4. Lo que queda por delante

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—Estaba pensando en nuestro viaje al Gran Cañón con Carl.— habla Lori, dirigiéndose a su esposo con una pequeña sonrisa en sus labios. Él ríe al escucharla.

El grupo nuevamente andaba por las calles en los vehículos. Los cuales estaban en fila uno detrás del otro, como hormigas usurpando en un picnic familiar. 
 Debido a que Atlanta ya no ofrecía la suficiente seguridad por casi ningún lado, optaron por ir a Fort Benning. 

—Yo no lo recuerdo.— Confiesa Carl, negando.

—No podrías, eras solo un bebé. Además, nunca pasamos de Fort Worth.

—No, te enfermaste — Interviene Rick—. Nunca conocí a un bebé que vomitara tanto.

 Ríen. Verónica apenas levanta los extremos de sus labios.

—Asqueroso.— musita el castaño.

—Sí, asqueroso— sostiene Lori entre risas—. El doctor de Texas dijo que vivirías, y luego dimos media vuelta y regresamos a casa.

—Eso apesta.— dice el pequeño, expresando un gesto disgustado.

—No, fue un buen viaje.— Rick mira a su esposa con una dulce sonrisa.

—El mejor.

—¿Podemos ir a verlo?, ¿Al Gran Cañón? Me gustaría.

—A mi también.— habla Verónica por primera vez en horas, con una expresión algo seria. La familia la mira con una sonrisa amigable.

—Y a mí. ¿Podemos ir?— pregunta Sophia.

—Nunca iríamos sin ustedes cuatro — asegura Grimes, dándole una mirada rápida a las mujeres y sus hijas—.  Es una promesa.— Al instante, esas tres palabras forman sonrisas ansiosas en las niñas. Sophia apoya feliz la cabeza en el hombro de su madre. 

Por otro lado, Verónica solo observa a la suya, borrando su minúscula sonrisa. Diana seguía mirando por la ventanilla del auto, sin expresión alguna. No se dirigieron la palabra desde que lograron salir del centro de control de enfermedades apenas ayer.
 Su vista vuelve hacia fuera del auto. No sabía como tomarse lo que su madre trato de hacer, mucho menos que decir al respecto. Simplemente repite la desesperante situación en su mente, una y otra vez. Repasando cada momento. Podía sentir los cabellos de su nuca erizarse mientras sus ojos se perdían en el azul del cielo.

—¿En qué piensas?— le susurra a su amiga, quien lo mira pensando una respuesta corta. Carl estaba, por decirlo de alguna forma, desesperado por comenzar una conversación de más de cuatro palabras con Verónica. Ella se había mantenido seria y callada. No la culpa y mucho menos esta molesto por eso, pero quería verla sonreír. 

—Nada.— Contesta casi en un susurro, negando al percatarse de que no puede expresarse. La decepción desborda los ojos de Carl.

Lentamente, se adentran a una carretera repleta de autos abandonados. Algunos estaban abiertos y varios objetos fuera de sus lugares. El espacio que les permitía el paso era estrecho.
 Verónica mira algo desconfiada el lugar, no parecía ni un poco seguro. Pasaron junto a uno en el que se podía ver perfectamente por la ventanilla un cuerpo humano, Carl y Verónica se miraron al mismo tiempo, asqueados.

—¿Te imaginas morir así?— Le susurra al niño, quien frunce el ceño.

—Que asco.— ríen escasamente, sin querer llamar la atención del resto, y mucho menos sin la intención de ofender.

DESDE PEQUEÑOS│𝑐𝑎𝑟𝑙 𝑔𝑟𝑖𝑚𝑒𝑠Donde viven las historias. Descúbrelo ahora