Después del incidente en la plaza pública, el protector del reino regresó al palacio. Tan pronto bajó del carruaje, dio a los gritos la orden de que cerraran todos los accesos y se redoblara la guardia en el castillo. Así mismo mandó a llamar al generalísimo de los Capa Plateada.
—¿Cómo es posible? —inquirió lleno de ira Condrid.
—Lo siento señor. —respondió la ronca voz del generalísimo.
—Quiero que busquen en cada callejón, en todos los rincones, hasta en cada maldita cloaca de esta ciudad; hagan lo que sea necesario, lo que sea, pero tráiganme aquí la cabeza de Grenîon, y la de esos forajidos. —ordenó, mientras caminaba con prisa por el pasillo—. Es inconcebible que anden por allí en vuestras narices por las calles de Freidham y ninguno, ni uno solo de tus hombres los haya avistado.
—Así lo haré señor. —Reverenció el hombretón.
—Lo harás, tienes solo esta noche para hacerlo o serás responsable de sus crímenes, así tengas que ser enjuiciado por ello. —amenazó con violencia—. Si esos hombres andan libres es porque o sois muy estúpidos, o les habéis estado ayudando. Te daré el privilegio de la duda, pero si no me traes sus cuerpos ya sabes que esperar.
—No señor, ayudarlos por ningún motivo —se defendió el generalísimo—. Haré que los atrapen antes de esta noche, téngalo por seguro.
—Más te vale. Ahora largo de mi vista.
Condrid apretaba con celo el fajín donde traía oculto el libro. Avanzó nervioso hasta el final del pasillo y comenzó a subir las escalinatas que le llevaban hasta su alcoba en quinto piso.
Entró dando orden a los guardias, de no ser molestad. Le abrieron la puerta y éste ingresó rezongando improperios y maldiciones al aire.
—¡Ineptos! —exclamó airado—¡Estoy rodeado de buenos para nada!
Avanzó unos pasos y antes de sentarse a los pies de la cama, volvió a tocar el libro en su costado. «Pronto dejaré de necesitarlos. Cada día queda menos para que me adoren como su dios». Dio un ronquido al exhalar y desató las amarras con las que tenía fijado el texto al fajín, se lo colocó sobre el regazo mientras se sentaba, acariciando la portada con gesto fascinado. Luego de quedarse un rato bastante largo en la misma posición, levantó la cabeza y alzando la mano derecha musitó algunas palabras: una chispa le brotó desde la palma y luego un delgado rayo eléctrico chocó contra la lámpara de aceite, encendiéndola.
Condrid sonrió con mueca lunática y se regocijó de su capacidad de manipular las fuerzas elementales. «Los dioses me han bendecido al nacer, ¿Por qué? Si después me maldijeron con tu rechazo» Volvió a su aspecto melancólico y enajenado, «Los odio, los odio a todos por dejar que te apartaras de mi lado. Mas tomaré sus propias fuerzas para volverme como ellos: mejor que ellos».
Al otro extremo de la alcoba se oyó el sonido de dos palmas chocándose en un parsimonioso aplauso. Condrid volteó enseguida y sintió un choque de adrenalina inyectar su corazón. El ruido vino de detrás del cortinaje que cubría la ventana.
—Asombroso como has conseguido desarrollar tus dones —era la voz de Anetth, que sugerente salía de su escondite cubriendo su desnudez con la seda de las cortinas.
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De oscuridad y fuego -La hija del Norte-
FantasyPRESENTACIÓN: Lidias es la princesa del reino de Farthias, que por causa de una conspiración es inculpada del asesinato a su padre. Para salvar su vida y encontrar la verdad, decide escapar de su hogar en el palacio. Durante el exilio un quie...