Segawa Chōta e Iwasaki Kayda se conocieron en aquel lugar donde asistían para arrepentirse de sus horribles pecados, Kayda no se consideraba creyente de esas cosas, por el contrario de Chōta que en ciertas ocasiones si se consideraba creyente.
Chōta con el tiempo se hizo de amigos de los cuales sobresalían Karube y Arisu, mientras que Kayda consiguió a dos amigos extranjeros Julian y Jacob.
La madre de Kayda consideraba que su hija era el pecado en persona, pues tenia ciertos pensamientos sobre tener dos amigos del genero masculino, claramente muchas veces pregunto a su hija si había tenido relaciones con aquellos muchachos, pero a pesar de la respuesta negativa ella creía que si había algo mas.
Chōta estaba cansado de que su madre pidiera dinero de manera insistente, ya era la cuarta vez en la semana que pedía dinero, sabia que la mitad aquel dinero era para el lugar de sus pesadillas, no le gustaba pero claramente para su madre parecía ser una necesidad.
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Iwasaki Kayda estaba en su casa, preparándose para ir aquella tortura, su madre todos los domingos iba a confesar sus pecados, sobre todo a pedir perdón por el pecado del placer, lo que sucedía es que Kayda fue producto de una noche de puro placer, sin el matrimonio, cosa que su madre considero el peor de los pecados que cometido en su vida.
Ambas estaban de rodillas sobre aquel frio piso de mármol blanco rezando, Iwasaki por doceava vez observo como su madre se acercaba al que ella llamaba el abad, sabia que lo que hacia su madre no era del todo santo, pero, ¿Por qué lo hacia?, era tan necesario, pues sabias que no era la única que hacia ese tipo de cosas.
Luego de la sesión de religión que tuvieron madre e hija se dirigieron a su hogar en donde Kayda enfrentaría a su madre de una vez por todas.
- ¿Por qué lo haces? - Una Kayda bastante molesta y asqueada estaba enfrentando a su madre. - ¡Vamos responde!.
- ¿De que hablas?, el señor no estará contento si hablas de esa manera a tu madre.
- Deja de hacerte la tonta madre, te le entregas aquel viejo como su fueras una prostituta.
- ¡Cállate, no sabes de lo que hablas!.
- !Lo vi todo, lo vi cuando tenia ocho años, vi como aquellos sonidos obscenos salían de tu boca, vi como aquel que se hace llamar santo no lo era! - Las imágenes llegaron con rapidez a la joven, algo que le causaba asco, aquellos recuerdos le ocasionaban repentinas pesadillas, por lo que muchas veces el insomnio se presentaba.
