Cita con el destino, parte I -XXXIV-

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Era una suerte que el claro de la luna se alzara por sobre los dispersos nubarrones, esos que amenazaban con cerrar el cielo nocturno otra vez. Todavía tenía tiempo a favor aun contemplando la ventaja que su objetivo le llevaba, bien sabía que valiéndose de su pericia y habilidad para jinetear a uno de los mejores grifos del Nidal: lo alcanzaría.

Lereas sobrevoló los extensos bosques de pinares, siguiendo a la distancia a Condrid que le rebasaba en dirección al Este. «Pagará lo que ha hecho, no logrará salirse con la suya lord protector» pensaba al tiempo que se aferraba a la rienda y el quilín de la bestia se enredaba entre los guantes de su mano. El grifo batió sus enormes alas y surcó el aire raudo como el viento, hasta que por fin alcanzaron a Condrid.

Lord protector avanzaba a lomos del grifo que había robado, sin mirar atrás y parecía solo tener en mente su incierto destino. El jinete se acercó lo suficiente como para agarrarlo y obligarlo a rendirse, sin embargo, Condrid se percató de su presencia y antes que el buen paladín pudiese evitarlo, de sus manos surgió una esfera de energía roja que terminó por impactar en el costado del grifo de Lareas. La bestia alada se apartó chillando de dolor, mientras su vuelo se tornaba inestable.

—¿Por qué hace hacer esto? —gritó el paladín desenvainando su espada.

—Apártate paladín —vociferó, a tiempo que volvía a cargar un nuevo ataque entre sus dedos.

—Si mi acero cortara vuestra carne, solo los dioses serán mi testigo —auguró el varón de dorada armadura—. Entréguese lord y tendrá oportunidad de un juicio justo...

Una nueva esfera de energía flanqueó al paladín, que apenas pudo esquivarla sin perder el equilibrio. Se aferró con firmeza a la montura y se lanzó al ataque contra Condrid...

Lidias miró en los profundos ojos de Lenanshra. Aquellas dos perlas rasgadas y de brillo esmeralda, le mostraron por primera vez desde que la conocía, un dejo de temor. La elfo no habló enseguida, mas parecía recuperarse del trance que hacía poco la mantuvo conectada a la mente del paladín caído.

—¿Qué fue lo que ocurrió? —preguntó Lidias en voz baja.

La madrugada estaba helando, así que uno de los monjes de la abadía le alcanzó un sobretodo marrón, con el que la princesa se atavió de manera autómata. A su lado Roman apretaba el puño al ver a su compañero sobre el lecho, en el que ya habían dispuesto su cuerpo inerte. Esperaron a que el monje reverenciara y se retirara, mas la elfo todavía parecía meditar lo que iba a decir.

—"Cayó desde lo alto" —se oía entre los murmullos de testigos más allá, el resto era una bulla incomprensible.

—El traía algo más que un mensaje —dijo por fin Lenansrha, apartándose de entre todos y centrándose en Lidias y Roman—. Lord protector de algún modo se enteró que ayudasteis a escapar al anciano Grenîon y sus hombres. Ya ha mandado matar a la hermandad de paladines que se quedaron en Frehidam. Este hombre venía a avisarles que un gran ejército marcha hasta aquí para ajusticiarlos, tienen orden de arrasar la ciudad.

—La potestad de lord Condrid será discutible una vez se sepa de un legítimo rey. —Lidias señaló con la mirada a Roman a su vera—. Lord Condrid ha llegado demasiado lejos, la guardia no tiene porqué seguir acatando sus órdenes.

—Eso no es todo —aseguró la elfo y su mirada se ensombreció—. Lord protector ya no está en Farthias, ha montado un grifo en dirección a Theramar: lleva consigo el Libro.

—Entonces planea él en persona dar la señal a los hombres —conjeturó el paladín—. Pretende abrir los portones y dejar libre paso a las huestes salvajes. Lo sé, porque fue lo que me habló la noche antes de que me decidiera por ayudar a Grenîon y Verón... Y encontrarte a ti Lidias. —Le brindó una punzante mirada—. Mi padre quiere iniciar una guerra contra el Imperio, y usará como aliados a los bárbaros.

De oscuridad y fuego -La hija del Norte-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora