¿Grenor le estaba ordenando subirse al auto con él?
Ese hombre tan atractivo y misterioso estaba intentando ayudarla.
No pudo creérselo.
Con el móvil aun en la mano, marcó el número de su amiga bajó la mirada intensa de Grenor.
—¿Qué pasa tesoro? — respondió Ghita de inmediato. —¿Todo bien?
—Te aviso que voy a casa con un...amigo. — murmuró sintiéndose sonrojada de repente. —Se llama Grenor. Estaba en la actividad...y me llevara a casa ahora. —No tenía lógica contarle a su mejor amiga que había perdido el empleo. Al otro día le contaría con lujos de detalles lo sucedido.
—¿Estás bien? ¿Un amigo? ¿Desde cuándo tienes amigos?
—Se llama Grenor. — dijo claro, no sabia porque pero había leído en las noticias sobre mujeres desaparecidas y no quería ser una más de la lista. —Es el que te conté que me ayudó recuperando el móvil del asaltante.
—¡Uy! — chillo su amiga y Nala estaba segura que Grenor estaría divirtiéndose escuchándola. Así que se alejó unos pasos de él para tener algo más de privacidad.
—No digas nada. Fue una pura casualidad. Él estaba en la fiesta y pues...bueno..te contaré después. Solo quería que supieras con quién iba.
—Cuídate cariño. Avísame desde que llegues a casa.
—Te quiero.
—Yo también.
Nala cerró la llamada y descubrió los ojos intensos y azules de Grenor sobre ella.
—Vamos. — se montó en el sedán sin decir nada más y se colocó el cinturón. Era un viaje corto pero nunca iba en los vehículos sin cinturón.
Viajaron en silencio, Nala sentía los ojos de Grenor sobre su cuerpo pero lo intento ignorar, así como lo desbocado que iba su corazón. Al llegar a su casa, casi se lanza por la puerta para alejarse del magnetismo y el intenso poder que emanaba Grenor.
Ese hombre representaba todo lo que ella odiaba.
Hombre ricos que solo se regodeaban en sus posesiones sin ayudar a los más indefensos.
Como su hermana, que aunque no tenía tanto dinero como Grenor, al menos como este aparentaba, era igual de egoísta que un millonario egocéntrico, tanto así como para preferir su vida de soltera y no la de madre.
Jamás perdonaría a Dara por abandonar a su hijo.
Mucho menos a ese padre irresponsable que había engendrado un hijo y nunca lo había buscado.
—Muchas gracias por traerme. — murmuró ella con el bolso en mano y mirándose los tacones.
—Mirame, Nala. — dijo el sorprendiéndola y haciendo que ella siguiera sus órdenes, como un imán, estaba siendo atraída por una fuerza invisible.
—Gracias...—volvió a decir sintiéndose tonta y a la vez llena de miedo.
—No agradezcas.
—Me has traído.
—Dime por qué razón llorabas cuando te encontré.
Nala abrió los ojos verdes de par en par. No se había enterado que Grenor la había visto llorar. Sus mejillas se tiñeron de un rojo carmesí y agradeció a la oscuridad de la noche por no permitir que él la viera así.
—Cosas personales. — dijo ella escueta.
No tenía por qué razón cantarle sus penurias a un desconocido. Por más atractivo que este fuese.
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Una noche en Grecia (EN EDICION)
RomanceDisfrutando de su vida de soltero, Grenor Constantine se quedó mudo la enterarse que tenía un hijo. Una aventura con su secretaria de aquel entonces Greysi Martinez, una Dominicana efusiva, ardiente y de cuerpo escultural, dio como resultado ese pe...