Capitulo 13. Infierno

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Nala sintió que el piso se abría y el fuego del infierno se la tragaba.

—¿Qué diablos has dicho? — pregunto abriendo los ojos de par en par.

No podía creer lo que él había dicho.

¿El padre de Peter?

¿Cómo podría ser aquello posible?

—No puede ser...— susurró muerta de miedo, pánico, ira. Tuvo demasiadas emociones aglomeradas y a punto de estallar.

Vio por el rabillo del ojo la puerta y quiso marcharse, pero Grenor se atravesó en su camino.

—Ni se te ocurra. Ahora me vas a escuchar. — dijo él con voz profunda.

—¿Que es lo que quieres de mí?

¡Dios mío! ¡su mejor amiga tenía razón!

Aquel hombre era un desgraciado. Un manipulador que la había engañado.

—siéntate en la cama y escúchame. — le ordenó Grenor. —me vas a escuchar y no vas a irte.

—no puedes decirme qué hacer. Tu no me mandas, Grenor. —dijo ella casi escupiendo las palabras, aunque su labio inferior temblaba.

—estas en mi casa, en mi país. No seas tonta, mujer. Harás lo que me de la maldita gana. — gruñó él y se detuvo frente a ella.

Nala solo pensaba en cómo pasar sobre él, tomar a peter en brazos y largarse de allí.

Pero las cuentas no le daban, ella tenía todas las de perder.

—me engañaste para venir aquí. — susurro mirándolo con los ojos llenos de lágrimas.

No quería llorar, pero sus ojos no pensaban en colaborarle.

—Hago lo que sea por mi hijo.

—¡Ni siquiera sabes si es tuyo! — gritó ella levantándose de la cama.

—Es mío. Es igual a mí. Con tan solo verlo se que es mi hijo. Sangre de mi sangre...

—¡Ay, por favor! ¡qué cursilería! — estaba fuera de su. Se acercó tanto a Grenor hasta que sus cuerpos casi se chocaron. Estaba temblando, pero no iba a demostrarle el miedo que sentía. —mi hermana es una loca. No tienes idea de si te engaño con otro hombre. En cambio, para mí, peter siempre será mi hijo.

—¡No es tu hijo! ¡es tu sobrino! — esta vez, su tono de voz si la hizo retroceder y se sintió desfallecer, dio cuatro pasos hacia atrás y cayó en la cama. — tu...— dijo el señalándole. — has dicho tantas veces que es tu hijo, que ahora te crees la mentira que tu misma creaste. ¡no es tu hijo! ¡es mío!

Grenor dio media vuelta y se encaminó a la puerta, ella estaba temblando y no podía decir ni media palabra.

Fue entonces cuando ella lo vio volverse y mirarla como si fuera menos que una basura.

—eres su tía, una mujer igual de despreciable que su hermana. Ninguna de las dos merece estar con mi hijo. No se que diablos te pensaste cuando te lanzaste en el parque a mis brazos, pero no se te va a dar el plan.

—¿estas demente? — preguntó ella levantándose de la cama y tirándole las almohadas y las sábanas a los pies.

Su ira la estaba consumiendo, estaba perdiendo la cabeza y la actitud arrogante y segura de Grenor no le ayudaba a controlarse.

Miro a todas partes en la habitación, deseaba golpearlo y salir corriendo del lugar con su hijo en brazos.

Su hijo.

Una noche en Grecia (EN EDICION)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora