Huargos en el sur -XXI-

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Ledthrin e Hiddigh habían partido de Asherdion con dirección al sur. El guerrero había dicho que quería regresar a Ismerlik lo antes posible, para advertir a su tío de la amenaza que se acercaba desde el Este y el posible ataque en el limite norte, la frontera con Farthias. Si es que Lenanshra tenía razón, la primera provincia en ser asediada debería ser Ismerlik. El guerrero estaba muy preocupado, había pasado suficiente tiempo entre el enemigo y conocía su ferocidad y habilidad en el combate. No eran una horda de salvajes como con tanto desprecio los llaman en las provincias imperiales. Ledthrin sabía que cualquiera que habitaba más allá de las montañas nevadas, estaba curtido por el castigo inclemente del clima, del escarpado terreno y de las riñas entre tribus; los débiles mueren antes de poder engendrar, allí sólo sobreviven los mejores.

—¿Crees que tu tío acepte la propuesta que quieres ofrecerle? —preguntó Hiddigh con un dejo de duda en la voz—. A juicio personal yo lo pensaría un poco.

—Sé que es un poco descabellada, pero dadas las circunstancias y mi palabra empeñada, es algo que debo intentar —asumió Ledthrin y tomándose un momento para encontrar las palabras agregó—: Por lo demás es un hombre orgulloso. Le temo más a las empresas que le podría llevar su orgullo a si acepta o no guardar el secreto un tiempo prudente.

—Porque además lo que dijeron los elfos, es solo un rumor ¿no es así? —indagó la chica.

—Sí. —Guardó silencio un momento y en voz baja dijo—: Eso espero.

            Con el sol decorándole con anaranjados tonos la espalda, Hiddigh viajaba un poco más adelante que el guerrero, quien vigilaba con celo su andar.

—¿Todo bien Hidd? —preguntó Ledthrin al ver que la chica se movía de lado a lado sobre la montura.

—¿Podemos detenernos por aquí un momento? —Hiddigh miró hacia atrás al guerrero con el gesto lastimero.

—Claro, ¿Estás muy cansada? —El guerrero detuvo el andar cuando la chica lo hizo—. No sé si este sitio sea buen lugar para pasar la noche, de todos modos si no nos detenemos llegaremos pasada la media noche a Ismerlik.

—No es eso, es que necesito orinar. —Se sonrojó un poco.

—Oh, bueno no te preocupes aprovecharé de vaciar mi vejiga también —El guerrero sonrió y se apeó, luego avanzó para ayudar a la chica a desmontar.

            El camino se internaba en el bosque, así que estaban rodeados de árboles y matorrales en donde ocultarse. La pelirroja bordeó el sendero buscando una zona menos escarpada en donde aculillarse tras los helechos. Mientras el guerrero le dio la espalda un par de varas más allá e hizo lo propio.

            El rojizo sol de la tarde le daba en la cara, cerró los ojos y se relajó mientras dejaba correr un largo chorro en la ladera del monte. De pronto el crujir de una ramas lo alertó, Tolkan se inquietó y moviendo sus orejas atrás y adelante emprendió una rápida carrera hacia la foresta .Ledt abrió los ojos encandilándose con la luz. Se amarró el pantalón y se volteó con rapidez donde estaba Hiddigh. Una lanza pasó rosándole el brazo, de no haberse movido en ese instante le abría atravesado el pecho «Maldición tenemos compañía».

—¡Ledthrin! —el grito de la muchacha hizo que varias aves se alertaran y el guerrero enseguida corrió a auxiliarla fuera lo que fuere.

            De frente la pelirroja corría hacia el guerrero perseguida por dos salvajes que ya casi la alcanzaban. Ledt sacó una daga que guidaba de su cinturón y sin meditarlo más de medio segundo, la arrojó. El afilado acero pasó por encima del hombro de la chica que corría despavorida y terminó ensartándose de lleno en el pecho del Bárbaro, que ya estaba por sujetarla de la cobriza trenza que rebotaba a su espalda.

De oscuridad y fuego -La hija del Norte-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora