Capitulo 26. Una realidad

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—El tema aquí es que no estoy listo para casarme, no pretendo hacerlo y he venido a darte la cara yo mismo. Sí, tu hija y yo tuvimos un encuentro casual en un bar. Yo le invité una copa y ella aceptó, nos fuimos a mi apartamento...

—No tienes que darme los detalles de lo que hiciste con mi hija en tu apartamento. —lo interrumpió Calisto, le dio un trago largo a su copa y terminó por completo el whisky. Grenor se sentía incómodo pues se daba cuenta que las cosas no estaban fluyendo como él deseaba. —¿Me estás diciendo lo que creo que estás diciendo? —le preguntó el viejo entonces.

Calisto era un hombre de unos 60 años, había envejecido mucho más que su padre, el cabello estaba por completo blanco, y los ojos de un azul del mismo color de los de su hija lo miraban con las cejas tupidas fruncidas.

—Mira, Calisto...— Grenor le dio un sorbo largo al resto del whisky y dejó que el líquido ambarino calentara su cuerpo y le diera el impulso que necesitaba para dejar clara su posición. — He venido aquí para decirte que no voy a casarme con ella, no puedo hacerlo por más que tú y mi padre me lo pidan.

—¡Tú la violaste!

—No, no lo hice, Todo fue de mutuo acuerdo.

—¡Abusaste de la inocencia de mi hija! ¡Ella era virgen, por el amor de Dios! —Calisto se levantó de su silla y con el rápido movimiento, esta cayó al suelo haciendo más ruido del necesario.

Al estudio de inmediato se acercaron las dos hermanas de Anastassia y abriendo la puerta se dieron cuenta de que Grenor estaba allí.

—¿Qué está pasando? —preguntó una de ellas a la cual Grenor ni siquiera sabía el nombre.

—Este malnacido dice que no va a casarse con su hermana. ¡Vino a nuestra casa a burlarse de mí en la cara!

Anastassia llegó en ese momento y escuchó las palabras de su padre, sus ojos se pusieron vidriosos y comenzó a hacer una pataleta como si fuera una adolescente. Grenor se agarró el puente de la nariz y cerró los ojos apretándolos con sus dedos y pasando la mano por su rostro para intentar controlar la ira que estaba sintiendo en ese momento.

Aquello parecía un juego de chiquillos. Un tira y jala para ver quién era el vencedor.

—Grenor no me puedes hacer esto, sabes muy bien que estamos destinados a estar juntos. —exclamó ella acercándose a él y colgando los brazos de su cuello.

—Aléjate de mí, Anastassia. —le dijo el agarrándola por los hombros e intentando alejarla.

—¿Por qué me haces esto? ¿por qué te aprovechaste de mí hace unas semanas y ahora no me quieres ni ver?

—Anastassia, yo no me aproveché de ningún momento, lo que tuvimos fue algo de mutuo acuerdo. Me estoy hartando de que quieras cambiar los hechos.

—Tengo 20 años y no sabía en qué estaba pensando. —ella sacó su última carta y Grenor tuvo más remedio que comenzar a reírse.

¿Ahora ella mencionaba que tenía 20 años?

Para el, encuentro que ellos habían tenido había sido una pura casualidad, algo que se daba comúnmente en los bares de cualquier ciudad de Grecia. No era la primera vez que él se iba con una mujer que conocía en un bar. Las que aceptaban su propuesta estaban siempre de acuerdo y sabían que él no le iba a ofrecer más que una noche de placer.

—Escúchame bien, los dos escúchenme. —dijo Grenor despegándose a Anastassia de su cuerpo y sacudiéndose la chaqueta y la camisa que comenzaba a estrujarse después de un día completo de trabajo. Él siempre dejaba una muda de ropa en la oficina y también tenía ropa disponible en su apartamento que estaba cerca del trabajo.

Una noche en Grecia (EN EDICION)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora