39. Ellos

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Agh rayos.— emitió la joven muchacha— Ya pasó un día y medio, no encontraron nada.— completó luego de un suspiro.

—¿Cómo lo sabes?— pregunto, caminando sin ganas hacia el resto.

—Lo sé. ¿Cuánto más nos queda?

—Cien putos kilómetros.— trago grueso, sintiendo mi garganta extremadamente seca y áspera.

—No estaba hablando de eso.— volteo apenas mi vista hacia la de orbes verdosos, ella estaba el doble de agotada que yo. Esos hermosos iris que más de una vez me llenaron de alegría y esperanzas estaban apagados, y debajo de ellos unas negras ojeras. Su piel pálida y seca, manchada con suciedad. Sus labios resecos y morados.

Una enorme pena me invadió, y no se me ocurrió otra cosa que apoyar mi cabeza en su hombro, sin dejar de caminar. Ella al momento llevó su brazo a mi espalda y la acarició para luego abrazarme de costado.


* * *


—Esto tiene que ser una maldita broma.— me quejo por lo bajo. La camioneta que habíamos hallado hace apenas unos días se había detenido en medio de la calle. Ya no servía más.

—Caminemos.— abro la puerta junto a mí y prontamente me bajo del vehículo, sintiendo bajo las gastadas suelas de mis zapatos el ardiente asfalto. Me encantaría dar un portazo, pero al voltear me encuentro a Look esforzándose por bajar de su asiento.

—Ven.— me acerco y lo envuelvo en mis brazos, y cuidadosamente lo bajo. Revuelvo sus cabellos y le indico que permanezca a mi lado, a la par que con mi otra mano desenfundo mi arma.

El hirviente sol choca con nuestros cuerpos y ocasiona que la transpiración empieza a emanar de los mismos. Nuestros pasos son lentos y nuestros movimientos exhiben agotamiento. No teníamos ánimos de nada y mucho menos de intentar tenerlo. Permanecíamos cada uno centrado en su mente. 

Para cuando regreso de mi ensimismamiento noto que faltan dos de los nuestros, Daryl y Carol. Otra vez ese par, ¿Acaso van a besarse por ahí? Por alguna razón me sentía molesta cada que desaparecían juntos. Y es que no me extraña, Daryl era como el padre que alguna vez no aproveché. Me ofendía el hecho de que no me dirigiera tan solo una palabra y que luego se desviara de nosotros para ir a quien sabe donde con esa mujer. Deja de ser tan estúpida, Verónica. Él no es nada tuyo y tú no eres nada para él.

—¿Cómo estás?— esa conocida voz se aproxima por mis espaldas, pero no volteo a verlo.

—Excelente.— digo en tono sarcástico elevando mis cejas— Carl, esa es una pregunta realmente tonta.— niego y aún sin mirarlo me adelanto unos pasos.

Una fresca brisa se topa con mi espalda, y un cosquilleo recorre mi espina dorsal.

—No son tantos.— dice la infantil voz de Look. Volteo apenas, viendo a más de diez muertos gruñéndonos. No estaban tan lejos, pero no me inquieta.

 —No podrías derrotar siquiera a uno, enano.— digo luego de una desganada carcajada.

—¡Claro que sí!, podría acabar con todos.— se cruza de brazos y un leve puchero se instala en sus labios.

—Sí que lo harás, pero falta para eso.

—¿Cuánto?— cuestionó con entusiasmo.

—Mucho. Años y años de entrenamiento, que, yo misma te daré.— lo miro con una sonrisa, él resopla y patea una piedra.

DESDE PEQUEÑOS│𝑐𝑎𝑟𝑙 𝑔𝑟𝑖𝑚𝑒𝑠Donde viven las historias. Descúbrelo ahora