Ahora las drogas eran el único consuelo de la joven Iwasaki Kayda que de apoco empezó a volverse adicta.
Su amigo Segawa quería hacerla entrar en razón pero esto parecía ser cada vez mas imposible, cuanto mas tiempo pasaba la chica mas adicta se volvía, a esta punto no sabían que hacer.
Pero todo tiene un fin.
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La joven opto por cambiar en todo su esplendor, aquellos tatuajes le decoraban la piel, unas cuantas perforaciones. El cambio radical que tuvo la joven se debía a que en una ocasión su madre le reto a que no la desobedecía, cosa que para sorpresa de la madre termino pasando.
No solo era eso, aquel lunes por la mañana se levanto un poco tarde, bajando las escaleras escucho aquella conversación que hubiera aquella que solo fuese una pesadilla. Cosas como " Ella estará lista", "por eso me encargue de que permaneciera virgen todo este tiempo", " lo único malo son aquellos tatuajes", hicieron que Kayda se pusiera en modo alerta, si mal no estaba de la cabeza todo esto se la atribuía a lo que vio con sus ojos a los ocho años, no quería eso.
Hoy era ese día, ya estaban en aquel templo, el cuerpo estaba temblando del miedo, podía ser toda una rompe reglas pero ahora no sabia que podía hacer, estaba segura que si no se dejaba ellos la forzarían hacerlo.
Tan pronto como aquel acto asqueroso paso, quiso ir directo a su casa, no se sentía bien con ella misma, que tipo de secta extraña era esta, ¿Todas lo hacían?, ¿Por qué hacerlo?, ¿Realmente estaba purificando su alma?.
Todo aquello le hacia ruido en su cabeza, no estaba segura del porque no sentía viva, su madre literalmente la había obligado hacer aquellos actos que por muy naturales que fueran del ser humano no tenían porque ser obligados.
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Ya eran mas de tres veces que la obligaban hacer actos indebidos con aquel señor, poco a poco Kayda se harto de ello, quería salir de aquel bucle que parecía ser interminable. Lo había conseguido tenia su salida, enfrente de ella.
- ¡Ya no mas, ya no quiero mas esto!.
Aquellas palabras salieron con cierta ira, no estaba del todo segura si realmente quería hacer lo que tenia en mente, marco al número de su amigo Segawa.
- ¿Si? - Tenia que por lo menos despedirse de quien por un buen tiempo fue su consuelo.
- Lo siento, realmente lo siento, gracias Segawa Chōta, gracias.
- Kayda, ¿de que hablas? - Sin respuesta. - ¿Kayda? - Sin respuesta. - ¡Kayda!.
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Segawa Chōta se sentía mal por leer aquel estado que les había entregado el forense, el sabia que aquellas drogas la matarían pero no pensó que ella tomaría esa decisión, extrañaba a la que en su momento fue su ángel guardián, ahora estaba en un Tokio diferente al que conocía y el rogaba por que su ángel por lo menos lo cuidara o de menos que lo llevara con ella.
