¿Alguna vez os habéis sentido incompetentes?
En estos momentos, era exactamente como me sentía.
Incompetencia.
Seguramente, Sam se encontraría luchando entre la vida y la muerte, batiéndose en duelo como si estuviera consciente de aquello. Todo por mi culpa, por no haber podido sacarlo antes de la biblioteca.
A estas horas, Ada, su mujer, tendría que haber recibido una de las llamadas que podrían llegar a cambiar su vida por completo. Se acabaría de embarcar en un viaje, cuyo destino final era la institución. Sus lágrimas correrían por su cara, al igual que sus manos, que colocadas en el volante, temblarían con fuerza.
¿Y qué hacía yo? Estar sentada en el suelo del bosque, apoyada con la cabeza agachada sobre un árbol. Sin saber qué hacer.
La mirada que había recibido por parte de las tres no tenía precio alguno. Miedo, sentían miedo por mi comportamiento. En algún sitio, dentro de mi ser, yo también pensaba aquello. Sentía miedo por mi misma, miedo en lo que podría convertirme.
A lo largo de mis años en la institución, escuché numerosas historias de vampiros perdiendo su control, su humanidad. Vampiros que fueron capaces de masacrar aldeas, pueblos. Capaces de matar a niños y niñas sin ningún miramiento.
Aniceto Funes es uno de los vampiros más famosos de la historia. Era pescador, junto a su familia vivían en una pequeña cabaña en los bosques. Los peces que pescaba los vendía en el pueblo más cercano.
Un día, cuando estaba volviendo de la venta, se encontró con toda su familia asesinada. Una mujer embarazada y un niño incapaces de defenderse por la enorme multitud de humanos que habían acudido a tal atroz hecho. Aniceto entró en cólera al instante, su humanidad se esfumó en un abrir y cerrar de ojos. Esa misma noche, todo el pueblo fue masacrado, sin ninguna excepción.
Así fue como la paz que existía entre los humanos y el término por completo. Durante más de cien años, Aniceto se encargó de terminar con la vida de cualquier humano que se atrevía a pasar por su lado.
Fue encerrado en un castillo para la eternidad, eternidad que no duraría porque él mismo decidió no vivirla.Un abrir de ojos basta para que todo cambie. Para que yo me descontrole y haga algo de lo que me arrepienta.
Llevaba horas pensativa, sin saber qué demonios hacer. Sin saber cómo afrontar la situación. Eran las tres de la mañana y la luz de la enfermería todavía no había desaparecido. No contábamos con el mejor lugar para operar, pero era el único sitio en el que no harían preguntas.
Unos pasos se aproximaban desde hacía unos minutos, el ruido de hojas y palos rompiéndose no fallaba. Ni siquiera era capaz de colocarme en posición de ataque. ¿Para que?
-Hola.-saludo Paula tímidamente.
-¿Como sabias que estaba aquí?-pregunté sin mirarla.
-Hechizo rastreador.-mis ojos dieron con sus pies.
-¿Qué tal están?-me encogí aún más en mi lugar.
-Anna está durmiendo y Sam_.-se calló al instante. Alcé mi vista con valor.-Lo acaban de operar.-dijo al fin.-Creen que sobrevivirá.
-Me alegro.-intenté sonreír, misión fallida.-¿Por qué estás aquí?
-Quiero entender lo que ha pasado.-contestó relajada mientras se sentaba enfrente.
-Tan solo me descontrole, eso es todo.-le dije apretando la pulsera.
-Si, pero Sam está muy débil y_.-le corte al instante.
-¡¿Crees que yo le he hecho eso a Sam?!-pregunté alterada.
-Solo quiero ayudarte.-volvió a repetir.
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Nada tiene sentido
FanfictionAl parecer, un simple "reformatorio", había logrado poner mi mundo patas arriba. ¿Sería capaz de aguantar lo que vendría a continuación? Segunda parte de Nada Es Lo Que Parece.