Gobernado por el rencor -XXXVIII-

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Condrid avanzó dos pasos hasta quedar de frente a Dragh, evitándole la mirada en todo momento mientras su respiración se hacía más agitada, y sentía como gotas de sudor le empapaban la frente.

«Llega el momento», pensó aunque ansioso muy seguro de sí «Será rápido, estaré siempre a salvo y Agneth cumplirá su labor, tal y como tantas veces lo he evocado». Cavilaba la idea en su mente en fracciones de segundos, repitiéndose las mismas palabras una y otra vez, como intentando convencerse de ellas. «El señor de los salvajes muerto, Agneth bajo mis órdenes y por fin todo el poder del Libro solo para mí: seré un dios terrenal. Un dios terrenal, ¿puedes verlo, Vian?».

—El Khul dice que si no le das el acceso prometido, tomará este fuerte junto con tu vida —interpretó Agneth, sacándolo de su ensimismamiento.

«¿Por qué de pronto me siento inseguro?» Meditó Condrid antes de contestar «Los planes no se han dado hasta ahora, pero aquí está el señor de las tribus, es mío solo tengo que abrir el libro frente a él y el trabajo estará hecho».

—Es justo por ello que logré pedir que os trajeran aquí, todos en el fuerte están aterrados ante vuestro ejército —explicó Condrid, dirigiéndose a Dragh.

—No vine hasta aquí a perder el tiempo, humano —resonó la gruesa voz de Dragh, en perfecta lengua unificada—. Cumplirás con tu trato, o verás que aplastaré estas murallas y a toda tu gente sin ninguna contemplación.

—Oh, el puede, ¿puedes? —Lord Condrid sorprendido de oír al Khul hablando su misma lengua, miró a Agneth y luego volvió a encararlo carraspeando un poco—. Ha habido un pequeño contratiempo señor de las tribus. Pero nuestro pacto sigue en pié, no tengáis dudas. Has visto como acabé con ese paladín, yo estoy de vuestra parte y ustedes de la mía ¿verdad que sí?

—Hablas demasiado Condrid, ¿Me crees estúpido? Por supuesto que en estos años he aprendido a hablar vuestra horrible lengua —objetó Dragh, clavándole su fría y enrojecida mirada—. Dime ¿qué impediría que rebane tu cuello en esta misma sala, ahora que estás completamente solo y por lo que veo preso de tu propia gente?

—Sin mí, ni con todo ese ejercito podrías llegar a los linderos del Imperio —advirtió sofocado por un súbito temor, pero blandiendo su mejor carta—. Me necesitas vivo si lo que realmente quieres es recuperar las tierras de tu pueblo, no saldrás de aquí si me matas, así como tampoco tu ejército llegará muy lejos si lo que planeas es sitiar el fuerte.

—Puedo ver que ya has improvisado un plan. —Rió Dragh—. Puede ser que te haya subestimado humano. No solo quieres poder, lo anhelas tanto que no te importaría ser humillado para lograrlo. Tu comportamiento me recuerda a alguien. —Miró de reojo a Agneth.

—Podré ser un prisionero en este momento, pero solo es un contratiempo menor. Todavía soy lord Protector, el personaje más importante del reino mientras no exista monarca; así pues ninguno de estos hombres permitiría que acabarais conmigo —reveló Condrid—. Puedo asegurarte que abrirán paso a tu ejército, si me usas como rehén. Si tus intenciones siguen siendo las mismas que pactamos, claro está.

—Solo si me enseñas que cumples con tu trato. —Indicó con la mirada la bolsa que Condrid traía en su costado.

—Si —afirmó con una exhalación ansiosa—. Por supuesto que sí.

De oscuridad y fuego -La hija del Norte-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora