Calentaba su nuca el sol de la mañana. Los pies más ansiosos que cansados, a pesar de que venía andando desde hacía altas horas de la madrugada. Había saludado al nuevo día en los deslindes imperiales cerca de las comarcas campesinas, al norte de Ismerlik. A lomos de caballo un par de horas de la urbe; de a pie, tenía esperanzas de arribar al medio día.
El camino era una fragosa cuesta que zigzagueaba los montes, hasta una meseta inmensa coronada por encinos y pinares de tonos sinople y marrón. Con la fatiga de los días de caminata y el hambre de un prolongado ayuno, cruzó la altiplanicie con paso cansino. Mas faltando un par de zancadas para acercarse al borde de la quebrada, el corazón palpitó ansioso.El camino se torcía a su izquierda, un sinuoso descenso entre el follaje tupido de encinos. Pero Ledthrin no bajaría aun, venía ansiando desde hacía tanto la vista de su natal Ismerlik. Aquella había sido la última imagen que guardó en su retina, antes de perderse por siete largos años. Atravesó el follaje que lo separaba del risco, y miró hacia el sur. Entonces los vio, sus ojos se humedecieron de emoción, colmó sus pulmones del aire de su tierra, allí en lontananza podía ver los altos muros de la ciudad. Allá, orgullosas las torres grises, lo saludaron en la distancia; brillando al sol del medio día. Galopaba a lomos de la brisa, el aroma de los girasoles, de la cebada y del campo mojado. Cerró los ojos intensificando las sensaciones de su olfato, allí en el aire podía respirar otra vez todos sus anhelos, su retorno por fin, era una carrera de pie, de una hora.
Descendió con renovado brío, no habría merienda, no habría descanso que lo demora. Ya nada importaba más que cruzar aquellas puertas, atravesar el umbral que lo pondría de nuevo al cobijo de la ciudad que lo vio nacer. Las tierras antaño administradas por su padre, el abrigo cariñoso de su madre, las risas de hoy viejas amistades y..., tantos otros recuerdos.
Se abrieron como el camino, la explanada entre los árboles. Todo estaba allí, tal y como recordaba: las tierras cultivadas, el rio, las casas campesinas. Tenía ya de frente las murallas que protegían la ciudad mas septentrional del imperio: Ismerlik.
El sendero pedregoso tapiado por el verdor de la cebada, le daba bienvenida a las tierras agrestes a las afueras de la metrópoli. De frente y solo a unas doscientas varas se hallaba el gran portón. Era el segundo día de la semana, auguraba mucho ajetreo, por suerte todavía era temprano; los mercaderes no tardarían en atiborrar los accesos con sus carromatos llenos de especias traídas de todas partes del Sacro Imperio.
«!Ah Ismerlik!, al fin vuelvo a cobijarme tras tus murallas», se detuvo un momento antes de atravesar el portón, el lobo siempre a su vera avanzaba a paso lento, precedido por un aldeano que empujaba una carreta. Había cuatro guardias apostados a ambos lados del imponente umbral, ni siquiera miraron al hombre de la carreta, pero tan pronto Ledthrin se dispuso a cruzar, largas lanzas bloquearon su paso.
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De oscuridad y fuego -La hija del Norte-
FantasyPRESENTACIÓN: Lidias es la princesa del reino de Farthias, que por causa de una conspiración es inculpada del asesinato a su padre. Para salvar su vida y encontrar la verdad, decide escapar de su hogar en el palacio. Durante el exilio un quie...