Capitulo 20. Un beso

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Capítulo Veinte

—Puedes llevártela, no voy a comer nada que hagas. — le dijo Grenor cuando ella entró a la habitación con la sopa en una bandeja.

—No seas testarudo. No voy a envenenarte.

—Eso lo has mencionado tu. — dijo él con tono sarcástico. —¿Quiénes envenenarme, Nala? ¿Quieres sacarme del mapa y eliminarme de la vida de tu hijo?

Nala se cuestionó el nivel de paciencia que tenía. Grenor estaba siendo intolerable, ella solo deseaba ayudarlo y él, en cambio, buscaba de cualquier forma posible, sacarla de sus casillas.

—No seas idiota. No quiero matarte, Grenor. Necesito mantenerte con vida, para que mi hijo pueda crecer con un padre.

—¿Ahora quieres un padre? —Su tono era irónico. —Tu, que me arrebataste cinco años de su vida. — No era una pregunta, era una acusación por todo lo alto. —Tu...— él comenzó a toser y tuvo que cortar toda la charla.

Nala estaba agotada, exhausta. El seguía con lo mismo, aun días después de decirle casi todo. Grenor no la escuchaba, él solo creía lo malo sobre ella.

Nala intentaba por cada medio que tenía darle a entender que ella estaba dispuesta a compartir la custodia con él.

—Escucha, Grenor. — ella dejó la bandeja sobre la mesa de noche y le acercó un vaso con agua. —No quiero lastimarte. — dijo con tono calmado. —Quiero a mi hijo. No me importa lo que digas tú, no me importa cuánto quieras minimizarme, convertirme en la mala de la historia. Aquí los únicos irresponsables fueron tú y mi hermana...

—Nala, estoy enfermo, no me vengas con esa falacia.

—¿Falacia? —no podía creer que de todo lo que ella había dicho lo único que él había escuchado era la parte donde los responsabilizaba. —Tengo veinticinco años. Tuve que dejar la universidad para poder estar con Peter. Tuve que trabajar horas extras en un trabajo que no paga suficiente...

—Creí que eras la altruista de las dos. — refunfuño el. —Ahora veo que solo eres una farsa.

Nala, que tenía el vaso con agua esperando que él lo tomase, sintió deseos intensos de echarle toda el agua encima, pero en ese momento, Sanda se acercó a la puerta y detuvo sus pensamientos malignos.

—¿Todo bien con ustedes dos? ¿Aún no muere nadie?

Nala sonrió y volvió a colocar el vaso en la mesita.

—Habla con él. Piensa que voy a envenenarlo. — Nala se hizo a un lado y Sanda no entró a la habitación.

—Creo que él terminará cediendo. No te rindas. Es mejor de lo que parece. — dijo ella soltando una carcajada.

—Tomate al menos los analgésicos. — le dijo ella una vez se hubo ido Sanda y ella vio que las pastillas seguían sobre la mesita de noche. — Es para bajar la fiebre. ¿Quieres morirte antes de jugar futbol con tu hijo?

Grenor refunfuñó algo y extendió la mano izquierda desde la cama, Nala lo observó, estaba temblando, la fiebre le subía y no quería medicarse.

—Toma. —Nala se acercó a él y se sentó en la cama a una distancia prudente. Sentía que la electricidad de Grenor sería peor si lo tenía cerca. —Te vas a mejorar. —Uso el mismo tono que empleaba con Peter cuando no quería medicina. —Te repondrás antes de que cante el gallo.

—Que palabras tan tontas. — murmuró mientras tomaba las pastillas y se las tragaba. — Gracias. —murmuró levantándose y yendo a buscar la sopa.

Una noche en Grecia (EN EDICION)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora