Capitulo 25. Una salida

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—¿Lista para irte? — le preguntó Anielly Constantine.

Ella observó a la mujer y deseó con fuerza poder confiar a ciegas en ella. La mujer le había plantado el pie a su propio hijo, pero Grenor era tan testarudo, que Nala dudaba que él cambiara de parecer de la noche a la mañana y que fuese a creer en ella.

—¿En verdad tengo que ir a casa de su hijo?

—Él es un buen hombre. — dijo la mujer tranquilamente. — Es una excelente persona. No te imaginas la cantidad de personas que él ha ayudado y los innumerables casos en los que ha donado dinero y maquinaria para ayudar a indigentes y enfermos.

—No tiene que volverlo un dios ante mí. — Nala frunció el ceño y se acomodó la blusa.

—Vamos. — Anielly salió de la habitación y las enfermeras se acercaron a Nala.

—Espero que se mejore, señorita. — le dijo la que más la había ayudado, su nombre era Theresa y Nala la abrazo.

—Gracias a ti por tus cuidados.

—Recuerde alimentarse bien, tomar vitaminas y evitar estresarse. — le dijo Theresa y se hizo a un lado.

—Lo recordaré: — prometió.

Pero presentía que lo último no iba a poder lograrlo.

¿Cómo no estresarse si estaba secuestrada en una mansión de cristal?

—¿Causas siempre se efecto en las personas? — le dijo Anielly una vez llegaron al carro donde el chofer las esperaba.

—¿Qué?

—¿Siempre logras que las personas te tomen cariño tan pronto?

—No lo sé, supongo que sí. — Nala se colocó el cinturón y vio cómo el chofer cerró la puerta. —¿Ustedes siempre transitan con chofer? —Nala jamás había estado tan cerca de una familia con tanto dinero.

—¿Por qué conducir si alguien puede hacerlo por ti? — dijo Anielly con tono sarcástico.

Nala no emitió comentario, tan solo giró los ojos y quiso llegar rápido para abrazar a su hijo.

Extrañaba a Peter, normalmente no duraba tanto tiempo sin saber de él.

—Le agradezco el traerme de vuelta.

—Mi hijo me lo pidió.

—¿Siempre hace lo que su hijo le pide? — a Nala le incomodaba ser algo menos que un objeto para Grenor y su familia.

Aunque debía reconocer que Anielly Constantine se había portado como un ángel salvador con ella.

—No me gusta tu tono. Sé que has pasado por mucho...

—No. — la detuvo Nala mirándola — Su hijo me ha hecho pasar por mucho.— Corrigió.

—Todo se resolvería tan rápido si pudieras llamar a tu hermana y decirle que venga. Así ella le explicaría a mi hijo que...

—¿Qué? — Nala se carcajeó. —Usted no tiene idea de cómo es mi hermana. — Objetó Nala. — ella es capaz de decir que yo sabía de la existencia de Grenor con tal de ella salvar su propio pellejo.

— Ella puede sacarte de este desastre..

— ¡Ella está muerta! ¡Ya lo acepté!

Anielly murmuró algo, pero Nala no lo comprendió. Se quedaron en silencio hasta que llegaron a la casa y allí su hijo salió a recibirla.

—¡Mamá! — gritó cuando la vio salir del vehículo. — ¡Mamá!

—¡Mi tesoro! — Nala lo levantó en brazos y lo abrazó fuerte. — ¡Dios! ¡Cuánto te extrañe, tesoro mio!

Una noche en Grecia (EN EDICION)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora