Una vez que Peter se durmió, Nala salió de su habitación y encontró a Sanda con una taza de té en las manos. Ella le ofreció una y Nala no pudo negarse. Habiendo tenido el peor día de su vida hasta el momento, después de escuchar los constantes reproches de Grenor, sus acusaciones sin sentido y su forma maquiavélica de tratarla, hizo que, llegada la noche, Nala no sintiera ni pizca de miedo. Estaba más que espabilada, a la espera de que algo aún peor sucediera. Algo más grave que estar en la cuerda floja.
Grenor se lo había prometido, le había dicho que buscaría la manera de que ella no perdiera a Peter, pero del dicho al hecho, había un larguísimo trecho.
Nala y Sanda se sentaron en el pórtico, desde allí se podía escuchar el oleaje intenso de la media noche. Eran ya pasadas las diez de la noche y ni señas de Grenor.
¿A dónde habrá ido?
Nala se descubrió pensando en qué estaría haciendo él, sí estaría en compañía de alguna mujer, una mucho más hermosa que ella y que en verdad tuviera la condición económica para ser buena pareja para él.
Aunque Nala sospechaba que para un hombre como Grenor ninguna pareja sería suficiente.
—¿Por qué el me odia tanto? — preguntó en voz alta y se dio cuenta tarde, que Sanda la había escuchado.
—No pienses que te odia.
—Lo hace. Realmente me odia.
—No es así. —Corrigió ella. —Tu representas todo lo que una vez tuvo con tu hermana. Eres muy similar a ella.
—Yo me parezco a Dara, ella es mayor.
—Se nota. La bondad la sacaste tu. — dijo Sanda dejando la taza sobre la mesa que había en medio de ellas dos. — No seas dura con él, cuando Dara llegó a su vida, él se cautivó por su belleza. Es una mujer hermosa, hasta yo que soy mujer debo reconocerlo.
—Lo es. — dijo Nala pensando en cómo había sido una vez su hermana.
Cinco años sin verla era demasiado tiempo.
—Dara era sensual, atractiva, de esas mujeres que pueden tener a cualquier hombre.
—Mi hermana puede tener lo que ella se proponga. — era la pura verdad. Nadie se había negado a Dara, al menos no alguien que ella conociera.
Las dos no circundaban los mismos círculos, francamente, Nala no tenía un círculo. Dara le llevaba cuatro años de diferencia, por ende, sus amigos no eran los mismos. Y no tanto por eso, más bien porque Dara buscaba siempre que la complacieran, que le dieran todo en bandeja de plata y que nadie le pidiera nada a cambio.
Nala recordó la primera vez que su hermana tuvo un carro deportivo.
Su abuela casi muere de un infarto, al ver a Dara bajarse del vehículo.
—¿Te gusta? — dijo ella.
—¿De quién es? — preguntó su abuela.
—Ahora es mío.
—¿Qué has hecho? —Su abuela no veía a Dara como un ángel inocente como las demás personas, ella sabía que había un grado de maldad y terquedad muy elevado, así como de egoísmo y obstinación.
—Vendi mi virginidad. — dijo ella como si nada, pasando por el lado de su abuela y ella, dejando a ambas con la boca abierta. Nala apenas tenía trece años, se quedó petrificada.
Su abuela siempre les había dicho a ambas que la virginidad debía de ser conservada hasta el matrimonio.
¡Y dará la había vendido a cambio de un carro!
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Una noche en Grecia (EN EDICION)
RomanceDisfrutando de su vida de soltero, Grenor Constantine se quedó mudo la enterarse que tenía un hijo. Una aventura con su secretaria de aquel entonces Greysi Martinez, una Dominicana efusiva, ardiente y de cuerpo escultural, dio como resultado ese pe...