Capitulo treinta y cuatro: Una vez más en el hospital

15 2 0
                                    


Nala miró el techo de su habitación. Estaba harta de escuchar los reproches de Grenor. Para él, ella siempre quedaría como la mala de la película. La mujer que había impedido su felicidad y la de su hijo.

¿Por qué no se detenía a verla como realmente ella era?

Nala no tenía malicia en su corazón, ella siempre estaba ayudando a otras personas, buscando alternativas para que todos a su alrededor fueran felices, incluso a costilla de su propia felicidad.

—No puedo seguir así. — murmuró mirando al techo y sintiendo las lágrimas tocar sus orejas. —Él no va a cambiar su percepción sobre mí.

Nala se levantó de la cama y observó toda la habitación. El cuarto era hermoso, con cortinas ligeras que caían y tocaban el suelo, eran de un color beige verdoso, al igual que las sábanas que cubrían su cama en aquel momento. La ropa y accesorios que Anielly le había comprado, aún estaban empacados en las bolsas de las que salieron de la tienda. Ella había tenido intención de sacarlas, pero, después de lo sucedido el día anterior, no quiso hacerlo, no tuvo deseos de hacerlo.

—Eres una idiota. — se sintió estúpida. Ella no le había rogado a nadie en su vida, nunca le había corrido detrás a nadie.

Ni siquiera a Dara.

¡Ambos podían irse al infierno!

—Nala, ¿estás bien? — le pregunto Sanda desde el otro lado de la puerta.

—Estoy bien, solo necesito descansar un poco. —Le respondió ella mirando la puerta como si la mujer pudiera abrirla de repente y ver que en verdad había estado llorando toda la mañana.

Se sentía como una rata dentro de una caja. Sin poder correr más que dentro de las cuatro paredes de cartón. No podía dejar que su vida le pasara así de fácil. Tenía veinticinco años y todo un camino por delante, Ghita Siempre Le dijo que ella merecía más de la vida, Que ella podía lograr todo aquello que había detenido por la llegada de Peter a su vida.

Su amiga tenía razón.

Se daba cuenta con tristeza, desesperación, que todos los demás buscaban lograr sus propios sueños y metas, iban a las universidades y se hacían con un título que les permitiera lograr conseguir un trabajo decente y bien remunerado. En cambio, ella sin darle un mejor porvenir a su sobrino, en cubrir con regalos, idas al parque, viajes a las plazas comerciales, Todo con tal de que su hijo no sintiera la ausencia de un padre.

Pero ahora se daba cuenta que se había enfocado en algo que a la larga la podía hacer feliz, pero no sentirse completa.

Justo en este momento Nala decidió que debía marcharse a toda costa. Necesitaba escapar de ese hombre que tanta infidelidad había traído a su vida y tan solo unas cuantas semanas. Su tiempo en Grecia se estaba acabando y sin embargo, Sentía que había estado en un círculo vicioso que tan solo le ocasionaría dolor a la corta o a la larga.

—Debo irme de aquí. — Sentenció.

(***)

—Señor Constantine, le aseguro haciendo hasta lo imposible para que usted no tenga que viajar. —Le dijo el hombre a través del teléfono.

Estaba perdiendo la paciencia. Se suponía que a esta hora de la tarde él estaría en su casa confrontando a la desgraciada de Nala, y sacándole toda la información necesaria para que así, finalmente, todo el mundo se diera cuenta que ella era la verdadera encarnación del mismo demonio. Eso era mejor que pensar que la mujer en verdad era un Ángel que había caído en las manos del inframundo, con una hermana que era capaz de hacerla fracasar delante de los demás con tal de ella, quedar como la buena.

Una noche en Grecia (EN EDICION)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora