Severus suspiró resignado.
La guerra había terminado. Su vida, era completamente suya. No más amos que le dijeran que hacer y sin embargo, ahí estaba de nuevo. Otra vez en Hogwarts.
Todavía no estaba seguro de porque había aceptado la llamada de Minerva pero volvía a estar entre las paredes de aquel viejo colegio.
Había rechazado el puesto de director que se le ofreció. Demasiada responsabilidad había dicho al rehusarlo. Si volvía, lo haría como profesor de pociones y hasta que/encontraran a alguien, también como profesor de defensa.
Quería vivir tranquilo la segunda oportunidad que la vida le otorgaba como si de un mal chiste se tratase.
Todavía se debatía entre pensar si el seguir con vida era un regalo o un irónico castigo del destino.
Cuando estaba muriendo desangrado en la casa de los gritos, por primera vez en sus 38 años se sintió en paz.
Estaba tranquilo, feliz incluso, mientras poco a poco la vida le abandonaba... Por fin todo terminaba. No más sufrimiento, no más ansiedad, no más de tener siempre la espada de Damocles colgando sobre su cabeza. Silencio tan solo, paz, reposo.
Entregó sus recuerdos a Potter. No para que la comunidad mágica supiera la verdad, si no para sentirse en paz consigo mismo. La opinión que se tuviese de él, le traía sin cuidado. Él había cumplido y la opinión del resto le importaba bien poco. Había peleado lo mejor que pudo y había llevado a cabo su misión. Solo le quedaba el descanso eterno como recompensa a su dura vida.
Con lo que no contaba, era con la aparición de su ahijado ni con el empeño que el joven y su madre pusieron en salvarle. Varios hechizos, antídotos y primeros auxilios muggles después, consiguieron estabilizarle lo suficiente para poder trasladar su maltrecho cuerpo al hospital para dejarle en manos de los sanadores y rezar por su recuperación.
Cuando pudo salir de San Mungo unos meses después, Narcissa y Draco insistieron en que se mudara con ellos hasta que se recuperara del todo.
Por supuesto no quiso. Quería estar solo. Necesitaba estar solo. Tenía mucho que procesar, mucho por lo que arrepentirse y su cuerpo le pedía a gritos rodearse de libros y alcohol para por empezar a poco a poco volver a la normalidad.
Pero el joven Malfoy le insistía a diario. No quería dejarle solo ya que no se fiaba de la cordura de su padrino. Sabía que por mucho que él insistiera, no debía estar solo después de pasar por algo tan traumático para todos.
Fueron semanas de insistencia y discusiones pero al final la noticia de que Narcissa había abandonado a Lucius fue lo que le hizo cambiar de opinión.
Después de tantos años juntos, la matriarca por fin había reunido el valor necesario para huir de ese matrimonio concertado y sin afecto ninguno. Por todos era sabido que el de los Malfoy no era un matrimonio feliz. Como muchos otros, fue un arreglo de la familia Balck con la familia Malfoy para seguir con el linaje puro de la sangre.
Narcissa estaba atrapada en un matrimonio sin amor ni cariño. Lo único bueno que sacó de ello fue a su hijo Draco. Una vez logró concebir un heredero nunca más volvió a encamarse con su marido. No era ningún secreto que Lucius tenía varios amantes tanto hombres como mujeres ni que Narcissa aguantaba estoicamente todo por el simple echo de mantener las apariencias.
Severus le tenia una gran estima a Narcissa y accedió a mudarse para que ella no se sintiera tan sola. La conocía muy bien y sabía que tomar esa decisión no había sido fácil para ella.
Ambos tenían largas conversaciones sobre el futuro. Cuando hablaban, era como si siguieran siendo compañeros de clase y los años no hubieran pasado para ellos. Se sentían seguros y era como si volvieran a ser dos niños con toda la vida por delante.
Ella le decía que él tenia que salir y aprovechar el titulo de héroe que se le había otorgado. Que disfrutara de su libertad y se buscara una novia. Potter y su cuadrilla se habían encargado de limpiar su nombre. Habían contado su historia para que todo el mundo le considerara un héroe aunque él no se sintiera así para nada.
Él reía amargamente y le decía que eso eran tonterías, que todos le odiarían y nadie querría cuentas con él, hasta que un día se dejó convencer por Draco y salieron a tomar una copa. Para su asombro, pudo comprobar que había mujeres interesadas en él. No entendía que le pasaba al mundo, todos debían de haberse vuelto locos.
Cabe decir que sacó ventaja de esa situación. Al fin y al cabo era un hombre joven y tenía las apetencias y necesidades normales que todo hombre tiene.
Durante un tiempo no faltaron mujeres entre sus sabanas pero no eran mas que encuentros vacíos y sin sentido. Placenteros? Si, pero vacíos.
Pronto se cansó de ellos. Tenía asumido que terminaría sus días solo y esa idea no le disgustaba para nada. Siempre había sabido disfrutar de la soledad y el emparejarse con alguien no entraba dentro de sus planes. No quería tener que cuidar de nadie.
La única mujer a la que amó hacía años la había perdido y nunca quiso ni pensó interesarse en nadie más. Nunca encontraría a nadie tan perfecta como ella. Inteligente, divertida, con una belleza distinta a las demás... Lo era todo. Hizo todo lo que pudo por ella y estaba convencido que nunca encontraría a nadie tan perfecta.
Seguramente tenía su recuerdo idealizado y se alejaba bastante de lo que era en realidad pero después de tantos años no se molestaba en pensar de otro modo.
Con el paso de los días, Narcissa volvió a ser lo que fue en el colegio, su mejor amiga y confidente.
Todavía recordaba con cierto humor y cariño aquella noche que tras unos cigarrillos y varias copas de whisky de fuego, traspasaron los limites de su estrecha amistad y se revolcaron cual adolescentes hormonados. Esa noche de sexo, alcohol y nicotina, les sirvió para darse cuenta que una relación entre ellos no iría a ninguna parte. Fue un encuentro torpe y algo incomodo. Ambos necesitaban el contacto pero estaban muy lejos de sentirse cómodos con ellos mismos como para disfrutarlo demasiado. Se despertaron avergonzados y sudorosos y tras vestirse y reír a carcajadas de forma nerviosa por lo ocurrido, nunca más hablaron del tema.
De todo eso hacía ya casi un año y Severus se sentía cansado. Los mas de 20 años al servicio del señor Oscuro le pesaban y mucho. Cargaba un gran peso sobre sus hombros y no sabía muy bien hacia donde se dirigía su vida.
Y ahí estaba de nuevo, con su capa hondeando tras de si mientras paseaba por aquellos pasillos de piedra la primera noche antes de empezar las clases.
Sabía que ese curso seria distinto. Muchos de sus alumnos habían muerto, otros no quisieron volver y los que habían vuelto, eran a los que menos le apetecía ver.
Potter y sus dos amiguitos, el alcornoque de zanahorio y doña insufrible sabelotodo ya andaban por el castillo.
De seguro a esas horas ya estaban en sus camas o eso esperaba. No quería alumnos merodeando por ahí a esas horas.
Vagaba sin un rumbo fijo por los pasillos cerca de la torre de astronomía, torre que le traía fatídicos recuerdos, cuando oyó un melodioso silbido unido a una suave melodía que le resultaba extrañamente familiar.
Mira por donde esa noche podía empezar a restar puntos a algún alumno que osaba estar fuera de la cama a deshora.
Subió en silencio la escalera de la torre haciendo gala de sus años como espía demostrando gran precisión y sigilo. Ya casi podía saborear el placer que sentiría al ver la cara de terror que seguro pondrían los alumnos sorprendidos.
Pero lo que vio al llegar arriba, no lo esperaba para nada.
Hermione Granger, la alumna modelo, el ejemplo a seguir, estaba sentada con las piernas colgando por los huecos entre los barrotes de la barandilla y lloraba mientras escuchaba una vieja canción muggle.
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Wind of Change (Sevmione/Snamione)
FanfictionLa guerra termina pero cambia la percepción de la vida de las personas que la viven. Vientos de cambio llegan a Severus y Hermione que tendrán que aprender a curarse juntos de todo el horror pasado.