Capitulo Treinta y cinco: Una salida dificil

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Nala aguantó el asombro y se conformó con mirar al hombre a los ojos y esperar a que él le dijera que más deseaba.

Él, al parecer, esperaba que ella objetara algo, pero para su sorpresa, la mujer se quedó en completo silencio.

—Todo el mundo tiene un precio, dime el tuyo y te aseguro que podemos llegar a un acuerdo de inmediato. —Allí, en ese momento, Nala sintió que tenía todas las de perder.

—Váyase de mi habitación. —Le ordenó ella con voz grave. —Váyase antes de que llame a seguridad.

¿Él pensaba que podía comprarla?

¿Es que acaso la familia de Grenor solamente pensaba en el dinero?

—Niña, conozco a las de tu clase, no hagas esto más difícil si al final vas a terminar aceptando el dinero, necesito que salgas de la vida de mi hijo y de mi esposa a ella, a ella la has logrado engañar, pero a mí no. Eres igual que tu hermana y por eso es por lo que te estoy dando la oportunidad, la puerta libre para que te vayas esta misma semana antes de que mi hijo regrese de su viaje.

¿Grenor estaba de viaje?

Ella no lo sabía, lo estaba esperando la noche anterior, pues sabía que él tenía muchas cosas que decirle con relación a la fiesta. Nala esperaba una disculpa por su parte, pero algo le decía que ese hombre jamás aceptaría la responsabilidad de haberse equivocado.

—Como ya le dije. Por favor, márchese de mi habitación. —Ella no le iba a dar el gusto de decirle absolutamente nada que él pudiera utilizarlo después en su contra.

—Mi hijo va a terminar ganando la custodia de su hijo, ese que tu hermana y él tuvieron. —el hombre dijo con sorna. —No hay nada que usted pueda hacer para evitarlo. Cualquier juez hará que le den la custodia completa al padre del niño y no a...no a una tía cualquiera.

—No me interesa todo el dinero que usted y su familia tengan, pero sí le voy a decir una cosa, ese niño es mi hijo, no me importa lo que usted y su hijo quieran o piensen. Así que, por favor, le pido que se vaya de mi habitación y me deje en paz. —Nala elevó la voz a tal punto que las enfermeras llegaron y de inmediato se colocaron a su lado.

—Señor Constantine, lamento mucho tener que pedirle que se retire. Nuestra paciente está en un estado delicado y usted no está colaborando para que ya se mejore.

—¿Usted tiene idea de todos los millones que donó cada año en este maldito hospital para que sea usted quien me pida que me vaya? —Enfurecido, el hombre salió de la habitación dando un portazo y dejando a Nala con el corazón en la boca y un terrible dolor en el pecho.

Sintió que ya no respiraba, el aire se estaba escapando de sus pulmones.

Sus manos comenzaron a temblar y a sudar, y la enfermera de inmediato tomó una de sus manos y le dijo:

—No sé por lo que estás pasando, tampoco sé cuál es tu relación con esta familia, pero debes de saber que aquí en Grecia es una de las familias más importantes y ricas que hay. Ándate con cuidado. Antes de llevarle la contraria. Y piensa bien, antes de negarte hacer lo que ellos quieren. —Dicho esto, las dos enfermeras salieron de la habitación luego de darle un relajante muscular para que nada pudiera dormir toda la noche. Esperaba poder conciliar el sueño y no pensar solamente en la amenaza que ese hombre había dejado implícita.

Grenor iba a solicitar la custodia completa de su hijo y ya no le cabía duda de que tarde o temprano terminaría perdiendo porque el dinero era capaz de comprar todo. Incluso a las personas.

(***)

Los días transcurrieron y ella salió del hospital.

No esperaba una caravana ni tampoco que Grenor fuese a buscarla. Tampoco ella deseaba verle la cara, no quería mirarlo a los ojos y confirmar sus sospechas: que él mismo era el que había enviado al hospital a su padre amenazara y así lograr que ella se espantase y decidiera irse a Chicago.

Una noche en Grecia (EN EDICION)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora