Capitulo 29. Una arpia

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Nala había aguardado durante horas, esperando que Grenor llegara a casa, dio vueltas y vueltas por todo el lugar, ayudó a Sanda con todo lo necesario para la cena, pero aun así la incertidumbre que sentía estaba haciéndole perder sus nervios. Se quedó en el pórtico durante más tiempo del necesario, cuando se dio cuenta que ya nada más se veía en la calle, que el mar tan solo se escuchaba y se podía ver una pequeña silueta de las olas al chocar entre ellas por la tenue luz que alumbraba desde la mansión, solo ahí se dio cuenta que estaba perdiendo el tiempo, estaba intentando explicarle a alguien que a lo mejor ni siquiera iba a querer escucharla, o aún peor, alguien que a lo mejor no iba a creerle ni una sola palabra de lo que ella le dijese.

Él estaba convencido de que ella era una buscavidas, de que era igual que su hermana y que por ende debía de tratarla de la misma forma. La brecha que se había creado a través de los años entre ella y su hermana nunca llegará a curarse del todo, pues, aunque ella pudiera regresar a casa un día, por siempre sería la mujer que abandonó a su sobrino en manos de su hermana menor, para irse a buscar Dios sabe qué con tal de vivir la vida que ella pensaba merecerse. ¿pero a expensas de qué? ¿de la felicidad de su pobre hermanita? ¿de la felicidad de su propio hijo?

Ella se había esfumado durante 5 años, Nala jamás volvió a ver siquiera una fotografía y no tuvo dinero para contratar a un investigador privado, cosa que su amiga le había dicho que era una mala idea, pues aquella persona que no le interesaba dar a conocer su paradero, no merecía ser buscado.

—Niña, ¿Qué estás haciendo aquí afuera? Debes de estar helada.

—Estoy bien. Pero necesito que él llegue. Tengo que hablarle y decirle cómo han sido las cosas. Solo espero que ella no le contara primero.

—¿Por qué te afanas tanto en buscar su aprobación? — Sanda inquirió colocando los brazos en sus hombros y haciendo que se enfocara en sus ojos, esos ojos que tenían tanta experiencia y un brillo cálido. — Sé honesta conmigo, ¿Qué es lo que pretendes lograr?

—No lo sé, Sanda. — confesó a ella. — siempre he odiado que las personas piensen que soy una mala persona. Me molesta que los demás tengan un mal concepto de mí, eso me enfurece y a la vez me pone triste.

—Cariño mío, mi dulce niña, debes de comprender que no hemos venido a esta tierra para complacer a los demás, es tu propia felicidad lo que tienes que lograr conseguir, sin importar a quién arruinas en el proceso.

—Creo que eso es un pensamiento muy egoísta, creo que todos podemos conseguir la felicidad sin lastimar a otros.

—Lamentablemente no es un cuento de hadas. ¿Y te digo la verdad? Los demás harán lo mismo, buscarán su propia felicidad sin importar si a ti te hieren en el proceso.

Ella lo sabía con certeza, su hermana había sido capaz de abandonar a su propio hijo para buscar su propia felicidad, sintiendo que quizás su hijo podría frenarla, y era cierto, era muy probable que el tener que cuidar a un bebé recién nacido impidiese que ella pudiera conocer a hombre millonario con el cual casarse y sacarle alguna ventaja. Una joven mujer que había sido capaz de vender su virginidad por un carro, era capaz de lo que fuese con tal de lograr su objetivo.

En cierto modo ya no culpaba a Grenor por odiarla, tan solo quería explicarle que ella no era merecedora de ese odio, su hermana sí.

—Ahí viene. — Sanda se alejó del pórtico dedicándole una última sonrisa. — Todo saldrá bien. Cuéntale lo que esta miserable desgraciada te ha hecho, a ver si le pone stop de una vez y por todas.

—Lo haré. —susurró ella con voz temblorosa.

No le era fácil vivir con el recordatorio diario de que su hermana lo había lastimado, de que su hijo estaba creciendo sin su madre biológica, ella se había encargado de retirar todas las fotografías de la casa que involucran a su hermana, todo con tal de que su hijo no hiciera ninguna de esas preguntas que a ella tanto le dolería explicar, pero que sabía que en algún momento iba a tener que hacerlo, y ese momento cada día se acercaba más.

Frank se bajó del vehículo y se recostó de la puerta, sacó su móvil y llamó a alguien, mientras Grenor caminaba hacia ella.

—¿Qué haces aquí afuera? ¿No tienes frío? — preguntó él quitándose la chaqueta y poniéndosela en los hombros. A Nala aquel gesto la hizo sentir en las nubes.

—Gracias. —fue lo único que pudo murmurar con voz temblorosa sintiendo que estaba entrando en calor.

—¿Por qué estás aquí afuera? —preguntó él nuevamente.

—Tengo que hablar contigo. —ella tomó asiento en una de las sillas y esperó a que él hiciera lo mismo, pero al ver que no tomaba asiento, lo miró con los ojos atribulados. —por favor, siéntate.

—¿Está todo bien con Peter? —él se sentó y Nala se sintió ligeramente victoriosa, era la primera vez que mantenían una conversación sin que él la despreciara u observara con esos ojos azules intensos llenos de odio. —Estoy cansado y en verdad hoy no tengo deseos de discutir ni contigo ni con nadie. Son las 9:00 de la noche y me vendría bien una ducha y cenar algo. No he comido en todo el día.

—Lo siento.

—No te disculpes, no es tu culpa. ¿Qué es lo que quieres decirme? Por favor que no sea sobre la custodia de Peter, porque no voy a discutir esto otra vez contigo, voy a someter los papeles y me quedaré con la custodia completa, no voy a negar que me ha cruzado por la cabeza que puedas quedarte en la vida de él, pero aún no estoy listo para esta conversación contigo.

—¿Crees en lo que te he dicho? —ella no podía salir de su asombro, estudió sus ojos fríos azules, su mandíbula cuadrada y el cabello negro despeinado, estaba tan hermoso y se veía tan cansado que ella se sintió como si estuviese cometiendo una injusticia al sentirse feliz por sus palabras.

Eran palabras de esperanza para ella.

—No puedo decir que creo en lo que me has dicho, pero tampoco puedo culparte por completo por lo que tu hermana me hizo. — confesó el sorprendiéndola aún más. —¿Qué es lo que quieres decirme?

—Tu amiga Anastassia estuvo aquí hoy.

De inmediato, él se enderezó y la observó con los ojos entrecerrados.

—¿Qué quería? ¿Te hizo daño? ¿le hizo daño a Peter? —hizo una pregunta tras otra con gesto imperativo.

—Peter no estaba aquí, estaba en la playa con Sanda.

—¿Te dijo algo? ¡Habla mujer antes de que pierda la paciencia!

—Vino buscándote y no me creyó cuando le dije que no estabas aquí.Intenté llamarte pero me di cuenta que no tenía tu número de teléfono agregado en mi celular solo un momento... solo fue un momento...—ella balbuceó y sintió que las lágrimas corrían por sus mejillas pero antes de poder retirársela Grenor se las limpio con sus pulgares, se quedaron observándose allí hasta que él rompió la magia y habló con voz tosca y grave.

—Voy a obviar que Sanda te entregó el móvil cuando obviamente no debía. — Grenor se había enterado que Sanda la había intentado alegrar. — ¿Qué hizo? comienzo a cabrearme, dime de una puta vez qué fue lo que hizo.

—Se metió en mi habitación y quemó toda mi ropa y la de Peter. —ella soltó las palabras apresuradas y lo miró de reojo. Su mandíbula estaba apretada y sus ojos cerrados, él apretó los puños y se levantó de la silla.

—Gracias por contármelo, te aseguro que no volverá a poner un solo pie en esta casa. —sin más que decir Grenor le dijo algo a Frank y ambos volvieron a subir al carro.

En el instante en el que carro se alejó de la mansión, Sanda salió y le preguntó por lo que había sucedido.

—Le conté todo, al menos sobre la visita de Anastassia. —Ella tenía el ceño fruncido y estaba un poco confundida.

¿De dónde había salido ese hombre cariñoso y preocupado que de repente estaba en el cuerpo de Grenor?

—Ahora si que Anastassia va a sufrir. — Sanda sonrió y le ofreció un té de tilo. — Necesitas descansar.

—No tengo ropa que ponerme, tan solo un vestido que llegue a colocar en el closet y al parecer esa infeliz mujer no vio.

—Todo se va a solucionar. No estás sola. Sospecho que ya no lo estarás.

Nala no quiso reconocerlo delante de la mujer, pero ella tampoco se sintió sola, de repente, las palabras de Grenor, la forma en cómo había secado sus lágrimas, la preocupación en su voz al decirle que Anastassia había estado en la casa, todo aquello le hizo sentir, que de una forma u otra, que su vida iba a mejorar.

Una noche en Grecia (EN EDICION)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora