castle walls ♕ l.s

an angel in person

[Capítulo extenso]

 

La noche anterior, se había resumido en una discusión, seguida de una aclaración que concluyó con una reconciliación repleta de cursilerías; aquello los había llevado a posponer la charla profunda para después y, ese "después" resultó siendo la noche siguiente. No era extraño que sólo se pudieran ver al final del día, ya que sus ocupaciones, no les dejaban mucho tiempo libre (si a caso un poco más los fines de semana).

Louis, había tenido un día realmente ajetreado en Rose Ville y es que la presión aumentaba al tener que adelantar lo más que pudiera antes de partir a México el sábado. Suspiró en un enorme alivio en cuanto, Libby, le informó que ya estaban tachados todos los pendientes de la lista de aquel día: a penas la chica le avisó, se apresuró a tomar sus cosas y tomar el elevador (por suerte, Bruce, ya lo estaba esperando) pero ¿por qué tanta prisa? Sencillo, Tomlinson había quedado de ver al ojiverde en el centro psicoterapeutico y, bueno, agradeció que fuera el dueño pues así no le sería difícil encontrarlo en esa instalación que se parecía mucho a un laberinto.

El alivio volvió a tocarle el alma en el momento en que se encontró en el pasillo del consultorio del rizado; al contrario de su oficina, el lugar del psicólogo estaba en el primer piso, realmente era un ambiente sofisticado y profesional. El ojiazul sintió un poco de rareza al notar el sitio de la secretaria completamente sólo, pero todo volvió a la congruencia en cuanto observó a la susodicha salir del consultorio del chico.

—Disculpe.- Le habló con tono ameno y educado.

—Buenas noches, joven.- Le respondió con cálida sonrisa; tenía cierto parecido con Eiran.- Lo lamento mucho, pero el doctor Styles ya no recibirá a nadie hasta mañana.

—Oh.- Musitó sin pensarlo: era la primera vez que escuchaba que se referían al ojiverde como doctor.- Vengo a verlo por un asunto personal.- Se rascó un poco la nuca con sonrisa nerviosa.- Soy su... amigo.- Completó. El egocentrismo del príncipe aún esperaba por una proposición oficial.

—Comprendo.- Respondió la amigable mujer mientras recogía su escritorio.- Puede pasar, aunque el doctor ya no debe de tardar en salir.

—Gracias.- Le volvió a sonreír, pero por cortesía.- Voy a entrar, con permiso.- Avisó antes de adentrarse en busca del rizado; encontrándolo de espaldas, parecía estar concentrado en algo, o más bien, alguien.

—Anahí, ya es hora de que te vayas a casa.- Escuchó la tranquila voz de Harry en creencia de que se trataba de la mujer.

El príncipe, continuó con su paso sigiloso hasta ser capaz de taparle los ojos... o casi, pues sus manos se fueron a encontrar con unos lentes en vez de esos receptores verdes que tanto amaba. A pesar del intento fallido, el psicólogo se giró, sonriente al reconocer ese perfume y esas manos. 

—Tan puntual como siempre, su alteza.- Se rió el rizado mientras le observaba.

—Casi arruino mi reputación, pero pude salvarla.- Le respondió, todavía contemplando lo mucho que le gustaba cómo se veía así.

—¿Qué tanto me ves?.- Le sonrió burlón al notarlo tan atento.

—Lo siento, tengo que hacerlo.- Le señaló las manos, para después tomar entre las suyas y sin previo aviso, el pequeño hámster que el mayor sostenía anteriormente. Arrugó su nariz acercándolo a su rostro ligeramente, riendo al sentir las cortas patitas del animal intentando zafarse de su agarre.