Capitulo 20

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P.O.V. Federico:

—Ludmila, por favor necesito que te tranquilices y me digas que ha pasado— dije intentando mantener la calma, pero estaba muy preocupado. Estaba recostado en el sillón de mi casa, y la llamada de Ludmila a las doce de la noche diciéndome que me necesitaba me había preocupado.

—Fede, es... Es mi mamá, ella...— dijo sin poder evitar sollozar.

—¿Ella te ha hecho algo?

—Veni a mi casa Fede— dijo tartamudeando. Podía sentir el terror en su voz—Entrá por la ventana de mi pieza— susurró, sin fuerzas.

—Tranquila, voy para allá— dije y colgué.

Tomé el primer abrigo que encontré y salí corriendo del departamento, sin siquiera ponerle llave a la puerta. Subí a mi auto y lo encendí. Manejé lo más rápido que pude, sin que me importara pasar los semáforos en rojo y, en menos de tres minutos, me encontraba frente a la casa de Ludmila. Tenía miedo, miedo por ella. Yo la había animado a que se enfrentara a su madre, y no me perdonaría que algo malo le pasara. La verdad es que nunca imaginé que su madre iba a lastimarla o algo así.

Salí del auto y corrí a la ventana de la habitación de Ludmila. Se encontraba en un primer piso, y tal y como me había dicho, estaba abierta. Me trepé y entré, esperando ver lo peor. Y ahí estaba, sentada apoyada en la puerta, totalmente indefensa, llorando. Sin pensarlo dos veces me tiré encima de ella, abrazándola.

—Tranquila, ya estoy acá princesa— dije besándole la frente.

Al separarme de ella noté que mi remera estaba manchada con sangre... Y ahí fue cuando vi los cortes en su muñeca. No podía creerlo. Estaba en shock, totalmente paralizado. No conocía a su madre, pero nunca imaginé que la iba a lastimar así. ¿Cómo podía hacerle tanto daño?

—¿Ludmila que...— me callé al darme cuenta que no era el momento más adecuado para pedir algún tipo de explicación—¿Dónde hay vendas? Tengo que curarte esto— dije al ver el horrible corte que tenía en su muñeca.

—En el cajón del baño— dijo haciendo una mueca de dolor. Las encontré y corí a su lado. Le desinfecté un poco la herida y le coloqué la venda, para que dejara de sangrar. Le di un beso suave sobre la venda, no muy fuerte para que no le doliera.

—¿Te ha hecho algo más?— Murmuré, intentando mantener la calma. Ella asintió, con lágrimas en los ojos.

—Me ha golpeado, y tambien me ha tirado el pelo— dijo mostrándome algunos de sus moretones. Sentí la furia dominar todo mi cuerpo. La abracé fuerte, pero con cuidado de no lastimarla.—Gracias— susurró en mi oído, sin separarse de mi.

—No tenes nada de que agradecerme, preciosa.— Permanecimos unos minutos abrazados, hasta que me separé de ella.—Ludmila, tenemos que irnos de acá.

—No, Fede, yo no puedo irme— dijo bajito, con miedo a que su madre nos escuchara.

—Ludmila, no voy a dejar que te quedes acá— dije mientras secaba sus lágrimas con mis dedos.—No me perdonaría que Priscila te vuelva a lastimar.

—Pero...— la callé de un beso.

—Tranquila, todo va a estar bien. Te lo prometo— dije besándo su mejilla. Ella asintió y me sonrió. 

Me dirigí al armario. Saqué un bolso y coloqué algo de su ropa para estos días. Tenía entendido que tambien había dejado ropa en la casa de su abuela. Cerré el bolso y me lo colgué en el hombro. La tomé de la mano y caminamos hacia la ventana. La ayudé a bajar, no quería que se lastimara aún más. Una vez abajo, caminamos hasta mi auto y conduje hacia mi departamento, mucho más tranquilo ahora que Ludmila estaba  conmigo. 

Una Dulce Apuesta (Fedemila)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora