Pero tu inmortalidad todavía no se ha desarrollado completamente. Ahora eres un poco más fuerte, pero sigues siendo vulnerable como un mortal normal.

— ¿Marcus?

—Dime Dana. —Respondió a mi pregunta.

—Cállate y abrázame fuerte. —Exigí ya cansada de hablar.

Él lo hizo y así me dormí en sus brazos, segura de que con él estaría protegida de todo lo malo, por lo menos hasta el nuevo amanecer. Marcus hacía que mi corazón latiese más deprisa y que a pesar de acabar de enterarme de que era un ser inmortal, la última de mi raza, hacía que no me sintiese diferente.

La Última Guardiana. (Dioses Y Guardianas 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora