Con la vista encandilada y los oídos abombados fue arrojada dentro de una habitación. Todo estaba blanco y no pudo ver en absoluto durante un instante que le pareció eterno. Sintió recelo y hasta algo de miedo, no tenía idea de quien la había apartado y donde estaba ahora. De apoco el pitido en sus oídos comenzó a aminar y los ecos de sonidos grotescos y disformes en la distancia, ahora le parecieron más definidos y cercanos; hasta que al fin los reconoció como voces a su lado.
—¿Dónde estoy?¿Que fue lo que ocurrió? —exigió todavía sin reconocer las sombras a su alrededor y la difusa escena. Lidias se restregó los ojos aun viendo lucecillas y centellas explosar.
—“Tranquila princesa, estás a salvo ” —se oyó una voz masculina.
—¿Verón Terraduna? —espetó aún enceguecida, mirando un punto errático—. ¿Eres tú y tus hombres?
—“Una agradable sorpresa y una alegría para nosotros verla con vida”—anunció la voz, que en efecto era la del Maestre—. “así es Lidias princesa, soy yo Verón y la hermandad Sagrada”.
—¿Qué me han hecho? —Se aprontó a amenazar con la espada y ponerse en guardia.
—“Por favor, no hace falta que desenfunde. Está usted entre manos amigas” —Se oyeron pasos sobre el suelo entablado de aquella estancia—. “Los efectos del destello pasarán en minutos, temo que nuestro hermano Garamon no tenía mejores trucos que esto”.
—Bah, parece que es uno de los favoritos de todo hechicero —comentó despectiva.
Tan pronto recuperó del todo su sentido de la vista, reconoció una habitación con paredes de piedra y un techo relativamente bajo; de piso entablado y poco pulcro. La luz se calaba por el encielado, al cual le faltaban varias tablas y el polvo en suspensión se hacía notorio entre los rayos del sol. Lo primero que vio fue a tres de los hombres de Verón, que se esmeraban por reducir a Fausto en el piso; uno le sujetaba las piernas, otro hincaba una rodilla en su espalda y el último lo agarraba de las muñecas.
—¡Suéltenme cabrones cobardes! —gritaba escupiendo el suelo e intentando zafarse—. ¡Juro que los mataré si le hacen daño!
—¿A quien? —preguntó uno de los que le apresaban.
—Pues a ustedes, o al que intente atacarla —respondió enfurecido.
—¿Quién es el hombrecillo? —inquirió Verón al mirar a Fausto.
—Suéltenlo —ordenó Lidias, con voz pujante—. Viene conmigo, es mi escudero.
Los hombres soltaron enseguida al cazador, quien se puso de pie con rapidez y se interpuso entre ellos y la princesa.
—Ni un paso más —amenazó desenfundando la espada corta que traía entre el fajín—. No sé como han hecho para traernos hasta aquí, pero si mi señora no quiere hablar nos largamos enseguida.
—¿Dónde está ella? —preguntó Lidias con voz queda— Venía contigo Fausto.
De pronto la miradas de todos se volvió hacia el entretecho al oír la voz que amenazaba en las alturas.
—Soltad a la princesa, ya os habéis aventajado de vuestros persecutores. —El arco de Lenanshra tenía tres flechas sujetas entre los dedos y la tensión estaba en su punto máximo.
—¡Lenanshra! —La princesa advirtió en la elfo parada sobre una de las vigas del techo apuntando a los Capa Púrpura.
Los atónitos hombres miraron a la elfo con gesto impávido, aun cuando su entrada les había tomado totalmente por sorpresa.
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De oscuridad y fuego -La hija del Norte-
FantasyPRESENTACIÓN: Lidias es la princesa del reino de Farthias, que por causa de una conspiración es inculpada del asesinato a su padre. Para salvar su vida y encontrar la verdad, decide escapar de su hogar en el palacio. Durante el exilio un quie...