Pisó despacio, para evitar que el rechinar del entablado del suelo despertara a Lidias. Fausto podía ser un simplón, pero aun así no dejaba de tener buenos modales. Como un gato sigiloso, se escabulló a tientas hasta la puerta.
—¿Pretendes escapar? Lidias había despertado. —No eres muy bueno siendo silencioso.
—De eso nada. —Entre la oscuridad buscó la silueta de ella sobre el colchón—. Bajaré a tirar del riñón, tanta agua miel me ha dao' unas ganas que no me aguanto.
—Ya. —Se arropó, echándose la capa encima—. Por un momento creí que te había molestado tener que dormir en el piso.
—Sigo pensando que en esa cama había espacio suficiente para ambos. —Apretó los labios y abrió la puerta—. Y lo admito, cuando dijiste que compartiríamos cuarto..., creí otra cosa.
—Ya vete. —Le arrojó una de sus botas que estaban junto al colchón—. Suficiente ya es tener que dormir sobre esta inmundicia. Creo que jamás terminaré de quitarle el olor a humedad a mis ropas. Procura volver en silencio, llevo horas intentando conciliar el sueño y por la hediondez no lo he conseguido.
—Que ya voy. —Cerró la puerta tras de sí y avanzó por el oscuro pasillo.
No tuvo que bajar a tientas, algo de luz se colaba desde abajo por entre las tablas del piso. La taberna aún tenía movimiento, se oían voces y conversaciones distantes.
Fausto bajó las escaleras con los pies descalzos, por pura suerte no se picó con ninguna astilla. Pasó frente al mesón y le hizo una venia al tabernero que dormitaba, no recibió respuesta, así que abrió la puerta y caminó un par de varas rodeando la posada. No avanzó demasiado, las ganas le podían, a medio trecho aflojó el cinturón y regó el ralo terreno con la espumosa orina, allí iba toda el agua miel que se había bebido.
Vamos amigo mío apura, apura que nos estamos entumeciendo —decía en la penumbra— no querrás que pesquemos romadizo. ¿Eh quien anda?.
Se escuchó a lo lejos casquetes de montura contra el pavimento, galopaban raudos no menos de diez.
—¡So! —A media calle un grupo de soldados se acercaba de a caballo—. Rodead el sitio, este es el lugar.
Hombres de la Sagrada Orden —susurró para sí, Fausto—. Mierda, estos han de venir a por el extranjero.
No pronto terminó de mear, se arregló de camino el pantalón y se metió de vuelta a la tasca. El líder del grupo montado, se apeó y entró antes que él.
—Habrase visto tugurio más feo que este. —El varón de capa purpura y brillante armadura avanzó prepotente hasta el mesón, despertando al tabernero que cabeceaba—. Cuatro miembros de la Orden comieron y bebieron aquí esta tarde.
—Ya lo ha dicho usted, maese. —respondió con la cabeza agacha y la voz entrecortada el tabernero—. Jueron atendi'os con lo mejor del lugar, maese.
—Así parece. —Posó ambas manos sobre el mesón—. Dos con el cráneo magullado, uno con las costillas rotas y el cuarto manco. Quienes sean los culpables de tal crimen, serán ejecutados aquí mismo.
—Ha sio' un solo hombre, maese. —El tabernero se atrevió a levantar la cabeza un momento y protestó—. Los señores estaban molestando a mi emplea'.
—¿Dices que sólo un hombre atacó a cuatro ser, bien entrenados? —Se acercó tanto al posadero que casi le salpicó el rostro— ¿Le has alquilado un cuarto?
—Nnn. Sí, si maese. —Tragó saliva. En ese momento Fausto aprovechó para colarse y perderse escaleras arriba —. L' renté un cuarto, pero él no lo quiso na'. Creo que se arregló con aquel tipo y su protectora. —Apuntó al cazador que ya estaba en el último escalón.
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De oscuridad y fuego -La hija del Norte-
FantasyPRESENTACIÓN: Lidias es la princesa del reino de Farthias, que por causa de una conspiración es inculpada del asesinato a su padre. Para salvar su vida y encontrar la verdad, decide escapar de su hogar en el palacio. Durante el exilio un quie...