Los primeros rayos del sol tentaron con su brillo el rostro de Hiddigh. La luz que se colaba por las separaciones del entablado en la ventana, le dio directo en los ojos. La muchacha los abrió con sobresalto, no había dormido tranquila la noche entera: la preocupación por Ledt la mantenían en vela desde su partida. Solo contaba los días para recibir noticias de él y la caravana de elfos que vendría del Este.
Se levantó con algo de modorra, y tan solo con el primero de sus movimientos Tolkhan reaccionó enderezándose en el tapete, luego tras comprobar que todo estaba bien dio un sonoro bostezo, estiró las patas y se acercó a la pelirroja meneando la cola con ligereza.
--Buenos días Tolkhan. --Hiddigh acarició la cabeza del lobo y se dirigió a la ventana, dispuesta a abrirla y mirar hacia afuera-- .Seguro has de tener hambre. Hoy iremos al mercado por algunas existencias, me temo que no tengo nada con que preparar un buen desayuno para ambos. Suerte que Ledt ha dejado suficiente dinero como para comprar una res entera para ti.
El lobo observó paciente a la muchacha, como si de veras podía entenderla. Ledthrin había dejado a Tolkhan para que la cuidara, temía que cualquier cosa pudiera pasarle a una mujer sola en un área tan peligrosa de la metrópolis.
La pelirroja tomó el saquito con monedas de debajo del colchón y se aprestó a salir de la modesta casa en compañía del imponente lobo gris. Afuera las calles todavía estaban húmedas con el rocío mañanero, y las inundaba la blanquecina niebla típica del venidero invierno. Hiddigh se ajustó la paenula y se puso en dirección al mercado, unas veinte cuadras hacia el Noroeste de su hogar.
De camino solo el sonido de sus sandalias y los pasos de Tolkhan a su vera, rompían con el silencio de aquella mañana: tranquila y bastante fría. Había alcanzado la avenida principal de Ismerlik y el bullicio de la gente comenzó a apoderarse del reinante mutismo que gobernaba tras su marcha. Los gritos de mercaderes ofreciendo sus productos y la general llegada de ciudadanos regateando y conversando, casi lograron abstraerla de aquella visión que de inmediato reclamó todos sus sentidos.
Delante de la pelirroja avanzaba un carruaje de tonos verduscos y ribetes dorados, los caballos que jalaban de él se detuvieron para permitir el paso de un campesino que empujaba un carro con heno. Hiddigh prestó atención al jinete que parecía escoltar la caravana, un varón alto cuya cabellera rubia y lisa le escapaba por debajo del yelmo, el que tenía un penacho sinople y varios ribetes abrillantados. Reconoció en él a un elfo y enseguida la emoción golpeó su pecho con fuerza.
«Esta debe ser la caravana venida de Asherdion», avanzó con paso ligero, hasta ponerse a la vera del primer carruaje, justo detrás del elfo que parecía guiarlos. No solo la muchacha se agolpaba junto a la caravana, también un vasto grupo de ciudadanos que allí iban pasando comenzaron a rodear y entorpecer el avance de ésta. La avenida se hacía estrecha, y el desplazamiento lento de los carromatos de seguro intranquilizaron a sus pasajeros. Al menos, eso es lo que pensó Hiddigh cuando vio que uno de ellos se detenía por completo y sin esperar a que el cochero abriera la portezuela, un ofuscado varón salió del carruaje echando maldiciones.
--"Esto ya fue suficiente, faltaba más"--se oyó vociferar al varón vestido con una toga blanca, a la usanza de los miembros del senado.
La pelirroja al oír aquel alboroto, sintió curiosidad por averiguar de quien se trataba y advirtió que aquel varón era un Greco, lo supo de inmediato cuando se estremeció ante la mirada blanquecina que vino a recaer en ella un instante fugaz.
--"Vamos Adbadul, seamos civilizados"--una voz más melódica pero de tono varonil, vino desde dentro del carruaje-. "Al menos conversémoslo primero con el gobernador"
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De oscuridad y fuego -La hija del Norte-
FantasyPRESENTACIÓN: Lidias es la princesa del reino de Farthias, que por causa de una conspiración es inculpada del asesinato a su padre. Para salvar su vida y encontrar la verdad, decide escapar de su hogar en el palacio. Durante el exilio un quie...