Capitulo Cuarenta y dos: Una razón para dudar

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Nala continuaba encerrada en la casa.

Los días transcurrían sin ella notarlo, entre tazas de café, hasta enormes teteras con té caliente que se tomaba en una sola mañana. Estaba cansada de dar vueltas alrededor de las cuatro paredes de la mansión en la que Anielly vivía. Su compañía no era pésima, todo lo contrario, le encantaba tanto escuchar las historias que esa mujer tenía para contarle. Si no fuera porque estaba pensando solamente en su hijo, ella estaba segura de que hubiera disfrutado de su compañía, hubiera gozado de las historias que ella le contaba de cuando Grenor era pequeño. De no haber sido porque su cabeza estaba en la mansión de la playa junto a su hijo, ella hubiese reído de todos los chistes malos que la mujer le relataba, pero no era el caso. En realidad, ella estaba desconsolada, triste, destruida. Su vida había cambiado en distintas ocasiones y siempre para peor, nunca para su propio bienestar.

—Me siento tan mal de verte aquí encerrada todos los días. —Le dijo a Anielly una mañana mientras la observaba sentada en la mesa de la cocina.

—Tan solo necesito respirar un poco y saber qué va a pasar con mi hijo y conmigo.

Anielly suspiró.

—Quisiera poder tenerte buenas noticias. —Comenzó ella hablando, sentándose a su lado. —Quisiera poder decirte que todo se va a solucionar y que las cosas irán mejor entre tu y mi hijo, pero la verdad es que a estas alturas no sé cómo van a resultar las cosas entre ustedes.

Nala no quería reconocer que se sentía triste de que ella renunciara tan pronto a ese supuesto amor verdadero que creía que existía entre ellos dos.

—Te dije que él no va a cambiar, mi hermana siempre consigue de lo que se antoja...

—Es tu hermana y todo, pero te juro que si pudiera meterle la cabeza en un balde de agua fría hasta que dejara de respirar, lo haría ahora mismo.

Ella no tuvo más remedio que echarse a reír. Ese sentimiento también lo había tenido en distintas ocasiones cuando su hermana hacía para su propio beneficio y no para el de su familia.

—No eres la primera persona que la odia de esa forma tan intensa. —Confesó. — Hace días quería pensar que todo iba a solucionarse y que ella encontraría algo a lo cual, aferrarse y largarse. —Pero con el transcurso del tiempo ella se dio cuenta que era poco probable que Grenor soltara a su hermana.

Cosa que ella no estaba presa, no estaba secuestrada, tal y como él había hecho con ella. Su pasaporte aún seguía en manos de Grenor. La custodia de su hijo era algo que no determinaba aún su futuro.

—Necesito sacarte de aquí, que te des un respiro. —Sorprendiéndola Anielly se levantó de la silla y tomó su mano, comenzó a caminar con ella hacia la puerta y llamó a su chófer. —Llévatela lejos a pasear. No me importa donde la lleves. Tienes mi tarjeta de crédito. Haz que compre algo bonito, si quiere que se vaya al salón de belleza, que se dé un masaje, haz lo que sea pero que salga de estas cuatro paredes.

—Anielly, no hables como si yo no estuviera aquí, estoy aquí a tu lado. —Ella se soltó de su agarre y se cruzó de brazos. —No necesito más que lo que me estás dando. Con que me dejes quedar en tu apartamento y me prestaras algo de ropa es más que suficiente.

Pero agachó la cabeza para ocultar la verdad. Ella si necesitaba un último favor de la madre de Grenor. Necesitaba que, con todo su dinero, al igual como Greg había estado investigando sobre el paradero de su hermana y sobre ella misma para poder tener toda la ventaja sobre el caso de la custodia absoluta. Asimismo, ella quería saber todo sobre su hermana, saber dónde había estado y más aún y cuáles eran sus intenciones regresando a Grecia.

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⏰ Última actualización: Aug 26 ⏰

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Una noche en Grecia (EN EDICION)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora