28. Infectados

531 61 8
                                    


Camino con paz por un estrecho sendero, siguiéndolo sin dudar, aunque no sepa con exactitud en donde me encuentro. Solo puedo sentir que reconozco el frío viento chocando con mi cálida piel al igual que con las hojas, es algo realmente relajante. Puedo oír a alguien cerca, por el reconocido sonido de que están sacando agua de un pozo. Y es así, camino un poco más y veo a aquella castaña, sacando agua de un peculiar pozo por su cuenta.

—Hola cariño.— me saluda mi madre con una gran sonrisa, siguiendo con su trabajo.— Ven, ayúdame un poco.— asiento con emoción y me acerco a ella, parándome a un lado del pozo.

—¿Y los demás?— pregunto como si nada.

—Tu padre llevó a Dante a la escuela, ya tendría que haber vuelto, pero sabes como es.— sonrío, aunque momentos después mi sonrisa desaparece, siendo remplazada por un gesto de completa confusión.

—No, ellos no. ¿Dónde están los demás?— mi madre sube su mirada, clavándola en mí.

—¿De quienes estas hablando?— un escalofrío me recorre de pies a cabeza al percatarme de que esto no es real. Bajo mi cabeza hacia los adentros del pozo al escuchar un gruñido. Allí puedo ver a aquel caminante que había caído en uno de los pozos en la granja, con la soga atada en su cintura. Pero antes de que pueda decir algo, un disparo hace que todo se vuelva oscuro por unos cortos segundos.


Abro mis ojos ni bien el balazo le puso fin a mi sueño. Puedo sentir un mar de sudor instalándose sin cesar en mi cuerpo. Respiro agitadamente, sin relajar mi confundido ceño.

¡Ayuda por favor!— escucho un agudo grito fuera de mi celda, y rápidamente me levanto, tomando mi arco y mi arma a un lado de la cama.

Corro con brusquedad las sabanas de la puerta, mis ojos se abren al instante de ver el desastre que se estaba desatando en los pasillos. Las personas corrían desesperadas, y vociferaban con terror. Busco la causa de aquello con la mirada, y puedo ver como un caminante trata de abalizarse hacia alguien allí.
Al ver aquella escena, abro la puerta de una patada y disparo una flecha en dirección al cráneo del muerto, para luego correr hasta el hombre y tratar de ayudarlo a levantarse, gritándole que vuelve a su celda y se encierre allí. Me cuelgo el arco y saco mi Beretta, recargándola al instante.

Al ver como un muerto estaba apunto de tomar a un pequeño, me quedo en mi lugar escasos segundos apuntando a su sien, la cual logro atravesar con un tiro.

—¡Verónica!— volteo al instante. Rick acaba de un balazo con un caminante que al parecer se estaba acercando a mí.— ¿Estas bien?— se acerca corriendo, mirándome de cerca con preocupación.

—Sí.— camino con prisa hacia el niño a pocos metros, y lo levanto tomando su brazo— ¿Qué carajo pasó?— cuestiono, sin percatarme de que básicamente estoy gritando debido al elevado ruido a mi alrededor.

—No lo sé. No te alejes de mí.— asiento y lo sigo, disparándole a los caminantes que veía mientras sostenía con fuerza la mano del menor.

—¡Vero!— me detengo frente a la celda de Karen, ella toma al niño rápidamente, recién allí puedo notar la desesperación y miedo en su rostro.

—Quédense aquí.— recargo mi arma con furor y cierro la puerta de la celda.

 Ayudo lo más posible a la gente a través del pasillo, salvándolos de ser mordidos y metiéndolos a cualquier celda que sea segura, al igual que Glenn, Daryl y Rick. 

Me giro en seco al escuchar un dolorido grito, captando el momento justo en el que un hombre estaba siendo mordido en el brazo. Me apresuro a golpear la nuca del muerto con la culata de mi arma, haciéndolo con suficiente fuerza como para que este caiga al instante de que se realice el impacto. Y, con la ayuda de Carol, llevamos al afligido hombre hasta una celda.

—Tranquilízate.— digo ni bien lo dejamos en una de las literas.— Voy a tener que cortarte el brazo, para evitar que la infección se expanda— busco con prisa algún tipo de cinturón.

—Ten.— Carol me extiende uno luego de revolver un gran bolso.— Debes hacerlo ahora.

—Si.— susurro, rodeando el brazo en una zona bastante alejada de la mordida.— Muerde esto.— le extiendo la almohada, él sede al instante y muerde uno de sus extremos.

Limpio mi cuchillo con la sabana detrás suyo, pero me detengo al ver sangre saliendo de su nuca, había sido mordido allí también.

Volteo hacia Carol, ella también lo había notado según su apenada expresión.— Me quedaré con él, ve a ver al resto.— asiento, mirando con angustia a aquel hombre. 

(...)


—¿Sabes si Patrick era católico?— le pregunto a Carol al oírla acercarse, levantando la cruz que había hecho para su tumba. Luego de que las cosas se calmaran un poco, recorrimos el pabellón en busca de personas que necesiten atención medica, y asegurándonos de que no haya ningún otro muerto rondando por allí. Lamentablemente, el cuerpo de mi amigo yacía en una de las varias celdas que revisamos. Glenn y yo nos encargamos de cavar su tumba y terminamos hace unos minutos, ahora solo debía hacer algo, algo así como un último regalo o cualquier cosa para recordarlo.

—Decía que era un ateo practicante.— dejo la maderas en el suelo y con ayuda de la parte trasera de un martillo, separo una de ellas.

—¿Le dijeron a Rick sobre lo que vieron ayer en la biblioteca?

—No.

—¿Van a contarle?

—Al menos yo no.— con algo de pena, arranco una de las páginas del cómic a mi lado.

—Tengo que enseñarles a sobrevivir a esos chicos, y tú los sabes bien.

—¿Le contaste a sus padres?— volteo apenas.

—No.

—¿Vas a contarles?— luego de recordar la hoja, la coloco con delicadeza en una bolsa protectora.

—Si lo hago... quizás después de esto lo comprendan pero quizás no, no quiero tomar ese riesgo.

—Es entre tu y ellos.

—No, es entre tu y yo.— volteo lentamente.— Si Carl le dice a su padre él les dirá, y como te dije, tal vez lo comprendan o no.

—No soy la niñera de Carl.

—No te pido que lo cuides... solo te pido que lo convenzas.— suspiro.

DESDE PEQUEÑOS│𝑐𝑎𝑟𝑙 𝑔𝑟𝑖𝑚𝑒𝑠Donde viven las historias. Descúbrelo ahora