—¡Estamos congelándonos hace una hora aquí! —exclamó Lana mirándolos llegar—. ¡Para que dicen que vendrán todos a la misma hora si no van a llegar temprano!
—No seas tan gruñona hoy Lana —Zatch intentó calmarla—. ¡Hoy es noche buena!, ¡Campana sobre campana y sobre campana una, asómate a la ventana...!
—Si vuelves a cantar esa canción, voy a apuñalarte —Ricardo sacó su navaja y lo apunto.
—No sean melodramáticos —sonrió Taylor—. Su familia le preparó algo por su cumpleaños y nos retrasamos.
Candace fue efusivamente hacia Theo y lo abrazo, la operación que le habían hecho hace 3 semanas había salido muy bien, pero no podría hablar hasta la segunda semana de enero. Tenía que sanar completamente y tenía que evitar poder decir una sola palabra y dañar sus cuerdas vocales. Los demás también se acercaron a saludar a Theo.
Taylor miró la carretilla gigante llena de regalos de diferente índole, todos habían realizado una colecta en la manada para regalarle cosas a los duendes que vivían en el bosque.
—¿Pero cómo llevamos esto al bosque? —pregunto Taylor.
—Los llevaré yo —Theo se sacó la chaqueta levantando un poco su camisa—. Traje mi traje de transformación, voy a convertirme en lobo y arrastrare la carretilla hasta donde están las casas de los duendes.
—¿Dónde está Noel? —preguntó Ricardo—. Tengo que volver antes del anochecer a mi casa, sino me matara mi madre.
—¡Theo!
Todos voltearon a ver como Noel corría con un globos que levitaban por el helio y un cartel enorme que decía ¡Feliz cumpleaños Theo! y que tenía un lobo dibujado notablemente por Noel.
Theo abrió los brazos y Noel se lanzó sobre él, provocando que los dos cayeran sobre el suelo cubierto por la nieve. Estuvieron jugando un rato en el suelo, todos se reían de su estupideces.
Theo se transformó aplastando a Noel. Este admitió que se rendía y fue liberado, todos se subieron a la carreta, Noel le colocó las correas al lobo de Theo y avanzaron por el bosque.
—¡Con mi burrito sabanero voy camino de Belén, si me ven, si me ven, voy camino de Belén! —empezó a cantar Zatch—. ¡No volveré a cantar Ricardo, lo prometo, no me apuñales!
Después de más de media hora, gracias a la rapidez de Theo, llegaron a la zona donde estaban las casas de los duendes. Tal como las recordaba Theo, estas estaban en las copas de unos árboles viejos, grandes y gruesos. Se quedaron a una distancia considerable, si tocaban los árboles podrían salir heridos, ya que estaban encantados para proteger a los duendes.
Theo se transformó nuevamente en humano, miró asombrado otra vez el lugar, la última vez que había estado ahí, había sido de noche y solo un breve momento. No pudo apreciar lo hermosamente extraño que eran esos cientos de casitas de diferentes tamaños y formas. Taylor silbó y los duendes empezaron a soltar escalera hecha por ellos mismos con diferentes materiales.
—¡Coyun! —Taylor camino directo al primer duende que se acercó a ellos.
—Niña Taylor —exclamó el Duende Coyun con alegría—. Niña Taylor ha venido a como prometió, les dije a los demás duendes que vendrías.
—Hemos traído regalos para todos —exclamó Taylor—. Vengan, acérquense.
Ricardo y Zatch empezaron a descargar los regalos; Candace, Lana y Noel empezaron a repartirlos. Habían envuelto unas especies de canastas con comida, ropas de los tamaños de los duendes y cosas útiles para ellos. Los duendes se mostraban muy agradecidos, Theo no entendía porque las personas los exiliaba si parecían ser los seres más amables y tiernos que había conocido, puede que al comienzo te sorprenda sus extrañas facciones, pero después de un rato te parecen lindos. Muchos de ellos sacaron las ropas primero y se las pusieron rápidamente, ya que hacía mucho frío y la gran mayoría traía solo retazos de tela remendados.