Un demonio entre diosas

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POV. MELIODAS

Mientras volábamos a la base de Stigma reflexioné acerca de todo lo que había pasado en tan poco tiempo, nunca pensé que mi hermano intentara algo en contra de Elizabeth y mucho menos pensé que Mael perdería el control de esa manera haciendo que casi matara hasta la diosa que se suponía que amaba. La batalla nos había obligado a acelerar mi presentación al clan de las diosas como su aliado, aunque siendo sincero no me interesaba en absoluto serle fiel a la Deidad Suprema, yo simplemente estaba del lado de Elizabeth y así sería siempre. Hubiera esperado tener otros días tranquilos apartado de todo el problema que había generado lo que ahora se conocía como la Guerra Santa, la tranquilidad que había vivido durante esa semana había sido como un soplo de aire fresco, a veces no sabes que necesitas un cambio de vida hasta que lo tienes y en mis días de exilio sentí una paz que únicamente había sentido cuando estaba con Elizabeth, estar aislado de todo el mundo fue bueno para pensar en lo que quería a partir de ese punto. Seguir con la diosa, de eso estaba seguro, pero más allá de eso no estaba muy claro, sabía que tenía que ganarme la confianza de Stigma y que posiblemente tendría que enfrentar de nuevo a mi hermano y matar a algunos demonios, porque aunque yo nos los buscara conocía lo suficientemente bien a los demonios para saber que me consideraban un traidor y querían entregarle mi cabeza al Rey Demonio.

Mi padre era otro caso, me intrigaba bastante su reacción porque en una semana no había sucedido nada, y cuando digo nada me refiero a que no había ordenado mi ejecución ni tampoco se había aparecido personalmente para matarme, tal vez para él era un asunto sin importancia o se satisfacía con las órdenes de búsqueda de Zeldris, pero era intrigante el hecho de que el Rey Demonio no hubiera hecho ningún ataque directo, aún. Estaba convencido de que él esperaría el mejor momento para aparecer, pero mientras eso sucediera disponía de tiempo que iba a aprovechar al lado de Elizabeth.

La diosa a mi lado iba un poco intranquila, se notaba porque no había puesto tema de conversación en todo el camino, lo más seguro es que estuviera pensando en las mejores palabras para presentarme al resto de las diosas y era mejor no interrumpir, porque ni siquiera yo tenía la menor idea de que diría cuando llegara. ¿hola?¿soy un demonio que intentó matarlos pero que ahora no lo hará?, nada de eso parecía muy convincente en realidad. Aunque tampoco me gustaba ver a Elizabeth angustiada, deseaba que en algún momento pudiera sentir la tranquilidad que había experimentado en la última semana y que pudiéramos irnos lejos de esa guerra, porque su final estaba cada vez más lejos de nuestro dominio. Era irónico pensar que los dos que habían querido ponerle fin a la guerra fueran los mismos que la agravaron a tal magnitud de implicar a otras razas en la batalla, pero no se podía dar marcha atrás y tendríamos que afrontar las consecuencias.

Nunca había ido al Bosque de las hadas, solo había divisado desde lejos el árbol sagrado que estaba en crecimiento y fue por este que reconocí que estábamos llegando a nuestro lugar de destino, la arboleda se mostraba ante mí casi como una fortaleza impenetrable y al lado del árbol sagrado se encontraba una luz de manera vertical más similar a un faro que a una construcción, parecía que Ludociel era algo escaso de ideas en cuanto a arquitectura, tal vez si le hubieran pedido la opinión a Elizabeth el lugar tendría un aspecto más hogareño, me preguntaba como sería si ella decorara una casa, lo más seguro es que quedaría mucho mejor que si yo lo hacía.

La miré detenidamente como si eso fuera a darme la respuesta pero lo único que vi fue a una diosa con el semblante preocupado y unas heridas que aunque no fueran demasiado profundas si eran bastante visibles, sus rodillas estaban raspadas y tenía unos cuantos cabellos desordenados junto a una mirada fija en el horizonte.

-Todo va a estar bien Elizabeth, ya vas a ver cómo al final del día estaremos comiendo una cena mejor preparada que la mía y tomaré cerveza tranquilamente al lado de los arcángeles

Si no hubiera guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora