—Contesta el maldito teléfono, Anastassia. — Grenor iba maldiciendo a todo el camino, era capaz de aparecerse en la misma casa de la mujer con tal de enfrentarla y decirle que dejara de perseguir a su familia.
No, su familia no, que dejara de perseguir a Nala, que dejara de perseguirlo.
Frank iba conduciendo en silencio, el hombre tenía añales trabajando para él, y normalmente se reservaba todas sus opiniones, cosa que Grenor agradecía en momentos como aquel, donde lo único que deseaba era golpear a alguien.
—¿Greg? ¿Cariño? ¿Qué haces llamándome a estas horas?
—Necesito verte. — dijo él —Estoy llegando al Retro Binnuet. Nos vemos allí en veinte minutos. — le dijo él sin importarle lo que ella estuviese haciendo. —Mas te vale que aparezcas o iré a tu casa.
—No seas así, mi amor. Me enciendes con ese tono. — ella dijo con voz seductora pero que a Grenor le resultó de lo más desagradable. —Allí estaré.
Grenor llegó al lugar y de inmediato las personas lo reconocieron, se le acercaron y le ofertaron una silla apartada de todos los demás, cosas que él agradeció pues no quería que más personas de las necesarias se enteraran de lo que iba a decirle a Anastasia. Ella se había metido con la persona equivocada, era un león furioso cuando alguien intentaba destrozar su mundo, su tranquilidad y más que nada, cuando tocaban lo que él valoraba.
No era el simple el hecho de que ella quemara la ropa de Nala y Peter. Era una cuestión de privacidad, de mantener su vida personal apartada de todo lo demás, ella no tenía ninguna autoridad para entrar a su casa y ocasionar esa clase de desastre.
En cierto modo Anastassia se parecía un poco a Dara. Ella también había sido así de intensa de personalidad fuerte, muy fuerte. Lo cual no era un atributo que él en ningún momento buscara en las bellezas pasajeras que compartían su cama. Dara tenía los ojos de un azul similar al agua de la playa, pero ahora se daba cuenta que a lo mejor siempre había estado utilizando lentes de contacto pues su cabello también era de un color oscuro, era una combinación explosiva, que le había encantado disfrutar.
Después de que ella se fuera de la empresa, él intentó contactarla pero ella le rechazó, y Grenor no perseguía mujeres, jamás intentaba conquistarlas con halagos ni flores, porque él no buscaba relaciones, él quería sexo y nada más, si ellas se terminaban alejando de él, pues para él era mucho mejor. El mantra que regía su vida era perfecto: ninguna mujer era indispensable, él no creía en el amor, no en ese que aparentemente las mujeres de hoy en día pretendían ofrecer a cambio de ropas caras, de marca, edificios a sus nombres, carros de lujo y viajes a Dubai. él creía en el amor que sus padres tenían.
—Aquí tiene, señor Constantine. El chef manda a preguntarle si cenará solo o acompañado. — el camarero se acercó con una botella de lo que seguro era el vino mas costoso del restaurante y Grenor, asintiendo, le dio el visto bueno.
—Me acompañarán. —dijo él. — pero yo no me quedaré a cenar.
—Como guste, señor. Como siempre es un placer que nos acompañe.
Dicho esto, el hombre se retiró del lugar y Grenor vio complacido el momento justo en que Anastassia entró al restaurante.
La mujer lo buscó con la mirada y dio con él de inmediato.
Grenor era alguien que no podía pasar desapercibido. Sus casi seis pies de altura, sus hombros anchos y fuertes, gracias a las muchas horas de gimnasio, su cabello oscuro y sus ojos azules que centelleaban en la luz tenue del lugar. Había pocos clientes esa noche, probablemente porque el lugar era solo por reservaciones y presumían de mantener la privacidad de sus huéspedes.
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Una noche en Grecia (EN EDICION)
RomanceDisfrutando de su vida de soltero, Grenor Constantine se quedó mudo la enterarse que tenía un hijo. Una aventura con su secretaria de aquel entonces Greysi Martinez, una Dominicana efusiva, ardiente y de cuerpo escultural, dio como resultado ese pe...