6. Sangría

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—¿Todavía estás preocupada por eso?— dice, esperando una respuesta por parte de Lori. Luego de oír el eficiente disparo que resonó por todo el bosque, llegando hasta los oídos del grupo, decidieron que la mejor opción era continuar su camino. Esperando lo mejor. Lori se detiene cada cierto tiempo y se gira, un mal presentimiento la está inquietando.

—Fue un disparo.

—Todos lo oímos.— Musita el arquero.

—¿Por qué uno? ¿Por qué sólo un disparo?

—Tal vez derribaron a un caminante.

—Por favor, no seas condescendiente conmigo. Sabes que Rick no se arriesgaría a disparar para derribar a un caminante, o Shane. Lo harían en silencio.

—¿No deberían habernos alcanzado ya?

—No hay nada que podamos hacer, de todos modos. No podemos correr por el bosque persiguiendo ecos.

—Entonces, ¿Qué hacemos?— Pregunta Verónica desde el suelo, descansando brevemente de la caminata.

—Lo mismo que hemos estado haciendo. Buscar a Sophia, y abrirnos paso hasta la autopista.

—Estoy seguro de que se reunirán con nosotros en la casa rodante.— dice Glenn, y por unos momentos pareció que la pequeña conversación había concluido, pero nuevamente se oye una voz.

—Lamento por lo que estás pasando. Se cómo te sientes.— se dirige a Carol con una sonrisa triste. El tono de la mujer es bajo y suave, apenas la oyeron, como cuando le dijo a su hija que su padre ahora estaba en un lugar mejor.

—Supongo que sí, gracias.— voltea hacia el grupo, sus miradas estaban clavadas en ambas mujeres.— La idea de ella sola, aquí afuera. El no saber es lo que me está matando. Sigo esperando y rezando que no termine como Dante.— el rostro de Verónica se eleva, dejó sus ojos sobre la mujer y quedó completamente inmóvil. Como si al oír su nombre haya dejado de respirar.— ¡Dios!, eso es lo peor que he dicho en mi vida.— toma las manos de Diana y las envuelve con las suyas, ella solo niega, dando por entender que no se preocupe. 

—Todos estamos esperando y rezando contigo.

—Por si sirve de algo.— los labios de Verónica sueltan aquella oración sin que ella lo haya pensado dos veces. Pero no se retracto.

—Te diré lo que sirve.— interviene Dixon, aproximándose.— Ninguna maldita cosa.— dice negando. Carol trata de impugnar sus palabras, mas termina por quedarse en silencio, observándolo mientras lágrimas se resbalan por sus mejillas.— Es una pérdida de tiempo, todo esto de esperar y rezar. Vamos a encontrar a esa pequeña, y va a estar bien. ¿Soy el único Zen aquí? Santo cielo.— la caminata continua ni bien él se aleja.

Los ojos de Verónica se elevan con la intención de examinar el extenso bosque que la rodea. Observa como las ramas de los árboles, delgadas y cubiertas de hojas, se mecían a causa del viento. El mismo que sopla contra su rostro y humedece sus pómulos.
 Su vista se centra en aquellos agradables movimientos, le hacen recordar a un bebé siendo hamacado delicadamente por los brazos de una madre. 

 Por los brazos de su hermana.

El centenar de pensamientos que transitan su mente son como ingredientes de cocina, todo junto forma una asquerosa mezcla como la ensalada que su padre preparaba para la cena cuando mamá trabajaba.

—Sabe muy bien, papi.— mentía ella. No era capaz de siquiera arañar los sentimientos de su adorado padre.

Lo extrañaba tanto.

DESDE PEQUEÑOS│𝑐𝑎𝑟𝑙 𝑔𝑟𝑖𝑚𝑒𝑠Donde viven las historias. Descúbrelo ahora