Recuerdos -XVI-

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Comenzaban a encenderse las luces de la gran ciudad. Una a una el farolero fue encendiendo las avenidas. Desde el balcón en el que conversaban Hiddigth y Ledt, podía observarse la maravillosa vista de la ciudad iluminada.

—No puedo creerme que esto esté pasando en verdad —decía Hiddigh—. Quiero decir, ¡guau!, mírate ¿seguro que eres real? ¿no estaré acaso soñando?, ¿verdad?

—Es real, soy real, eres... —Ledt, tragó saliva y se aclaró la garganta—. Parece un ensueño, verdad que sí. Pero aquí estamos...

—Aquí estamos, sí ... —La muchacha infló los labios y luego carraspeó. Se hizo un breve silencio—. Hay tanto que contarse, no sé. ¡Qué extraño que es esto!

Se armó y desarmó la trenza en la que jugaban sus manos y miró al horizonte las luces de la metrópolis. Parecían miles de luciérnagas sobre el manto gris de la urbe. Las calles estaban quietas, había un calmo silencio preñando la brisa otoñal que mecía sus cabellos.

—Ledt... —dijo por fin y no pretendió mirarlo a los ojos—. ¿mentiste sobre lo que ocurrió aquel día?

Ledthrin iba a contestar, aguardó en silencio buscando las palabras, mas la muchacha que todavía no volteaba a mirarlo suspiró un par de veces antes de continuar.

—Quiero decir —bajó considerablemente la voz, asegurándose de que solo él la oyera—. Me pareció que lo que contaste a todos mientras comíamos, no era del todo cierto ¿me equivoco?

—No te equivocas, Hidd —se apresuró en contestar—. Omití cierta información, es verdad.

—Entiendo... —acató ella, subiendo y bajando la cabeza con suavidad.

—No te mentiría a ti, me pesa haberlo hecho, la verdad —agregó entonces, Ledt—. Pero tienes razón, inventé casi todo lo que conté en el comedor. Pero hay una razón por la que lo hice y me parece justa.

—No podría cuestionarte, Ledt. Por favor —Se volteó a mirarlo y le devolvió una sonrisa conciliadora.

—Quiero contártelo, amiga mía, no quisiera que hubiese "secretos" entre los dos. Lo dijiste, ha pasado tanto tiempo y..., aquí estamos ¿cómo podría ocultarte algo? En siete años me hiciste tanta falta, sólo quería poder contártelo todo.

—¡Ay Ledthrin! —La muchacha de pronto lo abrazó—. No tienes idea lo mucho que te extrañé, la falta que me hiciste aquí.

—Solo me contenta saber que estuviste a salvo, que estás aquí..., aunque.

—¡Ay, no Ledt! —Lo soltó del abrazo y miró con el rostro compungido—. Nada de lo que estás pensando, yo estoy tan agradecida de los I'Lerión.

El guerrero suspiró contrariado. Sacudió la cabeza como quien se quita las malas ideas de ella y contempló también el horizonte. Poco a poco su expresión se atenuó, inspiró el aire fresco que se arremolinaba en las alturas y luego por fin sonrió. Volteó a su vera y miró a la muchacha quien lo seguía con la mirada.

—Te ves muy bonita, Hidd —le dijo, enseñándole su mejor sonrisa.

—Gra.., gracias. —Se sorprendió a sí misma sonrojarse con el comentario—. Tú también te ves muy guapo. Con el cabello corto y el rostro rasurado te ves muy elegante, pero insisto que con el pelo largo y descuidado como llegaste, te veías también muy bien. Parecías un salvaje de la montaña, grrr. —rio divertida al fin.

—¿Ah sí? —Sonrió el guerrero—. ¿Y tú qué sabes de esos salvajes, que tanto parecen gustarte?

—Pues..., muy poco, supongo. Tanto como cualquier parroquiano de la provincia . —Se llevó una mano a la barbilla y continuó—: Son criaturas interesantes, oí que adoran a falsos dioses y que sacrifican a sus crías: bueno creo que eso es horrible, a decir verdad. Lo único que envidio en ellos es que saben lo que hay más allá de las grandes cordilleras.

De oscuridad y fuego -La hija del Norte-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora