Capitulo 24. Un teremoto

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Grenor

—Hijo, ¿Qué sucede? ¿Por qué has tardado tanto? — su madre le preguntó de inmediato nada más verlo. Él dejó el teléfono y lo guardó en su bolsillo, no espero respuesta de Calisto, el hombre haría lo necesario con tal de hacer que contrajera matrimonio su hija.

Él estaba rabioso. Iracundo, sentía el pulso corriendo acelerado en sus venas, había llamado a Calisto y le había gritado enfurecido por lo que su hija había ocasionado.

No le cabía duda alguna que la mano de Anastassia había pasado por todo aquello. Ella era capaz de pagarle a los periodistas para que fueran a asediar a Nala.

Anastassia no llegaba a entender aún que ellos no iban a comprometerse, que no estaban comprometidos y que jamás lo estarían.

Las manos de Grenor temblaban con la furia que estaba intentando contener, cerró los ojos un momento y los apretó fuerte, enfocó a su madre que le pasó una mano por el hombro tal y como hacía cuando él era un adolescente y le daban ataques de ira cuando las cosas no se daban como él esperaba.

—Cariño, ¿qué está pasando aquí? ¿Qué pasa con esta chica que tienes en esa habitación?

—Yo no la tengo allí, ella se ha desmayado sola.

—He hablado lo suficiente con ella para saber que hay algo más. ¿Me lo vas a decir tú o prefieres que me haga una idea por mí misma? —Su madre era muy perspicaz y además no sabía que tanto le había contado Nala.

A lo mejor le había lavado el cerebro con sus ideas maquiavélicas sobre una supuesta vida angelical que ella había llevado, sin saber nada sobre lo que su hermana había estado planeando.

Para él, Dara y Nala eran dos personas iguales, con los mismos intereses, las mismas actitudes egoístas y el mismo deseo de robarle todo el dinero, ellas no distaban mucho de Anastassia, lo único que con la rubia petulante y egocéntrica él ya se había dado cuenta pero, con Nala, le estaba costando un poco más sacar su verdadera intención.

Pero nada era imposible para él y tarde o temprano le sacaría la verdad-

—No sé lo que te ha dicho ella... —comenzó el diciendo—...pero esta mujer es la culpable de que yo hoy por hoy este como este.

—¿Y cómo se supone que estás, Greg? —inquirió su madre cruzándose de brazos. —Cuéntame qué es lo que pasa con esta chica. La tienes secuestrada en tu casa durante más de una semana. Le quitaste su pasaporte para que no pudiera irse. La trajiste engañada ofreciéndole un trabajo y aprovechándote de que no tenía cómo pagar la hipoteca de su casa. ¿Qué clase de hombre es en el que te has convertido? Yo no te crié, no te eduque, no me esforcé para que hoy maltrates a una mujer que no tiene la culpa de los pecados que su hermana haya cometido.

Precisamente eso era lo que Grenor se temía, que su madre cayera fácilmente en las redes de mentira que Nala proyectaba con tanta facilidad.

Él había llegado en el momento justo para escuchar como la muy mentirosa le decía a su madre que tenía más de cinco años sin saber de su hermana. Aquello era pura mentira, él sabía muy bien que ninguna persona que tuviera un hermano podía pasar tanto tiempo sin conocer su paradero.

Y así se lo expuso a su madre.

—Estás loco si crees que la relación de hermanos es como en las películas de romance y drama. —dijo su madre molesta. — No todos los hermanos son como esas historias que leías cuando eras un niño y deseabas que tu padre y yo te diéramos un hermanito. No todos los hermanos se quieren, no todos los hermanos son iguales, muchos de ellos prefieren vivir su vida alejados de su familia.

Una noche en Grecia (EN EDICION)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora