Parte 23

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La respiración de Hermione era tranquila.

Su espalda se movía ligeramente y sus rizos caían en una cascada desordenada por ella.

Abrazaba una almohada.

Estaba desnuda.

Severus Snape estaba sentado en la silla del tocador de la chica mientras la veía dormir. Ella estaba tumbada boca abajo. La sábana había resbalado por sus curvas dejando su espalda, el lateral de un pecho y el principio de su redondo trasero al descubierto.

Era como contemplar la más maravillosa obra de arte jamás creada y era sólo para sus ojos.

Sentía que no la merecía.

Se recostó contra el respaldo de la silla y cruzó las piernas apoyando el tobillo derecho sobre la rodilla izquierda mientras daba una profunda calada al cigarrillo entre sus labios.

No podía apartar sus ojos de ella.

Esa hechicera se había convertido en su cielo y su infierno al mismo tiempo.

Sabía que había condenado todavía más su alma desde que puso un dedo sobre ella la primera vez pero aceptaría gustoso su condena.

Había valido la pena. Cada puñetero segundo de sufrimiento que ahora le tocase vivir, había valido la pena sólo por el mero hecho de haber sido testigo de su placer.

La miraba.

Estaba tranquila, satisfecha.

Poder enterrarse en las profundidades de su cuerpo había sido lo mejor que le había pasado en la vida.

Esa bruja era un templo del placer. Su templo del placer.

En dos días había tenido más orgasmos casi que en toda su vida adulta. No se cansaba de ella.

Era una maravilla para sus sentidos ver como se retorcía de placer bajo su toque, como respondía a sus atenciones, como gemía cuando la mordía en ese punto tan concreto de su cuello, como jadeaba antes de alcanzar el clímax.

Era perfecta, jodidamente perfecta.

La miró mientras apuraba su cigarrillo. Podría pasar el resto de su vida viéndola dormir y eso le asustaba. Mucho.

Esa niña estaba despertando un sentimiento en él que no podía controlar y eso para un maniático del control era aterrador.

Enterró ese pensamiento en el rincón más alejado de su mente y siguió mirando como dormía.

No podía soportar la idea de tener que abandonar la calidez de su cuerpo. Encajaban a la perfección. Como dos piezas de un puzzle creadas para ello. Pero tenían que volver a la realidad. Mañana comenzaban de nuevo las clases y esa... "eso" tenía que terminar. No quería llamar "relación" a lo que compartían.

Él seguía siendo su profesor. Ella era mayor de edad pero las reglas de la escuela eran para todos igual y evidentemente no arriesgaría el futuro de esa chica por embarcarse en algo prohibido sin saber si llegaría si quiera a buen puerto.

Le dolía en el alma tener que poner fin a esa, esa... "aventura" pero era lo correcto y lo más lógico.

Sólo el pensar que alguien más pudiese ver lo maravillosa que era ella en una situación íntima le revolvía las tripas. Era egoísta y no quería que los imperfectos ojos de cualquier descerebrado fuesen testigos de sus gestos de placer, de sus sonidos de gozo.

Eso lo quería sólo para él.

Severus era egoísta y no le gustaba compartir.

Suspiró resignado conocedor del solitario futuro que le esperaba y comprobó la hora. Eran las 8, hora de despertarla.

Wind of Change (Sevmione/Snamione)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora