30. En las últimas

520 56 36
                                    


—Hola rubia.— golpeo levemente el hombro de Beth, ella se encuentra desayunando en una de las mesas del comedor. Ya es costumbre que desayunemos específicamente en esta mesa, lo que es extraño es que seamos solo nosotras dos, siempre nos acompañan Maggie, Glenn, Hershel, Carl y algunos más. Aunque el día de hoy agradezco que el hijo mayor de los Grimes no se encuentre aquí.

Me acomodo a su lado, dejando un plato de cereales en la mesa.

—Hola.— saluda con una pequeña sonrisa.— Anoche fui a tu celda para ver como estabas, no nos vimos por bastantes días por la gripe. ¿Nadie nunca te dijo que roncas muy fuerte?— suelto una pequeña risa.

—Estaba exhausta, fue una semana agotadora.— digo después de tragar.

—Bueno, no creo que haya sido molestia para ti mantenerte en cuarentena con todos los cómics que tiene la prisión, ¿verdad?

 —No, eso fue el paraíso, pero sucedió... otra cosa.— sacudo mi cabeza al recordar aquel beso con Grimes.— Luego te cuento, aún estoy algo dormida.— me excuso, dejando el peso mi cabeza sobre mi mano y brazo.

—Vamos, no me dejes con la duda.

—Carl me besó.— digo como si nada, metiendo una gran cucharada de mi plato a mi boca.

—¡¿Él te beso?!— exclama segundos después, mirándome con sus grandes ojos.

—Demonios, ahora sí estoy más despierta.— me quejo colocando mi mano en mi oreja, mis tímpanos dolían apenas por el inesperado grito de la de ojos azules brillantes.

—Un momento, ¿y desde cuando eso es incómodo para ti?, tu misma me dijiste hace unas semanas que sentías algo por él.— abro mi boca para responder con una larga explicación, pero no llego a emitir palabra alguna ya que un gran ruido acompañado de un precoz temblor que sacude la prisión me interrumpe.

—Vamos.— tomo su brazo y me levanto de mi lugar, corriendo en dirección a la salida al patio.

Salimos a pasos apresurados de la prisión, frente a nosotros llega el resto del grupo, los cuales están igual de desorientados que nosotros. Nos detenemos frente a las rejas, fijando nuestras confundidas miradas en las afueras de nuestra casa. Diversos vehículos y un gran tanque posaban allí. Desde mi lugar puedo diferenciar la figura de un hombre parado sobre aquel tanque.

—¿Es...— susurro, frunciendo de a poco mi ceño.

¡Rick, ven aquí! ¡Necesitamos hablar!— me interrumpe una voz grave.

—¡No depende de mí!— responde el mayor de los Grimes segundos después.— ¡Hay un consejo ahora, ellos dirigen el lugar!

¿Hershel está en el consejo?— baja apenas su tono, pero aún así podemos oírlo. Puedo sentir como mi cuerpo comienza a temblar inconscientemente, mientras observo con temor a una chica que se acerca a una camioneta roja, mis ojos se abren al ver a aquel hombre saliendo de allí.— ¿Qué hay de Michonne?— segundos después, otro hombre se encarga de sacar a la mencionada de la misma camioneta.—¿Ella también? — volteo hacia Rick con notable impotencia.

—¡Las decisiones nos las tomo yo ahora!— cierro mis puños a los costados de mis muslos, sintiendo a los pocos segundos mis uñas clavándose en la piel de mis manos, claro que no despego mi vista de aquellas personas.

Hoy las tomaras tu Rick. Ven aquí así... podemos conversar.

—Podemos hacer esto.— le susurra a su hijo, quien estaba a mi lado. Luego de posar una de sus manos en mi mejilla, se aleja de nosotros.

DESDE PEQUEÑOS│𝑐𝑎𝑟𝑙 𝑔𝑟𝑖𝑚𝑒𝑠Donde viven las historias. Descúbrelo ahora