6. Ellie la sangrienta

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POV. ELIZABETH

El sol entró por mi ventana iluminando toda mi habitación haciendo que me despertara por completo. Todo el clan estaba nervioso, ansioso,y emocionado, era la primera vez que saldría Ginebra del clan, al principio lo quería hacer sola, después de horas de tratar de hacerla entrar en razón no accedió a ir conmigo, pero si se dejaría acompañar de Mael, no estaba segura de dejarla ir, tenía un mal presentimiento de todo esto. En un último intento de sacarla de todo peligro la busqué por todo el palacio hasta que la encontré caminando ensimismada por un pasillo y me acerqué a ella

-Hermana-me dijo sin ni siquiera girarse para encararme- espero que no hayas venido a discutir el mismo tema

-Ginebra, debería ir yo, soy la mayor- le dije sin darle vueltas-me sentiría mejor si te quedaras aquí

Ella se limitó a suspirar y respondió - Hermana, ya lo hemos hablado, madre te quiere aquí para que vayas con Ludociel, además dejé acompañarme de Mael.

- Lo sé, pero...tengo un mal presentimiento de todo esto, no vayas- le supliqué

-Hermana, el asunto está decidido, pero si te tranquiliza te haré llegar un mensaje en caso de que me pase algo, la luz te guiará hacia mí-me respondió en un intento vano de tranquilizarme

- Está bien-mentí-sé que eres fuerte y sabes defenderte, pero si en algún momento te arrepientes de esta decisión dímelo y cambiaremos lugares

Ella asintió suavemente mientras seguía su camino dando por terminada la discusión.

Ginebra era realmente terca, no podía entender por qué no quería cambiar de lugar. Nunca le habían gustado las excursiones y de la nada se había ofrecido para esa, había algo que no cuadraba en toda la situación y no tenía la menor idea de que podía ser. Los últimos días la había notado más callada de lo normal y se veía un poco enferma, con la piel más pálida y un par de ojeras que se acentuaban en su rostro. ¿Nadie lo notaba? y si lo hacían ¿por qué la dejaban ir en esas condiciones?. Su poder era asombroso, en eso no había mentido, muchas veces pensé que aunque yo fuera la hermana mayor, ella sería la que heredaría el puesto de madre como la Deidad Suprema. Su magia, inteligencia y tranquilidad para resolver las cosas era lo que más admiraba de ella, porque mi hermana haría cualquier cosa para mantener a salvo a los suyos y tal vez eso era lo que había hecho que fuera tan terca respecto a la excursión.

Se rumoreaba que los demonios estaban haciendo muchas salidas cada vez más cerca de nuestro territorio. Ginebra lo único que tenía que hacer era ir para comprobar la veracidad de esos rumores, nada más. Después de eso tenía que volver sin nada de muertos, batallas ni enfrentamientos. Los demonios no tenían por qué enterarse de que ellos habían estado ahí. La misión era relativamente sencilla porque se decía que los demonios que merodeaban por el lugar eran de un nivel muy bajo, pero aún así, había algo que no me dejaba tranquila por completo.

Al llegar la hora en la que ambas nos marcharíamos con rumbos diferentes mi nerviosismo había aumentado considerablemente, había pensado incluso en noquearla para que no fuera, pero realmente no me sentí capaz de hacerlo. En la puerta mi hermana se encontraba lista para irse, tenía el cabello recogido en una cola alta, tenía la armadura divina puesta y en uno de sus costados llevaba la espada con la que siempre luchaba. Mael ni siquiera se había cambiado la armadura que normalmente llevaba y a diferencia de Ginebra, no tenía armas con él, no las necesitaba. Ludociel tampoco llevaba nada para una batalla, pero eso era porque nuestro rumbo era diferente al de ellos.

Me acerqué a mi hermana primero, porque los dos arcángeles estaban teniendo una conversación entre susurros al parecer bastante seria. Cuando llegué a Ginebra no dije nada, simplemente la abracé con fuerza, ella me correspondió el gesto con el mismo cariño y afecto.

Si no hubiera guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora