Toque la puerta de la casa muchas veces, pero nadie parecía estar ahí, revise la dirección que me había dado Gabriela y suspire al notar que no me había equivocado.
Talvez ha salido —pensé— Seguramente Gabriela no se acordó de decirle que vendría.
Estaba a punto de irme cuando escuche música que provenía de la parte trasera, salte un cerco de madera que rodeaba la casa y seguir el sonido de la música. Había un pequeño lugar, que parecía un depósito detrás de la casa. Al acercarme a la puerta pude notar que no era un depósito, era una especie de salón de baile.
Quedé impresionado cuando vi a Bonnie dar tantas vueltas y bailar con tanta naturaleza. No me di cuenta que me quedé embobado viéndola.
—¡ah!
Ella noto mi presencia en una de sus vueltas y callo al suelo de manera brusca.
—¡lo siento! — me acerqué rápidamente a ella—debí haberte hecho saber mi presencia.
La ayude a levantarse, ella estaba notablemente avergonzada.
—¿seguramente vienes por los apuntes de la escuela para Gabriela verdad? —ella sonrió un poco—estuve tan concentrada en mi baile, que olvide que venias, lo siento.
—no te preocupes— le sonreí de igual manera—bailas muy bien, por cierto.
—gracias— se sacudió un poco la ropa—¿Cómo sigue Gabriela?
—está más que bien—gruñí—se está haciendo la convaleciente para que la traten bien.
—le cayo una esfinge de hielo encima.
—le cayó la esfinge de hielo que le quería tirar encima a la cita que Theo llevo a la boda de mi tía Evangeline—sacudí la cabeza en negación—no entiendo como termino siendo la nueva novia de Theo y que todos la vieran como la víctima.
—¿no fuiste quien le ayudo? —Bonnie se burló de mí.
La quede mirando y note lo hermosa que era.
—Estefan cumple 14 años la próxima semana—metí mis manos a mis bolsillos—piensa hacer una reunión con algunos compañeros de la escuela, ¿quieres ir conmigo?
Ella se sonrojo y miro al suelo nerviosa.
—¿Cómo una cita?
—como una cita.
***
Ella se movía con gracia, no parecía bailar, ella flotaba elegantemente. Antes que se fuera de vacaciones con su manada, solía quedarme mirándola por horas bailar, quedaba anonadado de como su cuerpo se movía perfectamente al compás de cada nota musical. Gracias a ella aprendí a apreciar la música clásica y los distintos musicales de ballet.
—¿Qué haces aquí?
Ella al fin noto mi presencia.
—verte bailar—dije obvio, sentado en el suelo, en un rincón del salón como siempre—sabes que me gusta.
—no puedes hacer eso—dijo nerviosa.
—¿por qué?
—¡porque ya no eres mi novio!