Parte XX: Caída Libre

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—¿Ya saben que medidas tomaran?—él le cuestiono confundido ante la actitud de su superior.

—Si.—el director tomo asiento.—Esta despedido por venderle droga a los alumnos.

—¿Disculpe? Pero si yo le avise de lo ocurrido

—Si, el Joven Steward me aviso que usted le vendió y cuando le quiso devolver lo amenazo con decirme.—el director le dijo negando para sí mismo.—Yo le di una oportunidad Wright ¿Y así me paga?

Frank se quedó helado, el chico al que había ayudado y protegido lo había inculpado cuando él ni siquiera lo había delatado. No sabía ni como defenderse del director, quien parecía ya haber tomado una decisión sobre él.

—Yo...lo encontré y se lo quite para que no siguiera consumiendo. Le di una advertencia.—el morocho intentó explicarse.

—Estuve averiguando y resulta que usted antes le vendía droga a los estudiantes mayores de esta escuela. Agradezca que no lo denuncio y salga lo antes posible de aquí.—El hombre detrás el escritorio le dijo serio viendo cómo el castaño quería abrir la boca para hablar.

Él la cerró y miró hacia abajo. Trago en seco y negó para sí mismo, ya había tomado una decisión, juzgarlo por su pasado y no creerle. Otra vez, maldita sea.

Se levantó lentamente mirando al piso y regresó por su paso hacia la salida del colegio.

—Profe, ya me sé la canción.—Lucas, uno de sus alumnos menores paso a su lado sonriéndole. Frank asintió sin mirarlo mucho y salió de ahí.

Cerró los ojos respirando pesado y apretando sus manos que picaban. Se sacó la corbata con furia, lastimándose el cuello. Entró a su auto y apretó el volante mientras sentía su lengua picar. Su corazón latía a mil por hora, juraba podía escuchar como rebotaba en su pecho. Rodeó su cuello con sus manos y lo apretó mientras se golpeaba contra el volante sollozando, se estaba castigando.

Golpeó su propia mejilla contra su palma llorando. Si no era la droga, el lastimarse era su manera de castigarse por ser quien era.

Encendió su auto y manejó camino al bar más cercano. Pedido varios tragos y los bebió de corrido sin pensar mucho. La picazón en sus manos y garganta seguía. Necesitaba algo más, necesitaba la adrenalina. Vio a un costado como dos hombres hablaban entre sí con una cerveza en la mano y camino hacia ellos buscando provocarlos. Paso por su lado golpeando su codo con su codo llamando su atención.

—Hey ¿Qué te pasa?—el hombre le dijo un tanto molesto.

—No ocupes el pasillo, se supone debe pasar la gente.—Frank le dijo claramente provocándolo.

—Oye cálmate.—el amigo que acompañaba al hombre que había golpeado le dijo.—Tu comenzaste.

—Tu estabas en mi camino..

—No lo estaba pero si quieres puedo enterrarte un puño para que digas que me puse en tu camino.

—Te ves débil. —el morocho terminó de decirle para que el otro explotara.

El hombre arqueó la ceja y le propició un golpe suave en el estómago al castaño, pero este reaccionó con furia golpeando su quijada lo que hizo que empiecen a pelearse seriamente. El morocho se sentía bien en cada golpe, en cada gota de sangre que salía de su boca o nariz por los golpes. Los moretones apareciendo en su estómago y quijada eran como calmantes a su cabeza. Él quería desesperadamente que lo dejaran inconsciente. Esperaba que así fuera, espera tener muy poca fuerza para alzar su celular y llamar a su dealer. Sus sentidos se adormitaban y sonrió por inercia pronto estaría en el piso.

The Chaos (Spin off de The Moral of the Story)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora